CAPÍTULO XXXIV

278 59 4
                                    

—Entonces, ¿cómo debo hacerlo? — me preguntó Audry, cerrando su mano en torno al cuchillo que nos habían prestado en la cocina. Su cuerpo estaba ligeramente tenso, rígido, y casi parecía que estaba a punto de desmembrar a un cachorrito.

Rodé los ojos y di un paso en su dirección. Casi instantáneamente, sus ojos se pusieron alerta y sus hombros se cuadraron, como si aquel paso que había cerrado levemente nuestra distancia fuese una declaración abierta de guerra.

—Relájate, cobarde. No tengo pensado atacarte — le dije, intentando tranquilizarle. Aunque, pese a eso, su cuerpo parecía bastante reticente a creer aquello —. Aún.

Audry abrió desmesuradamente los ojos y retrocedió otro paso, aún sabiendo que pronto chocaría con la pared y quedaría acorralado frente a mí. Tomé una bocanada de aire, cruzando mis brazos, ahora aún menos dispuesta a tomar mi daga.

Sinceramente, sabía que este entrenamiento sería inútil desde que me propuso la idea.

—Audry, sabes que si no me dejas acercarme a ti esto ni siquiera podrá considerarse un entrenamiento, ¿verdad?

El niño tragó saliva, alzando torpemente el cuchillo frente a él.

—Lo sé.

—Entonces, déjame acercarme.

—Pero…

—Prometo no volver a tomarte del cuello — le dije, elevando mi voz adrede. En cuanto vi como fruncía sus labios, ahora terriblemente avergonzado, no pude reprimir una sonrisita —. No estoy segura de si es lo que quieres, claro. Pero, como dicen por ahí, todo queda en comitivas, ¿no?

—No dicen eso por ningún lado — alegó él, entrecerrando los ojos.

Oh, bien, estando enfadado sería mucho más divertido.

Di otro paso en su dirección, lentamente, escuchando como el cuero de mis botas rechinaba, cortando con fiereza el silencio tan incómodo que se había cernido sobre nosotros. Audry no volvió a retroceder; sin embargo, parecía bastante dispuesto a ello, mientras esperaba a que me decidiese a dar alguna zancada.

Y lo hice, pero no precisamente como él esperó.

Me moví con rapidez, con maestría, sintiendo como el peso de mi capa ya no me impedía dejar que mis pies se deslizasen por sí solos. Vislumbré el leve terror en los ojos de Audry, mientras tropezaba entre sus propios pasos, decidido a echar a correr.

Aunque, antes de permitirle gritar por auxilio, tomé las solapas de su túnica con dureza, estampándole contra la madera que recubría la pared.

El niño soltó un quejido ahogado, sin querer hacer un mínimo movimiento que comprometiste su vida, mirando sesgadamente como ahora la hoja de su propio cuchillo se encontraba amenazadoramente cerca de su cuello.

—¿Cómo…?

—Demasiado lento o demasiado aterrorizado — le interrumpí —. Las dos, más bien.

Audry tragó saliva, observando como cada mínimo movimiento lo acercaba aún mas al destino de acabar atravesado por aquel cuchillo de cocina. Antes de que pudiera suplicarlo, lo solté de golpe, dejando que cayese de rodillas al suelo, con sus manos ahora cerradas en torno a su garganta mientras soltaba alguna que otra tos.

Volví a mi posición, con mi daga y aquel cuchillo en cada mano, analizándole desde arriba. Sus respiraciones eran erráticas, entrecortadas, duras e iracundas, mientras clavaba sus uñas en la piel de su cuello. Parecía verdaderamente molesto, no sabía si era exactamente por el regusto de la derrota, o por mis incitaciones. Pero, desde luego, cuando vi el hilo de sangre que caía de su cuello, supe con certeza que deseaba hacerme tragar mis palabras.

Reino de magia y sangre [Disponible en Físico] ✔️Where stories live. Discover now