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Miércoles, 26 de agosto

Puesto que Ryan y yo habíamos reconocido que estábamos recibiendo mensajes amenazadores, decidimos que sería buena idea registrar la habitación de Aidan por si hubiera estado recibiendo amenazas antes de morir. No teníamos acceso a la casa de Hannah, pero, en caso de descubrir algo sospechoso en la habitación de Aidan, encontraría la manera de acceder a ella.

***

—No entiendo nada —le dije por teléfono a Ryan mientras miraba el techonde mi habitación.

Mis padres estaban abajo. No aguantaba tenerlos constantemente preguntándome si estaba bien. No lo estaba, y tener que aparentar lo contrario resultaba agotador.

—La verdad es que no te enteras de nada. No protestes; nadie entiende nada.

Ignoré el comentario, en parte porque no tenía ganas de perder el tiempo discutiendo con él y en parte porque no lo había dicho para hacerme sentir como una tonta.

—Si Aidan y Hannah hubieran estado recibiendo algún tipo de acoso antes de morir, ¿por qué ella no me comentó nada? Es una posibilidad remota ¿verdad?

—Probablemente, pero sigue siendo un escenario que tendríamos que considerar. A lo mejor averiguaron quién los estaba amenazando y por eso los
mataron.

Sí, tenía sentido. Si Millie Noah o Finn habían estado enviando amenazas y Hann y Aidan habían descubierto quién de ellos era el autor, era más que probable que el acosador les hubiera querido cerrar la boca. A lo mejor conseguíamos encontrar alguna pista de esa persona en la habitación de Aidan. Yo, por ejemplo, había conservado todos los mensajes que había recibido.

—¿Así que tendríamos que encontrar algo que vinculara a Millie, a Noah o a Finn con las evidencias que podamos descubrir en la habitación de Aidan? — dije, y conecté el altavoz del teléfono para no tener que sujetarlo.

—Pan comido, ¿verdad? —replicó Ryan con ironía.

—Tengo miedo, Ryan. Quien quiera que esté enviando estos mensajes nos ha metido el miedo en el cuerpo para que no vayamos a enseñárselos a la policía. Ese mensaje que recibiste decía que me iban a matar.

La traición me quemaba como el ácido. Quien quiera que enviara ese mensaje estaba demostrando que le daba igual a quién hacer daño, lo que lo convertía en alguien muy peligroso.

—¿Quieres que pase a recogerte? —sugirió Ryan.

—No, tranquilo. Enseguida estoy ahí.

—Como quieras. Hasta ahora.

Me tumbé hacia un lado y corté la llamada. Cuando llegara a casa de Ryan me sentiría mejor. Estar a su lado me hacía sentir más segura. Era grande y fuerte y sabía que jamás permitiría que me sucediera nada. Por mucho que lo conociese desde hacía poco tiempo, confiaba en él por encima de cualquiera de mis amigos. Era el único que me estaba ayudando. Desconocía si Hannah y Aidan ya estaban muertos cuando Ryan y yo subimos a la habitación, y estaba segura de que Ryan tampoco lo sabía.

Desde los asesinatos, salir a la calle me ponía muy nerviosa, y aquel día no iba a ser una excepción. Me preparé y salí de casa cerrando de un portazo. Las mujeres que se reunían para tricotar en el local social del ayuntamiento iban de camino a su encuentro semanal: cinco viejas criticonas que se pararon para mirarme de arriba abajo.

Antes de los asesinatos se habrían quedado un rato charlando conmigo para decirme que tendría que poner «un poco más de carne a esos huesos». Pero esta vez se limitaron a chismorrear por lo bajo entre ellas y a lanzarme miradas por el rabillo del ojo. Mildred, la mayor y la que, además, llevaba el tinte rojo más chillón de todo el grupo, solía ser siempre la primera en decirme algo. El invierno pasado me había tejido una bufanda a rayas rosas y marrones porque, según ella, nunca iba lo bastante abrigada. Me dolía que me hubiera rechazado con tanta facilidad. En teoría, la gente seguía siendo inocente hasta que se demostrase lo contrario. Las ignoré, subí al coche y me alejé rápidamente de sus miradas
críticas.

Échame la Culpa [R.G]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora