Capítulo XVII: Ya te perdoné

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Josslyn:

Alex, otra vez Alex. Ese hombre había puesto mi mundo de cabeza en más de una ocasión. Siempre que él estaba cerca, algo en mí se rompía, porque sabía que todo era mi culpa. Yo le dejé entrar, le abrí las puertas de mi paraíso y lo convertí en un bendito Dios.

Ante su figura quedé de rodillas, millones de veces. Frente a sus palabras, me convertí en una bonita sombra para que estas brillaran lo suficiente. Porque solo encuentras luz, donde antes hubo oscuridad.

Tenerlo cerca significaba volver en el tiempo, traer de vuelta a la Josslyn que me prometí, jamás buscar. Supongo que los momentos de fortaleza, también traen consigo ovaciones de debilidad.

Subí las escaleras de la casa, haciendo resonar mis pasos en los escalones de madera. Esa fue la forma menos agresiva que hallé de liberar estrés y, aunque yo de psicóloga tenía lo mismo que de sincera, sentía alivio.

Me adentré a mi habitación, cerrando la puerta de un tirón tras de mí. Recosté mi espalda a la misma y me dejé caer a lo largo de esta, encontrando consuelo en la frialdad del piso de mármol.

—Demonios —di un grito ahogado de frustración y pegué el pecho a mis rodillas, en un intento por hacerme pequeña ante el mundo, que ahora, me quedaba grande.

—Joss —la voz de mi padre me desorientó por completo.

No, no, no, esto ahora no.

Consejo útil, revisa tu habitación antes de hacer un espectáculo.

—Pa-pá —tartamudee—, pero, ¿qué haces aquí?

—Te estaba esperando —se levantó del colchón y se arrodilló con cuidado frente a mí.

Más de cerca pude denotar el cansancio de su mirada, apostaría que no durmió en toda la noche. Yo nunca había salido así como así, aún con 18 años, en mi casa habían ciertas normas que debían cumplirse al pie de la letra.

—Lamento no haber ido a buscarles —me excusé.

— ¿Por qué no respondías al teléfono?

—No tenía ... —mi perfecta justificación se vio frustrada, cuando sus palabras atropellaron las mías.

— ¿Me vas decir que no tenías batería? —encarnó una ceja y se dejó caer a mi lado, con la cabeza recostada al marco de la puerta.

—No, es cierto, simplemente apagué el celular —confesé, al fin y al cabo, no tenía siquiera fuerzas para negar algo, que ya mi padre veía como obvio.

—Josslyn, antes de ser padre, tuve tu edad —sonrió, parecía que por un breve segundo, se impregnó de aquello que había sido su juventud—, solía escapar de mi casa, iba en busca de algo por lo que valiese la pena vivir.

— ¿Y lo encontraste?

—Sí —suspiró—, por muchos años pensé que vivir al límite, con la sangre llena de adrenalina lo era todo, hasta que encontré a tu madre, entonces entendí que antes no había vivido, sino, aprendía a destruirme con gente que decía salvarme.

Uy, entendí esa referencia.

—Nunca te imaginé como un badboy, papá —me acurruqué a su lado, en busca de algo de calor.

—Tonta —sobó mi cabeza—, lo que quiero decir con esto, mi niña, es que tú también necesitas buscar una razón por la que merezca la pena vivir.

—No quiero a más hombres en mi vida, siempre terminan por convertirla en un desastre.

—Joss, si no encuentras un alguien, busca un algo, un sentimiento, un propósito por el que merezca la pena luchar.

AzulWhere stories live. Discover now