3

32 6 0
                                    

Dos horas más tarde, Ryan y yo estábamos de nuevo en la cabaña, inmersos en juegos de bebida con mis amigos. Tardé poco en ponerme otra vez achispada y luego pasé a estar completamente borracha. Aún recordaba mi nombre y el del primer ministro, pero era evidente que ya había tomado una copa de más.

Eché la cabeza hacia atrás y reí como una histérica hasta que mis abdominales empezaron a protestar. Cuando estás borracho, todo lo que apenas tiene gracia cuando estás sobrio se exagera, y cuando Noah se cayó fue desternillante. Ni siquiera cayó al suelo, fue más bien un tropezón, pero como estaba borracha daba igual. Se incorporó y miró a su alrededor, como si confiara en que no nos hubiéramos dado cuenta de nada.

No podía parar de reírme.

—Vete a la mierda —soltó, y miró a Hannh con mala cara al ver que ella también rompía a reír.

—Qué susceptible —murmuró ella recostándose contra el pecho de Aidan cuando él la rodeó con el brazo.

Noah se cruzó de brazos.

—¿Susceptible? ¿Lo dices en serio, Hann? De haber sido Hannah la que hubiera tropezado, no le habría parecido tan gracioso.

—Cierra el pico, tío —ladró Aidan

¿Acaso ya no podíamos pasar ni una hora sin discutir? Antes de Aidan, rara vez nos peleábamos. Refunfuñé y me llevé las manos al estómago. Lo tenía lleno de enchiladas y supongo que por eso había sido capaz de aguantar todo el alcohol que me había metido en el cuerpo.

Ryan puso los pies en la mesita y estiró el brazo sobre el respaldo del sofá, por detrás de mí. Finn nos miró con recelo. Me negué a mirarlo a los ojos y me crucé de brazos. No me apetecía ser el centro de atención.

Mi paseo con Ryan había provocado más de una cara de sorpresa. Era evidente que mis amigos —con la excepción de Hann, y excluyendo a Aidan— no lo veían con buenos ojos, aunque probablemente fuera por su parentesco conAidan, puesto que ni siquiera habían tenido tiempo de hablar con él. Si estaban dándole una segunda —o una décima— oportunidad a Aidn, bien podían darle a
Ryan una primera. Pero Finn era terco y protector y sabía que sería, con diferencia, el más difícil de convencer.

—Mañana tendremos una resaca de las que hacen historia —dijo Millie,
gimoteando.

No estaba tan bebida como aparentaba, pero siempre era así. Había perfeccionado su discurso para que la gente se fijara en ella, y caminaba a trompicones. No le gustaba estar borracha ni perder el control, pero tampoco ser la rara y la distinta, así que había optado por fingir. Todo el mundo sabía que fingía. Creo que ella sabía también que los demás lo sabíamos, pero le seguíamos la corriente y nos reíamos viéndola hacerse la tonta y la borracha, tambaleándose. Era todo un poco ridículo.

—¡Más chupitos! —anunció Finn señalando los vasos vacíos que había sobre la mesa.

Ya había perdido la cuenta de cuántos llevábamos. Pero por mucho que hubiéramos bebido, íbamos bastante lentos en comparación con aquella noche. Ryan estaba sorprendentemente sobrio para la cantidad que había bebido. Pensé que para tolerar el alcohol de aquella manera tenía que estar bastante acostumbrado a beber.

Cuando se levantó para ir a buscar más cerveza caminaba en línea recta. La bebida no paraba de circular y empecé a encontrarme mal. Me daba vueltas el estómago y cada vez que bebía un trago tenía la sensación de que se me cerraba dolorosamente la garganta. Millie había traído un licor italiano y nos hizo terminar la botella porque, según dijo, «si vuelvo a casa con esa mierda, mi madre me echa». Y era comprensible. Sabía a limón y te quemaba por dentro. Sabía a limpiador de baño. Nos pulimos también la botella de ron con especias de Finn.

Échame la Culpa [R.G]Where stories live. Discover now