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El estómago le dio un vuelco y su rostro perdió color. Siente un nudo en la garganta y las piernas como gelatina, de no estar sentado definitivamente hubiera terminado en el suelo. La impresión de la súbita noticia lo hizo quedarse en blanco, ido y sin saber qué decir. Siente desvanecerse. 

A pesar de estar prácticamente al pie del cañón, nunca le paso por la cabeza la enorme posibilidad que Stephen tenía de contraer la enfermedad, menos cuando se encontraba tan enamorado y feliz, y si alguna vez pensó que alguien podría contraer el cólera, era su persona. El pensamiento lo llevo a sentirse ensimismado y egoísta.

—Vístete, no hay tiempo que perder—dijo Bruce ante su falta de reacción.

El omega asintió torpemente y salió disparado hacia su habitación, allí se vistió con lo primero que encontró y, aunque trato de hacerlo lo más rápido posible, sus manos temblorosas entorpecieron la tarea.

En cuanto estuvo listo, se sumergieron en la espesa noche, encaminándose hacia las colinas primero por tierra en una silla litera y luego por el río, a través de una pequeña barca. Durante el trayecto, por su mente cruzaron varios pensamientos y dudas que exteriorizó mientras llegan a su destino.

—¿Qué paso?—preguntó con la mirada perdida, saliendo un poco de su estupor.

—El cólera se esparció al sur por el río. Como no tienen médicos ni hospitales, las personas del pueblo aledaño se desplazaron acá en busca de ayuda. Los detuvieron a tiempo para que no se adentrarán al pueblo y propagarán más la enfermedad, montando un campamento provisional cerca de las colinas—explicó el beta terriblemente serio.

—¿Cuándo enfermó?

—No lo sé con seguridad, creo que ayer.

—¡¿Qué?!—exclamó consternado—. ¿Por qué me avisan hasta ahora?—cuestionó indignado—. ¡Es mi esposo!

—El coronel Wong quería llamarte antes, pero Strange se lo impidió. No quería que te enterarás y lo vieras así. El cólera es algo terrible de ver.

—Es mi esposo—reiteró con el corazón en la garganta y lágrimas en los ojos—. Que crueldad no haberme avisado antes... —instó un tanto alterado—. ¿Por qué ahora si me permiten verlo?

El semblante de Bruce decayó y palideció al instante. Incapaz de seguirlo viendo a los ojos, bajo la mirada.

—Tony...—tragó saliva—, debes estar preparado. No olvides lo que dije del cólera—comentó acongojado y enigmático pues no es capaz de hablarle crudo y directo.

El joven calló ante la respuesta que le advirtió lo peor. ¿Acaso... se está muriendo?, pensó sin poder pronunciar esa pregunta en voz alta por temor a la respuesta.

Colocó sus manos empuñadas sobre su regazo y se hundió en sus pensamientos, recordando la conversación de Bruce advirtiendo los peligros del cólera y las pocas esperanzas que tiene una persona de curarse de la terrible enfermedad. Todo su ser se estremeció y más lágrimas escaparon de sus ojos. Su cuerpo comenzó a temblar ligeramente y todo su ser, especialmente su omega, se negó a la idea, albergando la esperanza de que su esposo libre la enfermedad. 

Alzó la vista y al hacerlo, se dio cuenta que uno de los soldados que los acompaña lo mira con verdadera lástima, lo que solo incrementó su ansiedad y le dio cabida a pensar lo peor.

—Diles que vayan más rápido—exigió el omega impaciente y ansioso.

El viaje le esta resultando una eternidad y teme que al llegar encuentre a su alfa sin signos vitales.

Cayendo lento (IronStrange AU)Where stories live. Discover now