CAPÍTULO XVIII

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Keelan y Audry habían salido a buscar la cena.

Bueno, rectifico: Keelan había salido a buscar la cena y Audry había decidido acompañarlo.

No tardé en encender el fuego de la chimenea, sintiendo la presencia de Serill en el sofá contiguo a donde yo me encontraba, con Lulú sobre su regazo. No pude evitar crispar los labios mientras observaba sesgadamente aquella escena tan escalofriante.

Sin duda, tenían la apariencia idónea para poder vivir en mitad de este bosque.

Carraspeé justo antes de hablar, escuchando el relajante sonido de la leña siendo mordisqueada por las llamas, notando como el calor del cercano fuego me arropaba con mucha más calidez que una manta de lana de oveja.

—Voy a meter en casa a la yegua, no creo que sea muy inteligente dejarla toda la noche fuera. Sobre todo en esta zona, en las profundidades del bosque; se la zamparán mucho antes del amanecer.

Serill me echó una breve mirada, aunque no hizo más que asentir lacónicamente. Tomé una bocanada de aire, echando un vistazo por toda la sala, sin tener mucho más qué hacer.

Inevitablemente, cuando mi mirada se paseó por la estancia, volví a toparme únicamente con aquellos órganos arrancados de cuajo y limpiamente enfrascados. Entrecerré los ojos mientras observaba de nuevo aquella secuencia.

Extrañamente, me era familiar.

—¿Por qué siguen una secuencia de colores?

Serill aún seguía mirando al fuego mientras respondía: — Soy ordenada.

Preferí no decirle que sospechaba que aquello era mentira.

—Si tan solo eres clarividente, ¿cómo has conseguido sobrevivir aquí sola? De hecho, ¿cómo siquiera has podido arrancarle los ojos a tantísimos monstruos?

Sabía que mi tono era acusatorio, pero no podía decir que me importaba. Estaba segura de que era de mala educación sospechar de una persona que te abría las puertas de su casa; sin embargo, eso también me importaba bien poco.

La vieja chasqueó la lengua.

—Llevo recopilando ojos de criaturas Razha desde que tengo uso de razón.

No pasé por alto que no había respondido a mi primera pregunta.

Aún así, guardé silencio. No supe exactamente cuanto tiempo pasó, mientras me acurrucaba en el sofá e intentaba guardar hasta el mínimo resquicio de calor corporal.

No hacía demasiado frío gracias al fuego pero, aún así, sentía una gélida sensación en aquella casa; deslizándose por mi columna, acariciando mis dedos, entumeciendo consecuentemente cada tramo que tocaba.

Pensé en meter a Chica en la cabaña ahora, justo cuando se acercaba la noche y los inverosímiles colores del crepúsculo desaparecían. Sabía que en el claro siempre la dejábamos atada a un árbol, como a todos los demás caballos, pero no era lógico hacer eso ahora mismo; a tanta lejanía del camino, con una bynge, — o quién sabía qué, — por los alrededores.

El crujido de las bisagras me advirtió de la llegada de alguien.

Miré sobre mi hombro, ya sabiendo a quienes me iba a encontrar. Keelan fue el primero en atravesar el marco de la puerta, con el carcaj y aquel arco colgando de su hombro, y unas cuerdas en su mano. Las apretó con fuerza, haciéndose a un lado y dejando pasar a lo que fuera que llevara.

Inevitablemente, fruncí el ceño.

Fue Chica la que entró por la puerta junto a él.

La yegua relinchó, siendo zarandeada por Keelan, quien no tardó en dar algunas zancadas hacia los sofás. Las botas del príncipe, grandes y trabajadas, hicieron resonar cada una de sus grandes pisadas. Él no me miró en ningún momento, aunque yo era muy consciente de que iba directo en mi dirección.

Reino de magia y sangre [Disponible en Físico] ✔️Where stories live. Discover now