Capítulo 14

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Sus piernas enroscadas en las mías me impidieron escabullirme de la cama cuando desperté

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Sus piernas enroscadas en las mías me impidieron escabullirme de la cama cuando desperté. Samuel dormía plácidamente junto a mí, con la cara hundida en mi cuello, y una de sus manos rodeando mi cintura. Me removí un tanto inquieto al notar que esa mañana, mi cuerpo despertó un poco más sensible. En ocasiones me sentía como un adolescente en plena pubertad, incapaz de controlar mis hormonas. Quizás se debía simplemente a las reacciones naturales del cuerpo, aunque también estaba completamente seguro de que tener a Samuel encima de mí, sentir su aroma dulce y el rose continuo de su cuerpo contra el mío tampoco me estaba ayudando a mantener la compostura. Johana me dijo una vez que las personas sentían atracción química. No le creí en absoluto hasta que me descubrí a mí mismo enterrando la nariz en el cuello de Samuel para retener un poco de esa fragancia tan característica de él. Así que de eso se trataba la famosa atracción química.

Intenté deslizarme fuera de la cama sin despertarlo, pero él tenía un sueño tan ligero que podía despertarse con el sonido de un alfiler cayendo al suelo.

—¿A dónde vas? —preguntó, atrapando mi muñeca.

—Al baño. No quise despertarte.

Él se puso en posición fetal, y se abrazó a la almohada, sin abrir los ojos. No pude evitar regresar a la cama para besuquearlo, y él, aprovechando mi debilidad, volvió a atraparme bajo las cobijas.

—No irás a ningún lado.

Rodeó mi cintura con sus piernas para evitar que yo escapara. Aquello se convirtió en una pelea de cosquillas, besos y caricias, que muy pronto terminaron empeorando mi situación. Y es que sentir su cuerpo pequeño bajo el mío simplemente me volaba la cabeza.

—Tengo que ir al baño —dije otra vez, con la voz apretada.

—Se llaman erecciones matutinas—susurró sobre mi oído—, y son normales. Yo también las tengo. Ya te descubrí, no tienes que salir huyendo.

Sentí que toda la sangre se me agolpó en las mejillas.

—¡No! —exclamé—Yo iba, de hecho iba a...

—Querías escabullirte al baño para que yo no me de cuenta.

Tragué saliva. Otra vez estaba Samuel, Samuel y esa habilidad increíble que tenía para leerme. Se mordió el labio luego de regalarme una de sus sonrisas pícaras. Esas sonrisas siempre me indicaban que estaba tramando algo, y yo sabía que ese algo tenía que ver con el vergonzoso problema que tanto me esforcé por ocultar, pero que al final, él acabó descubriendo de todas maneras. Sus manos rodearon mi nuca para jalarme hacia él. Tomó mi boca en un beso que comenzó siendo casto, pero al cabo de unos momentos fue volviéndose más y más profundo. Sus manos acariciaron mis hombros y mi espalda mientras nos besábamos, luego, bajaron tímidamente hasta el elástico de mi pijama, y allí se detuvo.

—Lo siento, me excedi, deberíamos...

—Estoy bien —Sentí que mi voz tembló cuando dije aquello.

La subjetividad de la bellezaWhere stories live. Discover now