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Permanecieron horas en el agua; al principio estaba asustada, pero después la entusiasmó el deporte. La brisa refrescaba su rostro y el sol quemaba sus brazos. Se sentía libre, segura y feliz.
Ella se dio cuenta de que Justin era un experto. Guardaba el equilibrio en la tabla y sus brazos fuertes manipulaban la vela con habilidad. Estaban muy cerca uno del otro, pero el chaleco salvavidas impedía que sus cuerpos se tocaran. El sólo le hablaba para darle órdenes.
El algunas ocasiones le permitió controlar la vela, corrigiéndole las manos cuando las ponía mal.
—Ahora inténtalo sola —le gritó para ser escuchado—. Mantén el equilibrio y muévete con el viento. El mar aquí no es muy profundo, no tienes de qué preocuparte.
"La práctica hace al maestro", pensó ______ al caer por octava ocasión, mas volvió a enderezarse. Le dolían los brazos por el esfuerzo, pero no se desanimó.
— ¡Ya es suficiente!—Justin llegó a su lado en su última caída y arrastró la tabla a la arena.
— ¡No es fácil! —exclamó al acostarse exhausta boca arriba en la playa; jadeaba por el esfuerzo. Por un momento olvidó que él la odiaba; era hermoso sentirse a su lado. Pero al contemplarlo cambió de idea; su rostro era duro y frío.
—Se necesita práctica —respondió arrojándole una toalla—. Por este día ya tuviste más que suficiente. Pensé que te darías por vencida mucho antes. Si te lo permitiera, continuarías hasta desmayarte —se sintió estúpida ante él y para distraerse se sentó y empezó a secarse el cabello. Estaba harta de soportar sus reproches. Cuando volvió a mirarlo, Justin ya estaba en el agua de nuevo, con la tabla en perfecto control y se dirigía a la bahía. La abandonó sin decirle una sola palabra. Ella observó su habilidad para conducir la tabla; parecía volar sobre el agua.
Por unos momentos los había unido un sentimiento de compañerismo, aunque no hubiesen charlado. Ahora Justin volvía a estar solo con sus pensamientos. No lo entendía ni confiaba en él. Era un hombre duro, salvaje, habituado a tomar por la fuerza lo que deseaba. Si ella no se mantenía firme estaría a su merced. Al lado de Justin Bieber sólo la esperaba la degradación. Y en el futuro de él sólo había una mujer: Stefanie Veccetti.
Resuelta, planeó lo que debía hacer. Tan pronto como terminara su contrato regresaría a Inglaterra y buscaría otro trabajo. Dejaría Bieber Italia y se olvidaría de Justin y de su breve estancia en Roma. Se echó boca abajo y cerró los ojos, desentendiéndose de todo, excepto de las olas, los chillidos de las gaviotas y los rayos del sol que calentaban su piel. Estaba cansada, tenía mucho sueño.
El contacto de una mano fría la despertó.
—______, te vas a quemar. Acuéstate boca arriba. Tienes los hombros enrojecidos, espero que no te vaya a dar insolación. Jamás debes quedarte dormida bajo los rayos del sol. ¡Haces cosas tan tontas! —agregó irritado. Se sentó medio dormida, sintiéndose idiota ante los ojos masculinos. La voz exasperada de él la despertó por completo—. Siéntate bien, voy a frotarte bronceador en los hombros y en la espalda —ordenó—. Eres la tonta más tonta.
— ¡Yo puedo hacerlo sola! —se defendió y tomó la botella. El se la arrebató y, obligándola a mantenerse sentada, le frotó la loción en la espalda.
—Mantente sentada e intenta comportarte —la regañó—. Si algo te pasa, mi padre me culpará y a ti te acusará de negligencia.
— ¡No quiero que lo hagas! —intentó alejarlo, pero se sorprendió al escucharlo decir:
—Ya quedó muy claro, al menos por mi parte, que tú eres una empleada y yo tendré que contentarme con Stefanie, aunque nada sienta por ella. No obstante, no pienso dejar que te quemes —tenía razón, pero esas palabras le dolieron. La dejó callada con el peso de la verdad. Se quedó quieta mientras él frotaba la loción sobre sus hombros—. Haz tu cabello a un lado, a menos que quieras que te lo ensucie —advirtió impaciente. Ella lo apartó deseando que terminara pronto—. No te imaginas lo vulnerable que pareces —su voz sonó extraña—. Como débil criatura en espera de su destino fatal —______ se tensó al percibir la intención de sus palabras, esperando que de un momento a otro saltara sobre ella, mas por el contrario, él le moldeó los hombros con las manos y acercó los labios a la delicada nuca.
______ se estremeció al sentir esa boca en la piel. Justin la atrajo hacia la frescura de su pecho húmedo y dejó escapar un ligero gemido de placer mientras dibujaba con la lengua la frágil espalda femenina.
—Dime que no lo deseas, ______ —la retó, consciente de que la chica era incapaz de resistir esa cercanía—. Dime que no deseas ser parte de mí.
