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Por suerte, el coche de Finn era el único aparcado en el camino de acceso a su casa cuando llegué allí después de haber ido andando a recoger el mío. No había ni una sola persona en el mundo que no mintiese; lo que ocurría es que había mentiras inofensivas y mentiras peligrosas. A veces costaba vislumbrar la diferencia entre ellas. Y yo estaba dispuesta a averiguar qué secretos ocultaba Finn y qué mentiras había contado. Ir a recoger el coche me había llevado más tiempo del que me imaginaba. En aquellos momentos solo me quedaba un amigo en quien aún confiaba. Aunque eso también podía cambiar, y pronto.

Cuando se abrió la puerta supe que había estado demasiado tiempo sentada
en el coche. Evidentemente, Finn ya me había visto. Cuando salió al jardín me miró como si fuese un bicho raro, como si acabara de salirme otra cabeza.

—Mack, ¿qué estás haciendo? —preguntó, alzando la voz por encima del ruido del motor de mi coche.

Quité el contacto y abrí la puerta.

—Lo siento, estaba en otro mundo —dije. «En un mundo donde aún puedo imaginar que al menos uno de mis amigos no miente.»

—¿Estás bien?

Finn era la inocencia personificada. Tenía unos ojos marrones angelicales, el cabello azabache y cara de no haber roto nunca un plato. No me lo imaginaba haciendo nada malo. Jamás.

—Sí, estoy bien. ¿Y tú?

—Pues claro. No viniste anoche a casa de Millie. Te echamos de menos.

Me encogí de hombros y me detuve al llegar donde estaba él.

—No estaba con ánimos.

Me acarició debajo del ojo con el pulgar.

—Veo que tú tampoco duermes bien.

—¿Tan mala pinta tengo?

—¡No! —Sus ojos me miraron con bondad—. Solo pareces un poco cansada, y quizá estresada. Pasa.

—¿No está tu madre?

—No, estamos solos. Sube y prepararé té y chocolate.

Era el Finn protector de toda la vida, y su actitud me reconfortó el corazón.

—Qué bien me conoces.

Subí y me acurruqué en la cama de Finn para esperarlo. Mi teléfono sonó, anunciando la entrada de un nuevo mensaje. Era de Ryan

Mira en los cajones. Si me necesitas, envíame un mensaje con la palabra «AYUDA» y vendré
volando con el Batimóvil.

Sonreí para mis adentros. Ryan no era tonto. Le había dicho que iba a ir a casa de Finn. Nos habíamos reconciliado después de la pelea y habíamos decidido fingir que nunca había pasado. Ya me iba bien. No me apetecía hablar del tema.

Tecleé la respuesta:

Batichica no necesita ayuda.

¿¿¿Tienes un disfraz de Batichica???

Solté el teléfono y reí pensando en el mensaje que me había enviado.

—¿De qué te ríes? —preguntó Finn. Entró en la habitación con los bolsillos llenos de chocolatinas y una taza de té en cada mano.

—De nada —respondí, y me senté para cogerle la taza. Finn no tenía muy buena opinión de Ryan y decidí no iniciar la conversación hablando de él—. Gracias.

Le di un sorbito al té. Estaba hirviendo, pero no me importó quemarme la lengua. Dejé la taza en la mesita de noche. El teléfono de Finn emitió un sonido. Finn se quedó paralizado y se puso serio antes de sacar el teléfono del bolsillo ¿Estaría también recibiendo mensajes del acosador?

Échame la Culpa [R.G]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora