Capítulo VIII: Ni infierno, ni paraíso

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Lucas:

Ella se fue, se llevó mi auto y mi paciencia junto a él. A pesar de que había corrido como un descerebrado detrás de Josslyn, nunca se detuvo. Simplemente decidió ignorarme, seguir como si tuviese dos años y esa hubiera sido su pequeña venganza.

Regresé a la casa de Joel, que era donde se llevaba a cabo la fiesta. Iba dispuesto a emborracharme a más no poder y terminar mi noche en una de sus habitaciones, acompañado de la primera mujer que se me paseara por delante.

—Lucas —se me enganchó al brazo Jessy, la hermana de Alex.

—Hola, preciosa —acomodé un mechón de cabello detrás del suyo y eso fue suficiente para que se le encendieran las mejillas.

— ¿Quieres bailar? —se puso frente a mí y remangó un poco su vestido, para que viese mejor sus piernas.

¿Por qué demonios Josslyn no podía ser así?

— ¿Lucas? —inquirió ella—, ¿bailamos?

—Claro —rocé con la yema de mis dedos, la piel desnuda de sus muslos—, no rechazaría semejante invitación.

Comencé a guiarla a la sala, donde todos se amontonaban para restregarse unos con otros. Donde la había visto a ella con sus diminuto pijama, bailando con Dylan.

¿Tanto le costaba quedarse dentro del auto? ¿No se daba cuenta que le estaba salvando la vida?

— ¡Hey! —la voz chillona de Jessy me sacó de mi ensoñación—. Estás en las nubes.

—Perdón —sacudí un poco la cabeza—, ¿qué decías?

—Que si querías ir arriba —el brillo de la lujuria era claro en sus ojos.

La verdad, es que sí me apetecía pasar la noche con Jessy, olvidarme de mis problemas y de Josslyn de paso. Cerrar mi día dándole orgasmos a una mujer hermosa, que además, a leguas se veía que lo que sentía por mí, no era solo carnal.

Tal vez era hora de escuchar a Alex y, entregarme a su hermana. Un poco de formalidad no le haría daño a nadie. Podría centrarme en una sola cosa, resolver los asuntos con mi padre y quedarme con la certeza de que hay alguien dispuesto a mimarme siempre que quiera o lo necesite.

No era un mal acuerdo. Pero ahí estaba el problema, lo veía como un acuerdo, como si tuviera que sacrificar una parte de mí, para que otra fuera feliz.

—No puedo —me solté de su mano y salí de la fiesta, necesitaba encontrar a Dylan.

Le busqué por todos los lugares transcurridos, pero no le hallé. Él era un chico bastante cerrado, aunque eso no le impedía disfrutar de fiestas o incluso tener sus ligues. Pero desde que su hermano y mi hermana terminaron, prefirió vivir su mundo a parte.

—Al fin —dije, al divisar su delegada figura hablando con un grupo de chicos en la azotea.

— ¿Lucas? —habló algo extrañado—, yo te hacía de vuelta en la casa con Josslyn.

—Se fue.

— ¿Cómo que se fue? —inquirió con una ceja.

—Se llevó mi auto y se fue —intenté explicar, pero su expresión no pareció relajarse.

— ¿Y qué haces tú aquí? —lanzó al suelo su cigarrillo.

—Necesito que me lleves de vuelta, es peligroso que esté sola en la casa.

— ¿Es por él cierto?

—No, esta vez hay más de un fantasma que pueden hacerle daño.

—Pues entonces, vamos.

AzulWhere stories live. Discover now