Capítulo XIX: Sábanas Blancas

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Lucas:

¿Saben cuál es el precio de una verdad?

Pues, ella tiene el poder de transformar, contiene el arte de convertir todo, de una manera extraordinaria. Una pena que nunca sepamos lo que cambia precisamente. Puede canjear la desesperación y volverla calma, el miedo en compañía, el dolor en sanación y la más común de todas, el amor en lástima.

Yo vi desde el primer momento, el rastro de mentiras alrededor de Josslyn, solo que nunca supe que tan grande era su castillo imaginario, hasta el momento en que cayó al suelo. Cuando solo quedó ella, abrazando sus profundas cicatrices, en un intento por verse libre de su propia condena.

Mi consuelo en ese momento hacia ella, fue la más simple expresión de lástima. Ponerme en sus zapatos por dos segundos me heló el alma y de una forma absurda, pensé que podía ser su escudo, al menos hasta que ella supiese toda la verdad, después de ello, no iba a perdonarme. Y es que mi verdad no transformaría su cariño en lástima, sino en odio...

-Sí, mamá estaré bien, es solo por esta noche, se nos hizo tarde para regresar -ella hablaba por teléfono de un lado al otro en el porche de la casa.

-No -se dejó caer a mi lado aún con su madre al otro lado de la línea-, que no vamos a tener sexo mamá, por favor.

Una carcajada involuntaria brotó de mi interior y ella me miró como si quisiera ahorcarme. Se levantó del sofá con el mismo impulso que se sentó, a la par que me hacía una mueca para que me mantuviese callado.

-De acuerdo -asintió-, mañana temprano estaremos ahí, buenas noches mamá -y al fin colgó.

- ¿Tienes 18 años o 8? -me burlé desde mi posición.

-No suelo dormir fuera de mi casa, Lucas.

-Sí, me di cuenta -levanté mi trasero del mueble y fui a por ella, que se encontraba recostada a la pared-, por cierto -dije cuando estaba a unos pocos centímetros de su cuerpo-, ¿por qué tu madre cree que vamos a tener sexo?

Las mejillas se le encandilaron, resaltando aún más esos ojos negros, en los que me perdí inocentemente la primera vez que le vi. Mordió con cuidado su labio inferior y bajó su vista al suelo, evitando el contacto con la mía.

Demonios, por qué tiene que ser así.

- ¿Le confesaste tu amor por mí a tu mamá? -ubiqué mi índice bajo su mentón, tratando de que su vista regresara a la mía-. Yo he pensado seriamente en contarle a la mía.

- ¿Contarle qué?

-Nada -sonreí a medias-, hübsch.

-Idiota -balbuceó por lo bajo-. Creo que si vamos a pasar la noche en este lugar, mejor preparemos algo de comer, porque yo no sabré lo que pretendes contarle a tu madre, pero hambre si sé que tengo.

Finjamos que no sabes nada.

-Venga, busquemos algo -halé de su brazo hasta la cocina, para preparar algo, porque a mí el hambre también me estaba picando.

(Veinte minutos después)

-Nada -Josslyn abrió el último aparador de la casa y nada, no habían rastros de comida-, vamos a morir de hambre -se quejó por enésima vez.

-Técnicamente, aún queda la lata incógnita -intenté apaciguar el ambiente señalando lo único que habíamos encontrado por toda la casa.

-Sabrá Dios cuánto tiempo lleva eso ahí -desde abajo podía ver su cara de asco-, bueno, ya puedes devolverme al suelo.

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