-"Sigue enojado"- pensó con tristeza.

Luego él regreso con un botiquín de primeros auxilio, y tomó uno de sus pies y comenzó a revisarlo.

Ella frunció las cejas y trató de quitarle el pie.

-¿Qué haces?- protesto avergonzada.

Él la miro serio y después suspiro cansado.

-¡Pequeño Monstruo!- murmuro preocupado.

-"Él no estaba enojado. Está preocupado de que su valiosa mercancía se le haya estropeado" – Susana pensó con amargura -¿Por qué se sentía tan mal?

-¡Déjame! - con enojo trato de quitarle el pie que él curaba.

-¡Que te quedes quieta! - la miro con el ceño fruncido.

Él siguió con la tarea pero esta se lo dificultaba.

-¡Porque no quieres obedecerme! - dijo de manera cáustica - ¡Solo trato de protegerte! - la miro fijamente- ¿Me puedes creer?

Ella lo miro con la boca apretada.

-No te creo- dijo enfadada.

El suspiro.

-Lamento mucho lo de ayer- se disculpó el hombre- pero si no te lo hago entender caerías en una trampa infernal donde no podría salir. Pronto todo va a terminar.

Ella sintió un escalofrío que recorrió todo su cuerpo, haciéndola estremecer.

-Nunca fue mi intención hacerte daño- le dijo mirándola a los ojos.

Ella supo que él le decía la verdad. Sin embargo, guardó silencio.

Él comenzó a recoger el botiquín.

-¿Buenos días? - se escuchó una voz de hombre a la espalda de Leo. Este se tensionó y se llevó la mano al cinto y recordó que su pistola la había dejado en el asiento del conductor. Otra maldita regla que rompía. Como siguiera rompiéndolas iba a terminar muerto muy pronto. Lentamente él se dio la vuelta, ladeando la cabeza de lado a lado de tal manera que las vértebras del cuello sonaron.

Él se preparó mentalmente para una lucha cuerpo a cuerpo.

Susana aun sentada en la silla donde Leo la estuvo curando miraba a los dos hombres que a simple vista se les notaba la mala intención que traían contra ellos.

Leo se acercó a Susana y la tomó de la mano.

-¿Qué quieren? - Su voz sonaba amenazante. Mientras hablaba colocaba a Susana detrás de él- ¡Si esto se pone feo solo corre!- le dijo a la joven en voz baja.

Ella lo miro horrorizada comprendiendo el mensaje de él. Ella tenía los pies vendados y estaba descalza nuevamente.

-¿Queremos saber si necesitas ayuda?- dijo uno de los hombres mientras se agarraba los testículos, dejando en claro las intenciones perversas que estos tenía.

-¡Mi esposa y yo no necesitamos de su ayuda! ¡Lárguense! –dijo Leo con voz alta y enojada.

Ella por instinto se agarró del pantalón de él en la parte de atrás, él con su brazo la protegía y la guarecía.

Los hombres caminaron hacia él de manera amenazante. Uno de ellos saco un bate que había escondido en la parte trasera del cuerpo. Leo empujó a Susana a un lado, manteniéndola siempre detrás de su espalda y coloco las manos en posición de defensa.

-¡Lárguense! - decía sin bajar la guardia.

Consciente de que lo iban a atacar espero el primer golpe, el cual él esquivo y enseguida lo devolvió dando un puñetazo en la nariz a su contrincante. Rápidamente el otro hombre se apresuró a golpearlo con el bate, pero él lo esquivó, y lanzo una patada a la rodilla haciendo que el hombre cayera arrodillado.

-¡Maldito!- el hombre tirado en el suelo se agarraba la rodilla y enojado vociferaba mil maldiciones. En su aliento se podía sentir el rastro de la droga y el alcohol- Te vamos a matar desgraciado.

El otro hombre con golpe en la nariz tenía la cara llena de sangre, así que furioso volvió arremeter con un palo que saco de la hoguera, haciendo que las cenizas lastimaran la cara de Leo.

Los movimientos de los hombres quedaron adornados por las chipas que volaban por los aires dificultado la percepción de Leo para defenderse. Él sabía que si lo derrotaban le harían daño a ella. Ella era su prioridad y no lo estaba haciendo bien.

-¡Maldita sea!-gruño molesto por lo que estaba pasando.

Leo retrocedió tratando de aclarar su visión y quedo indefenso. El hombre le volvió asestar otro golpe en seco luego con rapidez se enfrasco dándole un gancho a la derecha, a la izquierda. Leo sin defensa, recibía uno a uno los golpes pero rápidamente recobro la posición de ataque y se abalanzó, devolviendo los golpes en la cara, en el costado, y al tener la oportunidad lanzó una patada para dejarlo inconsciente.

Leo jadeaba por el ejercicio extremo. Eran dos contra uno debía disuadirlo de que los robaran y mataran que esa era sus intenciones. Tenía que evitar que ellos ganaran.

-¡No quiero problemas! - gritó Leo. Trataba al máximo de evitar más enfrentamiento, todo se podía venir abajo, llegaría la policía y quedaría todo al descubierto- ¡Lárguense de aquí!

Susana estaba petrificada con las manos en la boca veía como los dos hombres golpeaban a Leo.

El hombre que cojeaba por la patada en la rodilla tomó el bate y lo golpeo por la espalda en la cabeza haciéndolo caer de bruces. Comenzó a fluir sangre, llenando el rostro de Leo.

-¡No!- grito la joven al verlo caer.

El hombre al ver derribado a Leo levantó el bate con toda la intención de ultimarlo, ahora que él no podía defenderse al ataque.

-Tu no quieres problemas- rio el hombre - ¡No te preocupes, el problema te quiere a ti! - decía con una mirada perdida, y reía de manera descontrolada.

Susana que aterrada veía como Leo yacía en el piso, con el rostro lleno de sangre, solo pensó en tomar el madero que estaba tirado al lado del hombre que quedó inconsciente y lo agarra con ambas manos y sin pensar ni perder tiempo, con todas sus fuerzas le pega en la cara al que tenía el bate derribándolo. Este cayó y su rostro se llenó de las chispas de fuego que aún tenía el madero.

Ella respiraba rápido y al verlo quieto arrojó el madero y corre donde está tendido el cuerpo de Leo y llorando comienza a gritar.

-Leo, Leo despierta - ella lo gira y lo zarandeaba con fuerza -¡Levántate!- decía a gritos.

El hombre con la cara quemada por el tizón se levantó y se acercó a la joven que no se percató de su presencia y la prendió del cabello halándola para levantarla de donde se hallaba. Luego con extrema rapidez la tiro a un lado para luego tirarse encima de ella y tratar de besarla a la fuerza.

-No- grita la joven- no.

El asco y la repulsión, mezclada por el terror que en esos momentos se prendieron de ella, daba gritos y pataleando con fuerzas, moviendo la cabeza de un lado a otro con tal fuerza que el hombre se le dificultaba besarla.

-Vamos chiquita- decía el maloliente hombre.

-No- su grito se perdió en el inmenso bosque frondoso.

Amor prisionero.Where stories live. Discover now