CAPÍTULO V

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Hacía años que no nevaba en Zabia, aún así, ni siquiera me extrañó cuando los copos empezaron a caer contra la madera que estaba justo debajo de mi ventana

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Hacía años que no nevaba en Zabia, aún así, ni siquiera me extrañó cuando los copos empezaron a caer contra la madera que estaba justo debajo de mi ventana. Mis manos temblaban sin descanso mientras las entibiaba bajo un barreño lleno de agua caliente con sales de baño. Intenté limpiar mis uñas llenas de sangre y suciedad con ahínco; sin embargo, no hice más que romper una tras otra. Estaban agrietadas, frágiles, tan estropeadas como las de un mozo de cuadra.

Mi cuerpo estaba aún rígido, y mi corazón seguía bombeando con ferocidad. El miedo seguía ahí, escondido, susurrando pensamientos intrusivos que me convencían de que pronto entrarían más hombres vestidos completamente de negro y nos matarían a ambos. No, de hecho, matarían a Lucca delante de mí y me harían observar el espectáculo para después hacerme tragar sus ojos; había escuchado que en Iriam era costumbre comer hasta los ojos de los animales, aunque mayoritariamente de los ñacús, seres inhumanos que poseían magia oscura y se alojaban cerca de su frontera; sus ojos eran venenosos, llenos de ponzoña; no tanto como la propia carne de éstos, pero lo suficiente como para tumbar a cualquiera.

Aunque, eso era con los animales, prefería pensar que no lo hacían también con sus enemigos. Tomé la suave esponja de mi bañera y la mojé con el agua del barreño. Pasé el suave y esponjoso material por mi cuello, aguantando un siseo al raspar aquella herida que el príncipe había hecho escalofriantemente cerca de mi arteria carótida, e intenté limpiar toda la sangre seca que allí se encontraba congregada.

Escuché unos pasos detrás de mí, e inmediatamente me tensé. Pensé en girar mi cabeza y comprobar que era todo producto de la paranoia, pero en cuanto escuché un carraspeo incómodo supe que se trataba de Lucca.

Relajé mi expresión y seguí frotando la esponja por mi clavícula.

—Mhm..., yo... —Lucca volvió a carraspear — me preguntaba si querrías algo.

Suspiré, dejando caer la esponja en el agua que ahora se encontraba turbia y teñida de colores rojizos. El olor metálico de la sangre podía olerse sin siquiera arrugar la nariz, empapando el olor a jazmín que antes perfumaba mi habitación.

Si Idelia estuviera aquí estaría verdaderamente asqueada. De hecho, casi podía imaginarme su gesto de desaprobación y las palabras exactas que utilizaría para obligarme a meter la cabeza en aquellas aguas ensangrentadas. Mi madre, como siempre, sería increíblemente compasiva.

—Nada que puedas conseguir sin salir de aquí. — Bajé mis hombros, resignada. Lo único que podría querer sería una curandera para que la herida de mi cuello sanara correctamente.

Lucca se sentó a mi lado en el suelo, fijando su vista en la esponja manchada de sangre seca. Pese a todo, él no intento ocultar su titubeo cuando me miró.

—Entiendo lo que has hecho, Éire. No pienses que te tengo miedo o algo por el estilo.

Le eché una ojeada sesgada.

Reino de magia y sangre [Disponible en Físico] ✔️Where stories live. Discover now