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Las oficinas de Bieber Italia estaban ubicadas en un imponente edificio en el centro de Roma y, después de tres semanas de trabajar allí, ______ descubrió que aún le era difícil entender el arrebato que la hizo aceptar ese viaje a Italia.
El ambiente alegre y cordial de la ciudad penetraba en las tranquilas y suntuosas oficinas. Los árboles estaban en floración y el sol brillaba, todo mundo parecía feliz, el mismo Bill se adaptó sin problemas y estaba satisfecho.
Nadie parecía tener de qué preocuparse y el pequeño grupo de personas que llegó a Italia era ya parte activa de Bieber Italia.
Parecía que ______ era la única a disgusto. Nada de lo que se imaginó al acceder trasladarse a Roma había sucedido. Cuando aceptó la propuesta pensó que Justin Bieber la acosaría y decidió darse el gusto de atraerlo, y cuando lo viera a sus pies lo arrojaría de su lado sin consideración. Sin embargo, él la ignoró desde que llegaron.
El trabajaba en el mismo edificio, se lo encontraba casi a diario. Las oficinas estaban separadas por cristales, todas lujosamente alfombradas y provistas de los aparatos más modernos. Al principio Bill Taylor se molestó, dijo que se sentiría incómodo, pero casi de inmediato se dio cuenta de que a pesar de que su oficina no tuviera gruesos muros de concreto, gozaba de absoluto aislamiento.
La oficina de Justin Bieber era la única cerrada y él permanecía allí todo el día, trabajando tan duro como los demás. Con frecuencia ______ lo veía con papeles en la imano hablando con alguno de los gerentes, pero sólo en raras ocasiones él la miraba. Entonces movía la cabeza a manera de saludo, exactamente igual que lo hacía con el resto de las secretarias.
Su frustración inicial al no poderse desquitar se transformó en desconcierto. Empezó a observarlo cada vez que pasaba, deseosa de captar una de sus miradas. Seguía todos sus movimientos, admiraba en secreto su porte, su cabello negro y brillante, las largas y varoniles manos que se movían para dar énfasis a lo que hablaba.
Empezó a notar otras cosas también: cómo se encogía de hombros y reía abiertamente; la sonrisa amistosa hacia las secretarias cuando le consultaban algo; la forma en que entornaba los ojos al concentrarse y la facilidad con que las empleadas se ruborizaban ante su presencia.
No obstante, con ella jamás se portaba agradable, sólo le sonreía.
______ gastó sus ahorros haciendo exactamente lo que Chris le sugirió. Ahora tenía el guardarropa repleto de ropa elegante, de vestidos hermosos que realzaban su cabellera pelirroja. Eligió cada prenda con mucho cuidado, pensando que sería parte del señuelo para atrapar a Justin Bieber, pero él parecía no darse cuenta.
Sin embargo, en las calles no pasaba inadvertida. Dondequiera que caminara captaba miradas de admiración, piropos e, inclusive, los conductores disminuían la velocidad de los coches y llamaban su atención con la bocina.
Ella comentó su inquietud con un gerente italiano, quien, arqueando las cejas, soltó una carcajada.
—Es por admiración, signorina. Los romanos somos así, nos atrae ese color de cabello. Sólo sonríales y siga su camino. No pasará nada y ellos se alejarán felices—______ siguió el consejo y le dio resultado; a partir de entonces disfrutó al caminar por las calles y ya no se sintió atormentada.
Un sábado andaba de compras cuando tres coches, uno detrás del otro, disminuyeron la velocidad para admirarla. A ella le dio risa, pues ya sabía que con un simple guiño la dejarían en paz. Siguió adelante, mas un cuarto coche se detuvo a su lado. Justin Bieber descendió y, presuroso, le abrió la puerta.
— ¡Sube! —estaba furioso. Ella intentó seguir adelante, pero él se lo impidió con su propio cuerpo. ______, sorprendida, lo miró y Justin señaló el coche con el pulgar— ¡Sube!
—Gracias, pero es un día bonito y me gustaría caminar.
—Tendrás que disfrutarlo dentro del coche —y sin darle tiempo a protestar, la empujó al interior y puso en marcha el auto.
— ¡No tengo deseos de pasear en su coche, señor Bieber! —gritó presa del pánico al verlo conducir como loco por la avenida y tocar la bocina ante cualquier obstáculo, muy al estilo romano—.Es sábado, y en mi tiempo libre me gusta divertirme. ¡Y ahora no me estoy divirtiendo!
—Sí, ya te vi vagando sola —la increpó encolerizado—.Si necesitas dinero extra, signorina, ¡no es necesario que vayas entusiasmando a todos los bribones que se crucen en tu camino! ¡Sólo dime cuánto necesitas y te lo daré de inmediato! ¡Ah! Y recuerda, llámame Justin.