Ella no pudo responder, su cuerpo empezó a arder ante el contacto de las manos y los labios de Justin; quería volverse, colocarse frente a él para que la abrazara.
— ¡Justin! —gimió aterrada cuando él empezó a quitarle la pieza superior del bikini.
Tan pronto como la despojaron del sostén, las manos posesivas y cálidas aprisionaron los senos y ella sintió su deseo despenar a la vida. Después de unos segundos de placer, Justin la volvió hacia él, la miró a los ojos, esfumando así lo que le quedaba de voluntad, y la acostó sobre la toalla, para acariciarla con frenesí.
—Alta, esbelta, adorable —le susurró al oído—, con el cabello rojo como el fuego de la pasión. Te deseo, ______, y sé que tú a mí. 
Se acostó a su lado y la abrazó con urgente necesidad al tiempo que ella entrelazó las piernas con las largas y musculosas extremidades masculinas. Sus cuerpos se amoldaron con tal perfección que hablaba de su deseo contenido. ______ sintió la ansiedad en él, la loca necesidad de poseerla en ese momento, allí mismo.
Ambos luchaban contra el deseo y la razón. El la miró a los ojos. Acercó lentamente sus ardorosos labios y la besó. ______ vibraba a causa de las múltiples descargas que recorrían su cuerpo.
Justin posó la cabeza sobre los senos y al tomar un pezón entre los dientes la hizo gritar de placer, mas de inmediato la confortó con la tibieza de sus labios. Parecía como si tantas semanas de espera lo hubiesen llevado más allá de su resistencia. La acariciaba con ansia, su boca insaciable devoraba los senos. El cuerpo de ______ estaba vivo y vulnerable, consciente de la virilidad que la dominaba física y mentalmente.
— ¡Justin! —sus sentimientos eran un dolor físico palpable, un dolor que sabía sería aliviado de una sola forma. Ella imploraba y él alzó los ojos brillantes por la pasión, pero mantuvo la mano sobre el vientre femenino.
—No, no será aquí —musitó—. Serás mía se oponga quien se oponga, pero cuando eso suceda, no será como resultado de un momento de pasión; durará hasta que yo sienta que mi deseo está satisfecho, hasta que me harte de tocarte, hasta que nos cansemos de besarnos.
Era claro que estaba seguro de ella. ______ asimiló con dificultad sus palabras. El la incorporó y le ayudó a ponerse el sostén. "Serás mía se oponga quien se oponga", recordó. ¿A quién podía referirse si no a Stefanie? Sus intenciones eran demasiado claras: quería hacerla su amante, quería satisfacer sus deseos con ella; se lo dijo muy claro. La mujer de su vida era acaudalada, tenía un título nobiliario, era la persona ideal para un hombre como Justin. Estos pensamientos la hicieron desviar el rostro cuando él quiso besarla.
— ¿______?—su voz parecía ansiosa. Comprendió que algo le sucedía y le preguntó con tacto—. Algo de lo que acabo de decir te hirió —examinó su reacción—. O quizá te atemoricé con mi ardor. ______, yo no me atrevería a lastimarte.
—No te daré la oportunidad —respondió sintiendo aún cada una de sus palabras clavadas en el corazón—, porque no tengo interés en ti.
— ¡Demonios! ¿Cómo puedes decir que no lo tienes? —la increpó con violencia y se puso de pie—. Estoy harto de este juego, ______. ¡Tú me deseas tanto como yo a ti!
— ¡No! —se negaba a aceptar la verdad—. ¡Yo amo a Chris! Quería casarme con él. Tú arruinaste mi vida y juro que te haré pagar. De hecho, creo que ya estás pagando. Quizá tú me desees, pero me complace informarte que tendrás que conformarte con tu hermosa y delicada Stefanie. Y si necesitas una amante de turno, ¡busca otra tonta!
— ¿Qué tiene que ver Stefanie con lo que sentimos? —la tomó con fuerza por el brazo, obligándola a levantarse.
—Con lo que tú sientes —lo corrigió.
Antes que él pudiera reaccionar, antes que la mirada de incredulidad desapareciera de su rostro, ella corrió hacia el mar y, sumergiéndose en el agua profunda, empezó a nadar con energía. Estaba consternada ante el descubrimiento de sus sentimientos hacia Justin Bieber; no quería pensar.
Nadó hasta que sus brazos se negaron a seguir adelante. En verdad era una excelente nadadora, pero el calor y la ferocidad de sus sentimientos recién descubiertos la debilitaron. Quiso regresar, pero al medir la distancia que la separaba de la playa, supo que jamás lograría llegar a salvo.
Se sobresaltó al ver emerger la cabeza de Justin junto a ella. Justin se acercó tanto como pudo, le pasó un brazo por el cuello, tomó su barbilla, le llenó lo pulmones de aire y nadó con ella hacia aguas menos profundas. Al llegar a la playa, la arrojó sin miramientos sobre la toalla.

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