Su captor era un agente de policía que se encontraba muy grave por salvarle la vida y podría hasta morir y además él estaba comprometido.

Todas estas emociones terminaron por arrasar las pocas fuerzas que tenía. Todo se oscureció y sintió como si cayeran en un vacío enorme y que esté no tuviera fin. Poco después dejo de escuchar cualquier sonido.

Sin sentido la subieron a la ambulancia.

Lentamente despertó en una cama de hospital. Pestañeo varias veces cuando la luz toco sus ojos. Su mirada recorría con lentitud el lugar. Una mesita con una jarra con agua, muchas canastas con flores llenaban la habitación. Los globos de varios colores tocaban el techo y ella los miraba sin curiosidad.

Por la ventana pudo observar que era de noche, la oscuridad era una enorme e impenetrable cortina. Suspiro y su pecho le dolió.

En su brazo se encontraba colocada la diminuta manguerita con la que la hidrataba, y en el gran sillón se encontraban sus padres que al verla despierta.

Sonrieron agradecidos por tenerla nuevamente con ellos y muy rápido se acercaron a ella.

-¿Cómo estas cariño?- pregunto la madre, mientras acariciaba los cabellos, negros y castaño claro. La madre limpiaba las lágrimas de emoción.

Ella se limitó a sonreír, una sonrisa débil.

- ¡Bien ma! - dijo poco audible.

El padre desde el otro lado de la cama, la besaba en la frente, y sus lágrimas corrían por su rostro -¡Todo está bien, cariño!- le decía con amor- todo terminó.

Los padres se envejecieron por la angustia y la desesperación. Sus rostros delgados, el sufrimiento dejo su huella por la amarga experiencia que ellos vivieron por la pérdida de su única hija.

-Buenas noches - saludo el médico de turno - ¿Cómo se siente señorita Ávila?

Él comenzó la revisión de rutina y al ver que ella estaba estabilizada sonrió complacido.

-Mañana si sigues así es posibles que regreses a casa- la miro – es más rápida tu recuperación en un lugar agradable y al lado de las personas que te quieren y te cuidan. Eso sí, si prometes seguir el protocolo para recupérate.

Ella asintió y le sonrió de medio lado.

Cuando el médico se iba a retirar, Susana lo alcanza y lo toma de la manga de la bata medica –Doc., El agente herido ¿Se salvó?- pregunto con voz temblorosa.

Él medico pensó por unos instantes y luego la miro con preocupación.

-Lo siento... Lo siento mucho...-es interrumpido una de las enfermeras.

-Doctor, rápido habitación setecientos siete- y la mujer sale rápido y más atrás el médico de guardia sin terminar la frase.

Susana que esta sensible por lo que ha vivido comprende y comienza a llorar de manera incontrolable. Su llanto es amargo, triste. Lo perdió él murió tratando de salvarla.

-¿Por qué lloras?, cariño- decía el padre confundido por aquel llanto tan desgarrador.

-Voy a buscar a la enfermera- dijo la madre angustiada.

El llanto era incontrolable. Ella gritaba de dolor, hasta que llego una de las enfermeras y le aplico un sedante, que la hizo dormir.

En las horas de la mañana después que la obligaron a desayunar una papilla el médico legista comienza su nueva valoración médica para ver si había sufrido algún daño físico o si había sido violada.

Amor prisionero.Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz