CAPÍTULO XV

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Chica, — la yegua a la cual había bautizado como tal, — se había recostado en el suelo y ahora estaba cabeceando contra el pasto, con sus patas flexionadas.

Descolgué la capa de mis hombros, dejándola caer sobre el lomo de Chica. Palpé el espeso pelaje de la prenda, acomodándolo sobre su cuerpo. Ella movió levemente sus orejas, soltando un ronquido feliz y placentero, removiéndose levemente al sentir el pelo de la capa. No pude evitar sonreír mientras me levantaba, frotando con mis manos los antebrazos de mi túnica.

Dejé a la yegua sobre el pasto, tumbada tranquilamente bajo el cobijo de aquella manta. Si Idelia viera esto, me haría comerme a Chica, cruda y sin siquiera sazonar.

Menos mal que mi madre no estaba aquí para verme. Si era sincera, estaba casi segura de que mi altruismo hacia aquel animal era más bien debido a que había tenido que pasar todo el día con el. Y, probablemente, siguiese así durante semanas.

No me quejaba demasiado por ello. Sinceramente, había sido mi mejor compañía en años.

Por supuesto, sin contar a Lucca.

Me dirigí al carruaje, sabiendo lo que me deparaba entre aquellas paredes de nenúfar trenzado. Suspiré mientras levantaba la madera de la trampilla y me deslizaba hasta el suelo, escuchando el metálico sonido de alguien limpiando un arma.

Mis botas cayeron sobre la madera de golpe, esta vez dejándome de pie sobre el suelo. Me giré hacia aquel sonido, encontrándome con Keelan sentado sobre los pies de la cama, con su espada sobre las piernas y pasando con firmeza un paño por ella.

Él ni siquiera me dedicó una mirada cuando habló: — No pienso dormir ni un solo día más arriba. Este es mi carruaje, así que vete a dormir a otro lugar.

Fruncí el ceño en su dirección.

—No voy a dormir en otro lugar. Si aquí hay una cama, voy a aprovecharla.

Keelan esta vez sí que elevó su mirada. Aunque, para lo que reflejaba, hubiera preferido que no lo hiciera.

El príncipe apretó aquel trapo en torno a la hoja de la espada, clavando tanto sus dedos sobre él que casi estuve segura de que sangraría.

Me preparé para que me echase y que, entonces, tuviese que empezar otra pelea entre ambos. Sin embargo, él príncipe tomó una prolongada respiración y únicamente se encogió de hombros, volviendo a retomar la limpieza de su espada; deslizando aquel trozo de tela por toda la longitud de aquella arma, sin volver a dedicarme ni una ojeada.

—Haz lo que quieras.

—Bien — aseguré, dándome la vuelta hacia aquella esquina donde se apilaban nuestras prendas y armas. Mis botecitos estaban en una esquina, escondidos justo tras mis montones de ropa limpia. Suspiré mientras desasía todos los botones de mi túnica, mientras intentaba hacer equilibrio para descalzarme lo más rápidamente.

Yo nunca antes de este viaje me había desnudado por completo frente a ninguna persona. Había tirado, hecho jirones y arrancado prendas de hombres y mujeres; sin embargo, yo nunca me había deshecho de algo que no fuera mi túnica. Aunque, si era sincera, no parecía tan difícil. Ahora, aquí, justo delante de Keelan, podría haberme quitado cada prenda y me seguiría sintiendo indiferente ante aquello.

No me avergonzaba de mi cuerpo. De hecho, estaba segura de que muchos pagarían tan solo por admirarlo; sin embargo, gracias a Idelia, nunca había tenido la oportunidad de llegar a algo más que unos roces y lamidas. Y, desde luego, Keelan no era la persona con la que quería empezar.

Dejé la túnica sobre un montón aparte y me di la vuelta, ajustando mi camiseta de lino sobre mi pecho desnudo, notando como el resguardo de esta habitación resguardaba con bastante más calidez del frío.

Reino de magia y sangre [Disponible en Físico] ✔️Where stories live. Discover now