CAPÍTULO I

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Nadie sabe lo arrogante que es un príncipe hasta que lo conoce en persona

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Nadie sabe lo arrogante que es un príncipe hasta que lo conoce en persona. Ocasionalmente son apuestos, sí, aunque no siempre.

Reprimí un bostezo mientras me quedaba en aquella esquina, silenciosa, oculta tras las sombras que yo misma había conjurado.

—¿Entonces eso es lo que sugieres? ¿Que no cerremos nuestra alianza con Aherian? —Vi como los ojos del príncipe se entrecerraban, entonces Idelia asintió y él no hizo nada para reprimir su carcajada mientras resoplaba —: Debías de ser la hechicera de la corte Iriamna.

Iriam. Ajá, curiosa referencia. El pequeño reino devastado por nuestro propio ejército, reino que ahora no solo carecía de hechiceros para su corte, sino que ni siquiera tenían una. Todos se habían sentenciado justo en el momento en el que renegaron de la magia, de los hechiceros para predecir cual debía ser el mejor movimiento. Zabia, la gran ciudad en la que nos encontrábamos, utilizó eso a su favor.

No pasaron dos semanas cuando, por orden del rey, Idelia los indujo en la somnolencia y el ejército de Zabia los masacró gracias a ella.

Pero no, no diría aquello en voz alta. Aunque sí que reprimí una risa baja.

La hechicera se mantuvo imperturbable.

—Su alteza, perdone mi insolencia, pero eso es lo que sé. Ellos os traicionarán, nada bueno viene de una alianza de cristal. No se sabe a quién cortará cuando esta se rompa.

El príncipe no se molestó en fingir que la escuchaba, simplemente se quedó mirando las sombras de la habitación con aire pensativo. Por un momento, por un frágil instante, sus ojos conectaron con los míos y casi podía jurar por Zabia que me había visto; sin embargo, sacudió su cabeza y volvió a mirar a Idelia.

—No quiero tus acertijos, si de veras estás segura de eso, habla con mi padre. Detener esta alianza no está en mi mano.

La hechicera hizo una pequeña reverencia.

—Su alteza.

No me molesté en seguirla cuando se fue de la habitación. Ella nunca me obligaba a hacerlo.

Me quedé estática en mi posición, observando al primogénito de la corona. Su cabello negro como el tizón estaba extrañamente desaliñado y necesitaba un corte con urgencia. Sus pómulos eran marcados, su mandíbula levemente cuadrada, sus manos fuertes y perfectamente cuidadas —como las de toda la nobleza—, y sus ojos ambarinos eran inesperadamente astutos.

Siendo sincera, no me esperaba menos del gran príncipe. Los rumores corrían por el palacio como un quepak hambriento.

El príncipe, es el príncipe Keelan, ha vuelto.

¿Había un príncipe?

Claro que sí, tonta. Dicen que es el más apuesto de todos, que es hábil en la batalla como el más experimentado comandante. También dicen que no necesita consejeros, que él es taan inteligente que maniobra solito.

Reino de magia y sangre [Disponible en Físico] ✔️Where stories live. Discover now