Primer problema; un título para la eternidad

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KyungSoo se levantó antes de que el sol saliera e iluminara todo el pueblo.

Era parte de su rutina diaria despertar en la madrugada, cambiar de forma a su imagen más débil y correr por algunas horas en las profundidades del bosque, tal vez cazaría un par de presas espirituales que le obsequiarían un plus de energía vital a su zorro, y luego volvería para meditar.

Debido a su mala fama, cambiar era extremadamente peligroso para un zorro de nueve colas. La caza de su especie es una práctica que se ha remontado desde los inicios de los tiempos y que, a pesar de los años transcurridos desde entonces, no se ha eliminado; aún así, sus necesidades siguen siendo primordiales y no transformarse es imposible, al menos si quería conservar su conciencia y capacidad para racionalizar. Entonces, al igual que sus iguales y antepasados, decidió que debía iniciar con sus deberes espirituales antes de que la vida misma dé inicio en la sociedad.

Hoy no fue la excepción.

Se desvistió y colocó sus túnicas cuidadosamente dobladas en la esquina de la cama, luego estiró su espalda para desperezarse y, finalmente y completamente desnudo, se sentó en el suelo en posición de loto. Con los ojos cerrados, convocó el cambio y un haz de luz rojizo lo cubrió por completo, sacudiendo el cabello largo y sujeto en una coleta baja y mutando su cuerpo, disminuyendo el tamaño de sus huesos y exteriorizando sus numerosas colas esponjosas. Entonces la figura humana se perdió entre pelo suave, negro y esponjoso y todo pareció agrandarse al comparar su pequeño tamaño con las cosas que llenaban su habitación.

Se sacudió un poco para desligarse de la pereza persistente y luego dio un salto ágil directamente a la ventana abierta. Así, dando saltos veloces, descendió hasta el suelo y corrió hacia el bosque que rodeaba el pueblo. Rodeado de árboles, arbustos y hierva húmeda y suave, KyungSoo se sintió libre, como en casa. Llenó sus pequeños pulmones con el aroma a rocío y vida, se sacudió con felicidad cuando sus pequeñas patas se hundieron en la tierra y emitió un suave ruido complacido al hallar un campo de flores, donde se dedicó a juguetear y revolcarse como si se tratase de una cría.

Se llenó del olor dulce de las flores silvestres, rodó en la cama suave y mojada bajo su pequeño cuerpo y estornudó cuando el excesivo polen sacudió su nariz. Luego se quedó muy quieto, recostado sobre pétalos y hierva, se dedicó a mirar el cielo oscuro comenzando a volver a la vida. Sus colas se movieron de lado a lado, con calma, en el mismo estado de ánimo que su dueño, y KyungSoo creyó que ahí, rodeado del silencio de la madrugada y bañado en el rocío mañanero, podría imaginar que para él todo estaba en paz, que podría vivir plenamente y en completa armonía con el resto de las especies espirituales del mundo no humano.

Ahí, KyungSoo casi podía tener una ilusión de lo que podría ser y no era, de lo que podría tener y no tenía. De quién podría ser y quien no era.

Pasados los minutos y hallándose demasiado relajado y tranquilo como para animarse a cazar o moverse, KyungSoo se tensó al escuchar el ruido de suaves pasos rompiendo la hierba a algunos metros de distancia. Se incorporó de inmediato, su cuerpo alerta sacudiéndose con una pizca de temor que reprimió en lo más profundo de su ser y su pelo se erizó completamente, tratando de mostrarse intimidante aún cuando su animal espiritual era una bola tierna y adorable por naturaleza.

Estaba agazapado, a punto de saltar sobre el desconocido, cuando su nariz captó el aroma de bosque y menta y todo su cuerpo entró en un estado de paz inmediato. Su pelaje volvió a pegarse a su cuerpo menudo y agraciado y sus orejas se alzaron en punta, curiosas. Se sentó sobre su trasero, sus colas sacudiéndose con entusiasmo, y un pequeño ruidito escapó de su pequeño hocico. JongIn se dejó ver entre dos gruesos troncos de árboles, igual de prístino e inmaculado como debía esperarse de él y con una vaporosa túnica de color jade acariciándole la piel aceitunada. Sus ojos resplandecieron al verlo entre las flores y una sonrisa pinchó sus labios gruesos mientras se arrodillaba cerca de él y extendía una mano, invitándolo a reunirse a su lado.

Destinos CruzadosWhere stories live. Discover now