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"El siguiente campeón puedes ser tú"

Astra

—Y tú, Astra, ¿qué harías con un millón de fichas? —me preguntó Kaeya con la vista fija en su cliente.

—Primero, pagaría mis deudas. Segundo, pagaría el tratamiento completo de mi mamá. Tercero, me iría muy lejos de esta ciudad de mierda.

Kaeya se rio. Zaid, nuestro otro compañero, se acomodó en la silla del fondo y ladeó una sonrisa.

—Yo me quedaría aquí —dijo—. Con un millón de fichas podría convertirme en el rey de la ciudad.

—Como si fueran a dejarte —respondí—. Todos sabemos quién manda, y no creo que un millón de fichas marque la diferencia.

Zaid suspiró y se encogió de hombros.

—Como sea, el premio este año es muy jugoso. Hasta yo quiero inscribirme en los juegos a ver si tengo una oportunidad. Imagínate todo lo que podría hacer con un millón de fichas.

Kaeya terminó de tatuar al último cliente de la noche. A diferencia de la mayoría, no habló demasiado mientras ella plasmaba su arte en todo su brazo derecho. Por eso nos sorprendió cuando el desconocido tomó la palabra mientras se ponía su camisa, pulcra y planchada, algo raro de ver en aquel barrio de la ciudad.

—Esa cantidad de dinero no es más que una ilusión.

Todos lo miramos con curiosidad y nos quedamos en silencio absoluto. El chico peinó los pequeños rulos de su pelo castaño hacia atrás y nos miró de la misma manera en la que los adultos miran a los niños cuando les hablan sobre cuentos de hadas.

—Si no se dan cuenta de que es una ilusión, entonces sí merecen apuntarse a Arcadis.

Sacó un puñado de fichas de su bolsillo y las dejó en el asiento donde Kaeya lo había tatuado, era mucho más que el precio que le habíamos dado. Sin siquiera dedicarnos una última mirada, el chico salió de la tienda y se perdió en aquella noche de lluvia.

Zaid, Kaeya y yo nos miramos confundidos.

—¿Y a ese qué le picó? —preguntó mi amiga, recogiendo las fichas y llevándolas a la caja.

—Es solo un niñito rico —atajó Zaid— y un imbécil. Ni siquiera te dio las gracias.

Kaeya hizo un gesto con la mano para restarle importancia y continuó haciendo el cierre del día. Zaid y yo empezamos a desinfectar las máquinas y cerrar todo mientras conversábamos sobre qué haríamos con tanto dinero en caso de que ganáramos el campeonato de Arcadis.

Eran solo fantasías, porque ni por un millón de fichas participaría.

Cada año se celebraba el campeonato Arcadis, una serie de juegos de supervivencia, fuerza y estrategia que podía sacar lo peor de quienes participaban en él. Fase tras fase se iban eliminando equipos hasta llegar a los tres campeones, y en cada edición el premio era distinto. Sin embargo, era la primera vez que ofrecían un premio tan grande.

—Yo me inscribiré este año —dijo Zaid—. Lo peor que puede sucederme es que no pase la fase de supervivencia.

—Lo peor que puede sucederte es que salgas mutilado de allí —corregí, poniéndome el impermeable—. Algunos participantes se lo toman muy en serio. Arcadis es entretenido de ver, pero no sé si valga la pena arriesgarse en vano.

A pesar de que gente muy cercana a mí había sufrido las terribles consecuencias de Arcadis, no podía negar que la experiencia de ver los juegos podía ser un poco... entretenida. Al menos hasta que empezaba a correr sangre, allí dejaba de ver. Pero, en general, siempre había sentido fascinación por las estrategias de los equipos y los dramas que surgían.

Arcadis: El juego ©Where stories live. Discover now