CAPÍTULO VI

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Había sido convocada por el rey Symond Gragbeam en su despacho

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Había sido convocada por el rey Symond Gragbeam en su despacho. Ni siquiera me dio tiempo a darme un baño con agua tibia para despejarme del cansancio de la noche anterior o de cambiar mi vestido aún ensangrentado de la sangre de aquel hombre. Los guardias reales prácticamente me habían obligado a caminar, alegando que estaban escoltándome hasta la ubicación indicada.

Le había sugerido a Lucca que se quedase en mi habitación esperando ya que, en principio, Dalia no tardaría en llegar. Por lo que podría pedir el desayuno que desease y darse un baño caliente; sin embargo, Lucca se había excusado diciendo que tenía que ir a comprobar que Adriano y su marido estuviesen a salvo en las habitaciones del servicio. Yo, desde luego, no se lo había impedido. Aunque sí que le había pedido que tuviese sumo cuidado.

Desde que había empezado a caminar por los pasillos, había intentando no perderme ningún detalle. Ya no había cuerpos desperdigados por doquier, aunque sí que quedaba sangre seca pintando la piedra del castillo. Gran parte de las doncellas estaban esmeradas en su trabajo, frotando las paredes con esponjas, trapos y cepillos empapados en agua con sal. Vi como más de una miraba mi vestido destrozado y sucio con muecas de asco, lanzándome más de una mirada despreciativa.

Otras, sin embargo, se inclinaban y encogían a mi paso. Aunque ambas coincidían en una sola cosa: ninguna se atrevía a dirigirme una sola palabra.

En todo Nargrave solía pasar lo mismo. Había humanos que nos odiaban, otros que nos temían y otros que nos veneraban como a salvadores enviados por sus tres deidades.

No pude negar que me reí cuando una de ellas se cayó en su propio balde salado. Ni siquiera negué nada cuando una me miró con el odio chispeando en su mirada, acusándome silenciosamente de aquello.

Era cierto, no podía negarlo.

—Hemos llegado — anunció uno de los guardias, asintiéndole secamente al compañero que se hallaba erguido contra las puertas dobles, protegiendo su entrada.

Ya había estado en este mismo despacho hacía tan solo un día, prácticamente a la misma hora. Aunque no convocada por el rey, nunca convocada por el rey.

Pensé por un momento porqué el monarca me querría allí. Tal vez estaban preparando mi ejecución por atacar al príncipe de Zabia. No lo sabía con certeza, y tampoco pude sopesarlo mucho más cuando el guardia se aproximó a las puertas y las abrió de sopetón.

Contuve el aire cuando éste carraspeó antes de comenzar a hablar.

—La señorita Éire Gwen Mightmoor, próxima hechicera de la corte real de Zabia, de la casa de los clarividentes y los defensores. Hija de Idelia, la gran hechicera que colaboró para masacrar la dinastía de los Güillemort. Hija de Revee Mightmoor, excomandante de la guardia real de Draba.  — Casi rodé los ojos ante tantos títulos que no merecía; títulos que no eran más que herencia de mi madre y de mi familia. Cuando, realmente, lo único que de veras me pertenecía era el nombre.

Reino de magia y sangre [Disponible en Físico] ✔️Where stories live. Discover now