Vestigios de guerra

212 50 29
                                    

Fácilmente adoptaron la costumbre de entrenar con el pasar de los días. JongIn había sido especialmente insistente en el tema; no le importaba la baja calidad de los ataques ni la debilidad en la defensa de KyungSoo, él era paciente al extremo y lo ayudaba a un ritmo adecuado a su nuevo nivel, lo instruía en algunas ocasiones cuando la frustración lo sobrepasaba y se encargaba de animarlo cuando creía que no podría continuar con ello.

También había ganado un poco de peso. JongIn mantenía una dieta balanceada en sus cuencos y lo hizo hacer ejercicio para aumentar su masa muscular luego de la pérdida de la misma a causa del veneno. De vez en cuando también le daba una evaluación médica (porque por supuesto que JongIn sabía de medicina y se le daba bien, que no supiera algo en este mundo era realmente una falta grave que debía remediarse) y cuando encontraba alguna falla o algo fuera de lo normal, se apresuraba a arreglarlo, preparaba té medicinal para él cargado con mucha energía espiritual y luego lo hacía recostarse y reposar entre suaves mantas y almohadas esponjosas.

A pesar de todo el caos y el horror fuera, KyungSoo estaba viviendo plácidamente en una burbuja cómoda, protegido entre las paredes de, posiblemente, la segunda o tercera vivienda más importante en el mundo espiritual, siendo mimado por uno de los hombres más hermosos, fuertes y talentosos que podrían existir en el mundo espiritual y el mundo celestial; y aunque a veces se sentía un poco culpable por gozar de estos beneficios cuando tantos otros como él estaban corriendo, asustados por sus vidas y sin un futuro prometedor para ellos, JongIn no le permitía irse para enfrentar su destino.

Vivieron de esta manera por dos meses enteros. En todo ese tiempo, JongIn no había recibido ningún tipo de visita ni experimentado alguna interrupción a su calma (él le había asegurado que nadie se presentaba en su hogar sin haber enviado un sobre aviso anteriormente), sin embargo, ese día cuando acabaron con el entrenamiento matutino y KyungSoo se encontraba tras la pantalla de privacidad en su habitación dándose un baño refrescante y agradable, las puertas de la vivienda sonaron con tres golpes firmes y un aroma desconocido flotó sobre la esencia de rosas y la lavanda. KyungSoo se congeló en su lugar, sus sentidos en alerta máxima y los vellos de su cuerpo totalmente erizados. Escuchó pasos presurosos en el pasillo y el aroma de JongIn flotó hacia él antes de que su cara apareciera en el borde del biombo.

No hubo tiempo de cubrirse ni de mostrar pudor, JongIn lo miró con firmeza y seriedad y murmuró con las mandíbulas tensas.

—Sea quien sea y escuches lo que escuches, no salgas de aquí. Yo me encargaré de todo.

—E-está bien. Ten cuidado.

JongIn asintió, le dio una última mirada y salió de su habitación. Rápidamente KyungSoo salió de la bañera, secó su cuerpo con prisas y se vistió de inmediato; ató su cabello aún húmedo en todo lo alto de su cabeza y se acercó a la puerta cerrada para oír mejor. Una voz animada y cantarina llegó de inmediato, envuelta en entusiasmo, un poco de reproche e indiscutible buen humor y felicidad.

—¡Tú, hombre! ¡Al fin tengo la dicha de verte! ¿Tienes idea de todo lo que he esperado para poder ver de nuevo tu cara? ¡Ni siquiera fuiste a mi boda! ¿Qué clase de amigo eres?

En contraparte, la segunda voz era más tranquila, grave y definitivamente un tranquilizante natural que podría serenar a quien sea que la escuchara. Esto no lo hizo bajar la guardia en lo más mínimo.

—Hola, JongIn, ¿cómo has estado? Te ves más alto.

—BaekHyun, ChanYeol. No los esperaba.

Algunos pasos contra el suelo y la mesita de té llenando el espacio. KyungSoo pudo respirar un poco mejor al conocer las identidades de los visitantes.

Destinos CruzadosWhere stories live. Discover now