Tn cree que Jungkook es perfecto para su vagina y para perder con él su virginidad, pero ella es la hermana de Jimin su mejor amigo... está prohibido mirar, tocar y menos tener sexo con ella.
❎. No está permitida ni la copia ni la adaptación de ésta...
—Mocosa me ha dicho Jungkook que sois compañeros de clase —dijo Jimin cuando estaba yo comiendo mis cereales.
—Sí somos compañeros —puse los ojos en blanco.
—Me gusta así no dejará que ningún chico malo se acerque a tí —no solo se acercará él, dije para mí.
Bajaron Jin y Taehyung para desayunar.
—Buenos días chicos.
—Buenos días —les dijimos.
Se sirvieron sus cereales y nos pusimos a comer los cuatro juntos. Vi que Jungkook no venía a desayunar pero no quise preguntar.
—¿Oye Jimin la fiesta sigue en pie no? —dijo Jin con la boca llena.
—Por supuesto no me la perdería por nada del mundo —mi hermano sonreía demasiado.
—¿TN, tu vendrás? —dijo Taehyung y mi hermano le pegó por debajo de la mesa en las espinillas.
—Ayyy —gritó él —te he dicho que ya es mayorcita.
—Y yo he dicho que ella no va a esas fiestas.
Los dos peleaban por mí y eso me subió el ánimo. Algo era algo.
—Jimin ¿Porqué no puedo ir? —le puse ojitos e hice un puchero para ver si se ablandaba.
—Mocosa no quiero que te hagan daño —siempre tan protector, ya cansaba.
—Pero si es tan malo ¿Porqué vas tú?
—Bingo TN —rió Taehyung— buena pregunta —y me puso la mano para chocar los cinco.
En eso se abrió la puerta de la calle y entró Jungkook.
Mis ojos no estaban preparados para tal visión.
Venía de estar corriendo, con un chándal gris, el pelo mojado por el sudor y jadeando aún.
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—Hola chicos ¿Hay cereales para mí? —pasó por mi lado y despeino mi pelo.
—¡Jungkook por favor!, no te gusta nada más que molestarme —reía y se mordió el labio antes de ir hacia la encimera de la cocina.
—¿Tú vendrás a la fiesta ésta noche? —le dijo Taehyung.
—Claro, cómo voy a dejar a mis nenas solas, me van a echar de menos si no voy —se puso a bailar sexi con el tazón de cereales que se había preparado, hasta que llegó a sentarse a mi lado.
—¿No crees? —me preguntó y me guiñó un ojo.
—A mí me da igual lo que hagas —lo dije levantándome de la mesa— ¡A mí cómo no me dejan! Voy a ver si voy a misa a rezar un poco en esas horas —tenía ganas de llorar.
