39- Hogar: parte l

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-¿No pensabas decírnoslos? –gruñó-. Pensaba que éramos hermanos, Penny. Estás rompiendo esta familia –hizo una pausa.

Mis ojos se humedecieron y miré hacia el frente. A lo lejos vi a Ryder, tirándose bolas de nieve con Cook. Ryder parecía un niño de cinco años, feliz. Muy feliz. Las lágrimas empezaron a correr por mi rostro.

Al parecer sintió que lo miraba, ya que volvió la vista a mí. Sonrió abiertamente, pero luego se puso serio, cuando notó que lloraba. Empezó a acercarse a nosotros rápidamente, pero David le impidió el paso. Se lo agradecí en silencio.

-Acepté que estuvieras con él, aun cuando acordamos que nadie debía enamorarse de ti –murmuró Simon-. Verlos juntos fue un cambio brusco, y sin embargo me adapté. ¿Pero tener que adaptarme a ya no verte aquí todos los días?

Bajé la vista y apreté los labios.

-Simon…

-No pasarás la Navidad ni el Año Nuevo con nosotros –balbució-. No brindaremos, no nos abrazaremos. No verás a mi hijo nacer, ni crecer. No podrás ser una tía maravillosa que le dé un beso de las buenas noches siempre. No podré sentirme feliz al verte orgullosa por haber cumplido mi promesa de cuidar a Simon Junior –hizo una pausa-. No te escucharé reír más. No tendré que cuidarme de andar desnudo delante de ti –me miró-. No te veré nunca más, Penny.

+++

 

-¿Es una broma, verdad? –preguntó Cook, desorientado.

-No, Cook –lo miré, y luego miré a Keegan.

-Te irás, Penny –dijo con voz apagada Chris.

-No está decidido todavía –se apresuró a decir David.

-Pero si nos lo estás diciendo es porque ya tienes una decisión tomada –Cook me miró con ojos suplicantes, llenos de dolor.

-No lo sé –mi labio inferior tembló, y recé para no empezar a llorar ahora-. Simplemente quiero advertirles.

En mi habitación nos encontrábamos Cook, David, Chris, Tony, Keegan y yo. Ellos eran los hermanos con los que más relación tenía dentro de la casa.

-¿Se lo has dicho a Ryder? –Tony se masajeó el puente de la nariz y cerró los ojos.

-No –murmuré y miré hacia otro lado.

-Te recomiendo que se lo digas antes de irte, Penny Pens –dijo con ironía Keegan, levantándose de la silla de mi escritorio-. Lo menos que puedes hacer luego de que decidas irte cuando recientemente confesó su amor hacia ti, es decírselo. Tal vez tiene suerte y te olvida rápido.

-Keegan –gruñó enojado David.

Keegan tragó saliva en seco, y se fue del cuarto, dando un portazo. Él había accedido a venir a esta reunión a duras penas, y hasta el momento en el que empecé a hablar se lo vio irritado. Pero luego… un millón de emociones pasaron por sus ojos, y me di cuenta de que él en realidad no me odiaba, como yo pensé. Sin embargo, todo eso que dijo… dolió.

-Está dolido –intentó excusarlo David.

-Eso no le da derecho a hablarle de esa forma -dijo entre dientes Cook-. Y todos estamos dolidos, para empezar.

-Destruidos, más bien –habló bajito Chris. Me levanté y fui a abrazarlo. Él parecía tan débil.

-Los amo, ¿saben? No importan todas las bromas por las que tuve que pasar, las veces que quedé desnuda en frente de todo el campus, o en las que me hicieron quedar como una perra… los amo. Y les juro que siempre será así –sollocé y enterré mi cara en el cuello de Chris.

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