Capítulo 1

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La canción que sonaba en la radio esa mañana me puso melancólico

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La canción que sonaba en la radio esa mañana me puso melancólico. "Y estoy pensando acerca de cómo la gente se enamora de formas misteriosas", cantaba Ed Sheeran al ritmo de una suave melodía, y yo no pude estar más de acuerdo con él. Ni siquiera supe en qué momento me volví un romántico empedernido que escuchaba canciones de ese estilo en la radio, supongo que eran los efectos secundarios de estar perdidamente enamorado.

Salí de mi casa como todas las mañanas, con el teléfono en una mano y la botella de agua en la otra. No podía evitar mirar hacia su casa cada vez que salía a correr. Lo echaba tanto de menos que por momentos sentía que acabaría volviéndome loco.

La brisa de la mañana me acarició las mejillas cuando comencé a trotar por la vereda. Mi lado masoquista me hizo buscar en el teléfono la misma canción que estaba sonando en la radio para escucharla otra vez; me sentía bastante identificado con la letra; me recordaba a Samuel.

Di un par de vueltas a la manzana y me detuve de nuevo en la puerta de mi casa para estirar.

Hacer ejercicio se había vuelto parte de mi rutina diaria. Era la forma que encontré para liberar el estrés. Cuando hacía ejercicio solo me concentraba en eso, y siempre me sentía con la cabeza mucho más despejada.

En ese momento, la música se interrumpió y mi teléfono empezó a vibrar dentro del bolsillo de mis shorts deportivos. Lo busqué con prisa y cuando desbloquee la pantalla, descubrí que se trataba de una llamada de Samuel.

—Buenos días, es muy temprano, ¿te desperté?

—Para nada, estaba haciendo ejercicio. —Me recargué en el portón de mi casa, guardando la mano libre en el bolsillo mientras la otra sostenía el teléfono. Sentí un subidón de energía cuando escuché su voz suavecita haciéndome cosquillas en los oídos—. Creí que me ibas a llamar más tarde. ¿Cómo estás?

—Bien, recién me despierto. —Escuché un quejido cuando se desperezó, y no pude evitar morderme el labio—. Hoy tengo clases más tarde, así que aproveché para dormir un ratito más.

Nos tomó a todos por sorpresa que Samuel decidiera irse a estudiar a otra ciudad. Sus padres no estuvieron muy de acuerdo al principio, pero al final, llegaron al acuerdo de que ellos se encargarían de buscarle una buena residencia estudiantil donde pudiera estar seguro y cuidado en todo momento; así fue como dieron con un lugar que estaba adaptado para personas con discapacidad visual y dificultades motrices. La señora Colman me enseñó las fotos: el lugar se veía espectacular, pero en el fondo todavía manteníamos un dejo de inquietud, aunque supiéramos que Samuel era más que capaz de valerse por su cuenta. Con tan solo dieciocho años, se había vuelto un chico seguro de sí mismo, emprendedor y visionario. Tenía sus metas muy claras y no tenía miedo de salir de su zona de confort para conseguir el éxito. Esa fortaleza era una de las tantísimas cosas que amaba de él.

—Yo tengo clases a las cuatro de la tarde. Pienso dar un par de vueltas más, luego me voy a poner al día con unas fotocopias que tengo pendientes y después me voy. Detesto los lunes, salgo tardísimo.

La subjetividad de la bellezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora