Capítulo IX: La historia que no fue contada

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Josslyn:

He escuchado que hay pecados que no duelen por cometerlos, sino, por guardártelos. Porque no esos no son mentiras, son verdades que escondes para evitar que te juzguen. Solo que a veces, terminas por hacerte tu propio juicio. Con una sentencia eterna y unas cadenas que pesan más de lo debido.

Yo pudiera contar que mi mayor pecado fue besar a Lucas. Porque un beso: puede ser inconsciencia, dos: una tentación, tres: un gustazo, pero, cuatro: la forma más sencilla de decir que terminarás por entregarte. Y yo no podía entregarme a él, como tampoco contar que ese fuera mi mayor pecado.

La Josslyn Gile que Lucas veía, era el mejor prototipo que jamás había construido. Era fuerte, pero tan débil a la vez, que parecía un cristal, capaz de cortar con la misma facilidad que de romperse. Es una pena que todo eso no existiese en realidad. Que mi verdadero yo quedara enterrado, porque cada vez que salía a la luz, alguien terminaba muriendo.

Mis mejores armas nunca fueron las que tentaron contra el cuerpo, sino, las que jugaban con la cabeza.

Toda la noche repetí una y otra vez la escena en la que su boca se unía a la mía. En la que su cuerpo estaba tan cerca, que podía sentirlo respirar pesadamente, cuando se separaba de mí.

Entre pensamientos absurdos y escenarios hipotéticos, creados por mi imaginación, me quedé dormida. La verdad, lo mejor de todo no fue lograr dormirme, sino el sueño que llenó mi noche.

...

La iluminación en mi habitación era intensa, pero llevaba dos horas levantada, sin poder poner un pie fuera de la cama. ¿Vagancia o pereza? Nunca sabré diferenciar una de otra, por ende, no podía erradicar el principal mal del que padecía.

-Señorita Gile -pude reconocer la voz de Tiana, del otro lado de la puerta.

- ¿Si?

-Su desayuno está servido abajo.

Agradecí que se marchara sin decir nada más. Así podía tener cinco minutos, para imaginar todos los pros y contras, de volver a encontrarme con Lucas.

Fue solo un beso por Dios.

Cuatro.

¿Qué más da? Fueron la misma noche.

Buen punto, fue solo un beso entonces.

Me puse uno de los tops del armario y los primeros shorts que encontré. Hoy no me las iba a dar de antisocial en la casa. Desayunaría y saldría a dar cualquier paseo motivacional por la ciudad. Sí, eso haría.

En cuanto entré al comedor, el olor a de las obras maestras de Tiana, me invadieron por completo. La enorme mesa, tenía más comida de la que pudieran comer solo dos personas.

¿Acaso botaban los restos después?

Hay niños muriendo de hambre, espero la gente de esta casa sea consciente.

-Gracias por la comida, Tiana -le sonreí a la cocinera, que se había quedado de pie junto a nosotros.

-Es mi trabajo -me devolvió la sonrisa-, me alegro les guste.

-Tiana, puedes marcharte si quieres, estamos bien -interrumpió Lucas, que desde que me había sentado, no me sacaba los ojos de encima.

Joder, no se daba cuenta de que era incómodo.

-Claro, yo tengo cosas que hacer en la cocina, si necesitan algo no duden en avisarme.

Tiana se marchó y el aire pesó como 30 veces más de lo normal. Yo no estaba muy nerviosa que digamos, pero las manos me sudaban y no podía levantar la vista de mi comida. Bueno, quizá sí que estaba un poquito nerviosa, pero es normal ¿no?

AzulWhere stories live. Discover now