Capítulo VII: Maldito Karma

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Josslyn:

Se me da fatal manejar cualquier emoción fuerte. Me vuelvo inestable, un amasijo de ideas que no concuerdan, comienzan a azotar mi cerebro, y mi boca las suelta sin ningún orden lógico. Pero en aquel entonces, la rabia, era la peor de todas. Porque cuando la sentía, me especializaba en herir.

Amaba ver cómo simples palabras, podían descolocar a cualquiera. Resultaba entretenido, saber que las personas tenían un límite, un punto de quiebre que con el que adoraba jugar.

Ganar, ganar.

En el momento en punto, en que Lucas se sentó en el asiento del conductor y arrancó el auto, lo único que había en mí, era ira. Deseos de hacerle explotar de rabia, igual que lo estaba yo. Sin mucho cuidado, comencé a buscar desesperadamente una vía para salirme de aquel coche.

Mis movimientos bruscos, le hicieron frenar en seco. Logrando que mi cuerpo saliera desprendido hacia adelante, ya que me había sacado el cinturón de seguridad en medio de mi ataque.

Me acomodé nuevamente en el asiento, mientras mi pecho subía y bajaba apresuradamente. Su rostro estaba de frente al mío, con la mandíbula tensa y en los brazos se denotaban las venas salientes, gracias a la fuerza que ejercía en sus puños.

Mira, ahora tú también estás enojado.

—Josslyn —se pasó las manos por el pelo, respirando por la nariz—, por favor, necesito que te quedes quieta de una puta vez.

— ¡NO! —le grité—. Yo no pedí venir, Lucas, así que llévame de vuelta.

—Y YO NO PEDÍ QUE TE MUDARAS —ahora él también gritaba—. La parte donde intento ser ¨amable¨ —hizo una especie de comillas con las manos—, no me dejas desarrollara. Tú y tu mal carácter, son los responsables de que estés en esta situación.

— ¿Enserio crees que yo quise estar en esta situación? —inquirí—. ¿Piensas que quería conocerte?

—Pero tampoco haces el intento por tolerarme, Josslyn.

—Es que tú no me la pones fácil, joder —me dejé caer contra el asiento.

—No voy a cambiar mi carácter por ti —habló, volviéndose nuevamente a la carretera.

—Ni yo pienso cambiar el mío -mustié.

—Es una pena.

—Lo mismo digo —dejé salir y él arrancó el auto.

Mis ojos comenzaron a cristalizarse por la impotencia y mis uñas se clavaron en la palma de mis manos. No estaba bien, no me sentía bien, de hecho, por segundo se me escapaba por completo el hilo de mi cordura.

Aproximadamente unos 20 o 30 minutos duró el viaje en carretera. Gracias a Dios, luego de nuestra discusión, él manejó despacio, porque ya sería lo último, también formar una rabieta por exceso de velocidad.

En cuanto el auto se parqueó, Lucas bajó del vehículo y cerró la puerta de golpe, antes de perderse en la multitud que le rodeaba.

No conocía a nadie y la sensación de encontrarme sola, en una fiesta llena de personas, con más de tres tragos encima, me tenía de los pelos de punta. El lugar era espacioso, sobretodo el jardín, que era donde me encontraba.

Cientos de parejas besuqueándose salían y entraban de la casa que se divisaba a pocos pasos. Vasos de plástico, botellas, palabrotas, escenas de casi sexo y personas con poco equilibrio para caminar, era todo lo que me rodeaba.

Bonitas vistas.

Me ahogo.

Respira, no va pasarte nada.

AzulWhere stories live. Discover now