CAPITULO CUATRO: ¿QUIERES UN BESO?

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MARÍA.

Las cinco de la tarde. Las malditas cinco de la tarde y aún no sé nada ni de Vanesa ni de nadie. Como no esté haciendo cosas indecentes con Marcos en la piscina, tendré que asesinarla lenta y dolorosamente. Y parece que dos asesinatos en menos de veinticuatro horas eran demasiado trabajo.

Llevaba tumbada en la cama desde que llegué, mirando el techo con aburrimiento. Después de haber organizado mis cosas (y eso es todo un logro en mí porque normalmente llega la hora de regresar y medio equipaje sigue en las maletas); de haberme probado conjuntos, combinándolos como cuando eres pequeña y le robas la ropa a tu madre para hacer un pase de modelos (quién no haya hecho eso, no ha tenido infancia); y finalmente bailado hasta que mis pies han protestado por el sobresfuerzo de ejercicio, me puse a leer de forma desinteresada un libro al azar. Me acabé cansando, como las anteriores actividades. En ese momento echaba de menos las discusiones con Javier, lo que llevó a que me pusiese a pensar como un filósofo. Era muy extraño que yo echase menos lo más mínimo discutir con esa persona tan irritable. Algo no andaba bien en mí y después de horas de cavilaciones, había llegado a una conclusión: nada.

Exactamente, no sabía la perturbada razón que había detrás de esos pensamientos continuos hacia el castaño. Y me preocupaba. Me preocupaba demasiado. Quizás me había pegado su estupidez y había aniquilado la mitad de mis neuronas.

O quizás el aburrimiento tenía demasiado efecto en el cerebro humano.

Pero había preferido quedarme encerrada en esas cuatro paredes, ensimismada en mis extravagantes pensamientos, antes de salir y tener que enfrentar a Javier. Por mucho que haya tenido a Blumer metido en la mente la mitad del día, no me sentía con fuerzas de una disputa con él. Aunque, en cierto modo, la anhelase.

Demasiadas emociones contradictorias. Eso solo secundaba mi teoría de que había matado a la mayoría de mis neuronas.

La otra mitad de mi cuerpo, no la que deseaba discutir con Javier, me decía a gritos que estaba cansada. Otra vez, contradiciendo. Gritaba más la parte del agotamiento que la del aburrimiento, y agradecía eso. De todas formas, había llegado a deducir que era una mutación que se ha formado a través de una marmota, un perezoso o algún animal relacionado con la vaguería. Tendré que hacerme unas pruebas de ADN cuando llegue de esta estúpida y aburrida excursión. Sí, quizás me había vuelto loca y probablemente era debido al aburrimiento, incluso había recurrido a hablar con mi voz interior. Pero no quería entablar conversación, igual que yo, no estaba por la labor.

'Tonta tú'.

Cállate voz interior, no es el momento. Irónico, porque cuando he querido hablar con ella, se ha negado; ahora que no es el momento de que entre a la acción, aparece. Bueno, parece ser que ella también estaba en mi contra.

Tenía que salir de esta habitación aunque tuviese que enfrentar a Javier. Siendo coherente, no podía evitarlo por tres meses, ¡acabaría volviéndome aún más loca! Eso sin contar con que necesitaba comer. No podía vivir sin comida, lo siento.

Quizás eso de no evitarlo se pudiera posponer algo más de tiempo... No necesariamente tenía que enfrentarlo ahora mismo. Estaba baja de defensas debido al agotamiento, así qué, sabiendo que tenía pocas posibilidades de poder ganar en un asalto cuerpo a cuerpo, prefería salir sigilosa de mi escondite.

Abrí la puerta de mi habitación silenciosamente y asomé la cabeza por una pequeña rendija. Esta situación era surrealista, parecía que estaba escapando de un secuestro o que era una super espía la cual no podía ser descubierta por nada en el mundo. Miré hacia mis lados, no había señales de que hubiese nadie.

Eres idiota, pero te quiero. (Terminada).Where stories live. Discover now