— ¿Cómo... cómo te atreves? ¡Detente de inmediato! ¡Quiero bajar!
—De eso estoy seguro—detuvo el coche y ______ se quedó pasmada al darse cuenta de que estaban en la avenida donde ella vivía y se alarmó al preguntarse cómo sabía Justin su domicilio.
— ¡Ya estás en casa!—tenía los labios tensos—-. ¡Y no quiero volver a verte coqueteando por las calles!
— ¡Para tu información—le hervía la sangre—, seguí el consejo que uno de tus gerentes me dio cuando me quejé del comportamiento de los romanos!
— ¡Dame el nombre de ese idiota! —sus ojos echaban chispas—. ¡Para el lunes ya no será gerente de mi compañía! 
— ¡Por supuesto que no te lo diré! —respondió con firmeza. Empezaba a preocuparle el violento temperamento de ese hombre. — ¡Te suplico que te olvides de mí y me permitas imaginar que estás en otra parte del mundo!
— ¡Así que eso has estado imaginando, signorina! —la ira había desaparecido, ahora parecía un minino suave y sedoso—. ¿No te he atendido como se debe? ¿Sales a vagar por las calles de Roma porque te sientes sola? Imaginé que el juego que convinimos mantendría tu mente muy ocupada.
El temor de estar siendo manipulada la invadió. El permanecía tenso, como en espera de lanzar la primera zarpada.
—No hay tal juego, Justin —dijo con una calma que en realidad no sentía—. lo que sucedió hace semanas, en esos momentos de cólera, ha quedado en el pasado y... fue un disparate.
—No puedes salirte del juego después de haberlo iniciado —le hizo notar con burla—. A menos que te des por vencida. ¡Pero te advertí que el ganador se llevaría todo!
— ¡No hay tal juego, Justin!—repitió alarmada al notar que él la abrazaba y que se acercaba más y más—.Dijimos cosas que no sentíamos. Hemos pasado tres semanas comportándonos con normalidad y espero que olvides el asunto.
— ¿Quieres que acepte mi derrota? —arqueó una ceja y rió sorprendido—. Yo nunca me doy por vencido. Y en cuanto al juego, seguirá adelante. Quizá tú hayas perdido el tiempo, pero yo he jugado mi parte desde el primer momento en que llegamos al escenario de la batalla. Me parece que has perdido algunos puntos. ¿O quizá no te has esforzado porque deseas perder? Si es así, dímelo y te llevaré a mi apartamento, ninguno de los dos ignoramos cuál es el premio.
— ¡Déjame ir! —lo empujó y, ansiosa, salió del coche y corrió hacia su casa. Algo la obligó a volverse. Justin la miraba sonriente, encendió el motor y gritó:
—Arrivederci, signorina. Creo que necesitarás otro plan. Uno más convincente.
Ella entró en su casa, cerró con fuerza y se dejó caer en un sillón; sus piernas ya no la sostenían.
¿Qué quiso decir con que él sí había estado jugando su parte? Hasta donde ella sabía, Justin no hacía otra cosa que ignorarla. Se asustó al recordar que desde hacía algunos días ella acechaba su presencia. Sí, él llevaba unos puntos a su favor
El lunes a primera hora le pidió consentimiento a Bill para cambiar de posición su escritorio. Colocó la silla de espaldas al pasillo. Así ya no vería pasar a Justin y él sólo podría verle la espalda.
El miércoles por la mañana, Bill salió a una reunión en la ciudad y ______ tuvo que ocuparse de sus documentos. Aún tenía dificultades para lidiar con el idioma italiano. En un expediente encontró una frase vital que no comprendió.
— ¡Oh!—miró alrededor en busca de ayuda, pero todos habían salido a comer.
Hurgó en el escritorio de Bill. El y Margaret, su esposa, estaban tomando clases de italiano y siempre llevaba un excelente diccionario con él.
El diccionario no la ayudó. Quería gritar de frustración. No tenía la menor duda de que esa era otra treta de Bieber para hacerla sentir menos que nada.
Sin saber cómo, de pronto aparecieron frente a ella un par de brazos fuertes enfundados en mangas de camisa. Apartó la mirada del libro.
— ¿Tienes problemas, signorina?—Justin Bieber se acercó tanto, que le habló casi al oído--. Yo puedo ayudarte. Sé que eres la única que no se ha preocupado por aprender el idioma —observó con calma—. ¿Tienes alguna razón de peso? Recuerda que quiero que todo aquel que tenga un puesto clave hable bien el italiano.

Un MomentoJB&TU (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora