—¿Podemos hacer eso? —preguntó sin oponer resistencia, cerrando la puerta en cuanto salieron.

—No —respondió, mirándolo a los ojos—. ¿Pero prefieres ir a un supermercado normal, donde va a estar lleno de gente?

Negó con la cabeza. Bajaron por las escaleras hasta que llegaron a la salida. Las calles eran un desastre, como se habían imaginado. Había gente corriendo por todas partes, probablemente todos habían tenido la misma idea de ir a comprar para no salir de casa. Respiró hondo, abriendo la puerta y sujetando con fuerza la mano de Zhongli, que hizo lo mismo con él.

 Salieron al exterior, siendo recibidos por empujones y codazos, se escuchaba a alguien gritar el nombre de otra persona, las voces mezclándose. Avanzaron lentamente, intentando no separarse mucho el uno del otro. Childe no tenía ni idea de cómo iban a salir de la tienda y cargar con lo que sea que fueran a coger, pero ese sería un problema para después. Aguantó un grito en cuanto alguien le pisó con fuerza el pie, apartándose.

—¿Estás bien? —Zhongli le puso su otra mano en el hombro. Asintió, dándose cuenta de que habían quedado atrapados entre la multitud. No podían caminar de forma normal. Apretó los dientes, volviendo a caminar y comenzando a dar empujones y golpes a la gente, apartándola de su camino tal y como habían hecho con ellos. Tuvo la sensación que la violencia sería la solución a partir de ese momento, aunque ahogó ese pensamiento lo más rápido posible.

 Caminaron durante bastante rato, abriéndose paso hasta que finalmente llegaron al callejón. Childe giró la cabeza, echando un vistazo para luego seguir avanzando, pasando de largo hasta llegar a la puerta de la tienda. Sacó las llaves de su bolsillo, abriendo la entrada y dejando pasar a Zhongli, cerrando en cuanto ambos estuvieron dentro. Se apoyó en la pared, dejándose caer lentamente hasta que quedó sentado en el suelo, jadeando. Zhongli apoyó los brazos en sus rodillas, respirando con dificultad al igual que él. Los sonidos de la calle seguían escuchándose, golpes en las persianas de la tienda y gritos se filtraban al frío interior del edificio.

—¿Childe? —el llamado se giró, encontrándose con Scaramouche—. ¿Qué estáis haciendo aquí?

Se levantó, apoyándose en la pared y calmando su respiración.

—¿Qué haces tú aquí? Acaban de anunciar el toque de queda, ¿por qué estás...?

—Imaginaba que harían algo así, aunque si lo han puesto ahora ha sido coincidencia —respondió, acercándose a ellos. Childe alzó una ceja—. Era evidente, en Mondstadt lo pusieron ayer, lo vi al volver a mi piso.

—¿Ayer? No han dicho nada de eso por la televisión —interrumpió Zhongli, frunciendo el ceño.

—No han dicho apenas nada de las otras naciones, cuanto menos sepa la población mejor. Aunque claro, en internet es algo diferente —sonrió con desgana—. Aunque bueno, eso no importa ahora. Pensaba quedarme aquí hasta que la gente se calmara, pero viendo como se han puesto, puede que las cosas se pongan feas.

Childe frunció el ceño, desviando la mirada hacia Zhongli, quien solo se encogió de brazos.

—Habíamos pensado en preguntarte si querrías estar con nosotros hasta que todo esto pase —dijo Zhongli mirando al más bajo, que abrió los ojos sorprendido.

—Oh... —se cruzó de brazos, mirándolos a ambos—. Bueno... está bien, aunque no sé si esto va 'a pasar'.

—¿A qué te refieres con eso? —preguntó Childe.

—Una sociedad como la nuestra es muy delicada. Si algo en el sistema falla, todo se desmorona rápidamente, hasta que la civilización se acaba. Es lo que está sucediendo ahora mismo, y no parece que haya muchas posibilidades de que vaya a mejorar —cerró los ojos—. ¿O no recuerdas a esa chica? ¿Crees que van a admitir públicamente que la gente enferma se transforma en esas cosas?

𝙐𝙣𝙩𝙞𝙡 𝙙𝙚𝙖𝙩𝙝 𝙙𝙤 𝙪𝙨 𝙥𝙖𝙧𝙩 [ 𝘼𝙐 𝘾𝙝𝙞𝙡𝙞 +18 ]Where stories live. Discover now