- ¿Nos vemos mañana o no?

- Si, me gustaría mucho.

- Entonces.. ¿quedamos después de la terapia?

- Me parece bien.

- Bien... ¡hasta mañana!

- ¡Ana!

- ¿Si?

- Quiero que te quede claro que yo... que.. no estoy preparada para una relación... que...solo y únicamente te deseo pero que no...no estoy enamorada.

- Está muy claro, Nat.

- Bien.

- Bueno... hasta mañana entonces.

- ¡Ana!

- ¿Qué?

- Me dijiste que... tenías la tarde libre.

- Si.

- Te apetece que... vayamos a un sitio más... tranquilo.

- ¿Cómo cual?

- Como tu apartamento.

Alba la observaba en silencio, comprobando que estaba a miles de kilómetros de allí y aguardando pacientemente a que continuase con la historia, pero Natalia sonrió levemente sin decir nada, perdida en los recuerdos de esa tarde, en la que Ana logró que se volviera a sentir con ganas de vivir. Aquella tarde en la que después de lo que hizo en la fiesta de sus padres creía que había llegado a otro final, pero no, allí estaba ella, la persona que le hizo ver que podía existir un mañana para las dos, la persona que le dio todo su cariño, todo su amor, la persona que fue capaz de adentrarse en ese infierno personal en el que se estaba quemando viva, solo para tenderle la mano, para levantarla sin más. Sí, Ana era especial, ese día comprendió que Ana era capaz de darle todo a cambio de nada. A su lado se sentía tranquila, segura, tenía la habilidad de colmar todos sus vacíos, de hacérselos olvidar. ...

- Nat.... – la llamó con suavidad - ¿no sigues?

- Eh... sí... por... ¿por dónde iba?

- Ana se despidió de ti y tú la frenaste.

- Eh... sí, al final... pasamos toda la tarde, juntas.

- Quieres decir que...

- Sí, Alba, eso.

- Ya...

- Fue... tan comprensiva, tan tierna, tan paciente y... - se interrumpió viendo la cara que estaba poniéndole la enfermera, y decidió abreviar – recuerdo que nos dio la noche charlando, hacía muchísimo tiempo que no hablaba así con nadie, ni siquiera fui capaz de hacerlo contigo – la miró fijamente – cuando lo de Jaime, ¿recuerdas?

- ¿Le hablaste de Jaime? – preguntó sintiendo que los celos se la comían por dentro.

- Le hablé de todo, de Jaime, de ti, de todo lo que debía haber dicho y no te dije, de cómo me comporté contigo, de lo culpable que me sentía y fue... como... ¡cómo una liberación! nos sinceramos y hablamos de lo imbéciles que somos a veces y de lo cruel e injusta que puede llegar a ser la vida, y ese día supe que... Ana iba a ser especial en la mía. Supe que no quería perderla, que era alguien que deseaba tener en mi vida, fuera como fuese.

- Entiendo... - musitó intentando controlar la congoja que comenzaba a experimentar. Natalia la miró y comprendió el daño que le estaba haciendo, la acarició con suavidad – Alba... yo... siento mucho la forma en que me alejé de ti, yo... sabía que tú y yo podíamos hablar de cualquier cosa, pero... no sé qué me pasó... cuando Jaime murió yo....

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