Zoro, Robin y el último día

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Zoro estaba complacido al ver que la  emperatriz no lo había apartado. Sintiéndose feliz que ella le permita cuidar de ella, aunque se había dado cuenta que la emperatriz había sido protegida por mucha gente durante su vida; explorar, jugar, descubrir y tener nuevas perspectivas jamás estuvieron en su día a día. Verla ahora preocupada e indefensa lo hizo sentir responsable, lo que lo inclinó a darle la protección que alguien como él podía proporcionarle, al menos en eso él podía darle calor hasta que el sol pareciera sobre  la superficie de la fosa, y dar a válida sus sospechas.

Para su calma ella parecía cada vez más relajada, lo cual le complació. Siempre la había visto rígida y calculadora y sentía que ella merecía ser mimada, no como una princesa en apuros, sino como una mujer que está viviendo la vida por primera vez.

Sonrió al sentir el cuerpo de la emperatriz entre sus brazos mientras ella parecía calentarse aún más. Pronto se dió cuenta del perfume de ella. Justo lo que imagino, aceite de frutas y escencia de roble. Fresco y dulce, una combinación perfecta a ella.

Aunque le había advertido que esos días no vestiria con sus elegantes ropas de emperatriz y en cambio usaría las prendas prestadas sencillas de Coni, parecía que algo en ella era que amaba las escencias en el baño, lo cual era un alivio porque el también las disfrutaba. Pero ese aroma, sobre su cabellos y cada vez que soplaba sobre su cuello lo inundaba cada vez más, se sentía tan relajado ante su cercania y aroma y poco a poco su propia sangre empezó a calentarse. Su corazón latió tan fuerte que empezó a golpearle el pecho desde adentro.

Ella era hermosa, elegante, ocurrente, divertida, inteligente, seguramente incluso le gustaba que fuera algo caprichosa, e insegura, pero eso no le impedía avanzar, confiar, experimentar por ella misma y más. Adoraba lo mucho que había descubierto de ella en tan poco tiempo y como deseaba poder seguir así. Ojalá...

El pensamiento hizo que su cuerpo se abstuviera de continuar moviéndose. "Y si él..."

La pregunta se quedó al aire de sus pensamientos, porque Robin ahora estaba sujetando sus manos con las suyas para mantenerlo abrazado a ella.

— ¿pasa algo malo Zoro? — dijo Robin en un susurro con una extraña melancolía en su tono de voz, pero ella seguía respirando profundamente, a pesar de todo.

— no

Entonces ella se abalanzó sobre él. Tirandolo sobre su espalda, sobre sus prendas, sobre el cálido suelo, con ella apresandolo bajo su cuerpo. Las manos de ella a cada lado de su propia cara, encerrandolo cada vez más. Ella mantenía cierta distancia entre sus rostros, pero en su posición no había espacio entre sus cuerpos.

Ella parecía otra.

— Dime la verdad — dijo, no como una orden, pero si como una exigencia, cuyos ojos parecían segados por un único propósito.

Esa mujer no era la Emperatriz, era Robin. Y estaba feliz de verla.

Sonrió, se dispuso a hablar con sinceridad:

— me gustas

Ella no dijo nada.

—me gustas románticamente

Ella aún no dijo nada.

— quiero que vengas conmigo.

Sin decir palabra, ella no pudo más y se desplomó sobre su pecho, bastante impactada.

— sé que sigues consciente
— lo sé
— tu me pediste la verdad
— lo sé
— no pareces convencida
— lo sé.

— ¿que es lo tú quieres?¿Que es lo que tú deseas hacer?

Mariposa con aroma a frutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora