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Lunes, 17 de agosto

Todos los ojos estaban posados en mí y en mis amigos. Y de eso hacía ya nueve días, desde que Aidan y Hann habían sido asesinados. Habían registrado mi habitación y había tenido que volver a contar mil veces mi versión de los hechos.

Se supone que eres inocente hasta que se demuestre lo contrario, pero, en cuanto salía de casa, la gente me miraba y susurraba cosas como «No puede ser ella» o «Normalmente son los más buenos, ya sabes». Mujeres que llevaban toda la vida tomando el té con mi madre y planificando obras benéficas para la ciudad cruzaban a la otra acera cuando me veían por la calle. Era terrible saber que muchos de los vecinos que me habían visto crecer me tachaban de asesina. Nos habían tildado de asesinos a todos nosotros. Corrían muchos rumores. Y, al parecer, el más popular era que lo habíamos planificado entre todos y que ahora nos encubríamos mutuamente.

La madre de Aidan, Lauren, nos recibió en su casa para el velatorio. Hacía años que conocíamos a Lauren, y confiaba en que no nos creyera responsables del crimen. Los demás parientes de Aidan, sin embargo, parecían juzgarnos. Millie se agarró a mi brazo. Desde que habíamos cruzado la puerta, y de eso hacía ya diez minutos, no había mirado a los ojos a nadie. No estaba haciendo nada para demostrar nuestra inocencia y me daba la impresión de que le daba igual. De entrada pensé que la policía querría retener más tiempo los cadáveres de Hannah y Aidan, pero resultó que no. Mi madre siempre decía que el proceso de curación empezaba en cuanto te despedías para siempre. Yo no estaba de acuerdo con ella. El funeral era la despedida, pero después tenías que rehacer tu vida y encontrar la forma de gestionar la ausencia de la persona fallecida. Después de la despedida venía lo más duro. Me había costado mucho salir adelante después de lo de Sadie y Tj y tenía la sensación de que era la única de mis amigos que aún seguía luchando por salir adelante.

—No tendríamos que haber venido —dijo Noah, repasando la estancia con
sus ojos de color esmeralda. Estaba nervioso y crispado.

Enderecé la espalda.

—Tenemos el mismo derecho que cualquiera a estar aquí. No hemos hecho nada malo. Por mucho que no fuéramos los mayores admiradores de Aidan, era el novio de Hann. También tenemos que despedirnos de él.

—Pero es evidente que la familia no nos quiere aquí —añadió Finn, hablando entre dientes.

—No nos quedaremos mucho rato. Solo lo suficiente para expresarles a Lauren y a Ryan que estamos a su lado en todo esto.

Finn resopló.

—Tendríamos que vigilar más de cerca a Ryan

Puse cara de exasperación y le dije:

—¿Y por qué?

—¿Quién es el asesino más probable, Mackenzie?

Me encogí de hombros.

—No lo sé. Un loco que andaba por los bosques que entró y...

Noah suspiró.

—Nadie forzó las puertas, Mack. Finn tiene razón. Tiene que ser Ryan

—No es él, Noah

Me miró a los ojos.

—¿Por qué no? ¿Qué hay entre ustedes dos?

Me pasé la lengua por los labios. No me apetecía contarles que había pasado la noche con Ryan. Tendría que hacerlo algún día, pero ahora no era el momento. Creían que Ryan era el asesino y si se enteraran de lo nuestro sus sospechas aumentarían todavía más. Estaba segura de que dirían que lo había hecho tan solo para tener una coartada.

Échame la Culpa [R.G]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz