Determinación de un discípulo

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KyungSoo había aprendido a mantenerse aún más alejado de la sociedad espiritual que antes. De repente, no quería saber absolutamente nada de la gente, del emperador, de guardias ni niños necesitados. Estaba cansado, estaba harto y su corazón estaba roto.

Había vagado por los recovecos del mundo, se había escondido en las fisuras más delgadas y pequeñas de la tierra y había dejado de alimentarse correctamente hace mucho tiempo. No era nada más que un ánima de carne y hueso que se deslizaba por una tierra donde no era aceptado, querido ni respetado.

De vez en cuando captaba algún rumor débil que, sin querer, lo mantenían más o menos actualizado sobre la situación en la ciudad. Aparentemente, la caza de zorros de nueve colas había aumentado su potencia y, además, a esta práctica se le había unido el atrapar a las hadas, a las criaturas de luz y a cualquier ser vivo que guardara aunque sea un poco de magia. Los dragones se habían revelado y luchado (KyungSoo podía oír sus rugidos y el batir de sus alas de vez en cuando) como protesta por los derechos de sus iguales, y durante muchos años siguieron en pie, liderando contiendas sin atreverse a retroceder en la lucha por su causa; por otro lado, las criaturas más pequeñas y débiles se habían resguardado en las profundidades de los bosques, habían creado matrices de protección y desvío de energía en numerosos puntos estratégicos de la tierra y, debido a la situación, se habían unido profundamente los unos a los otros.

Así pues, los zorros de nueve colas contaron con el apoyo de las otras especies que comenzaban a sentir el mismo terror y experimentar la mala vida en la que ellos se habían mantenido hundidos por siglos enteros. KyungSoo no participó en estas reuniones ni se incorporó a ningún grupo para ocultarse de la búsqueda de los guardias; una vez enterado del paradero y estado de tío SooJin y los suyos, KyungSoo decidió continuar por su propia cuenta lejos de todo y todos.

Se había establecido en una madriguera demasiado húmeda y demasiado estrecha como para ser cómoda, también se había mantenido en su forma animal (a pesar del peligro) para conservar más energía espiritual y poder desplazarse más fácilmente por los lugares más pequeños del bosque. Cazaba en la noche y dormía cortas siestas a lo largo del día, se bañaba cuando se aseguraba de que no había peligro para salir de la madriguera y repetía el ciclo una y otra vez.

Había vivido de esta manera durante los últimos cincuenta años y comenzaba a hacerse a la idea de que sería así para siempre, por lo que continuar con la rutina dejaba de ser molesto y tedioso y poco a poco se volvió algo natural.

KyungSoo no se atreve a pensar en su antiguo aprendiz ni en recordar su rostro, ni siquiera en los momentos más débiles y tormentosos.

Ese hombre se había convertido en un tabú para él, una existencia prohibida, oculta y dolorosa que no podía traer a colación jamás. No escuchaba nada de su persona, no se atrevía a hacerlo, y secretamente solo esperaba que estuviera a salvo, saludable y feliz.

Esa noche había despertado luego de haberse dormido por veinte minutos ininterrumpidos. Su pequeño cuerpo se había estirado lo mejor que pudo en el reducido espacio y pronto sus orejas se levantaron y su nariz se agitó, buscando alguna esencia fuera de lugar o un sonido descuidado que lo alertara sobre la presencia de alguien en la zona. Al no hallar nada, salió lentamente de la madriguera y asomó su cabecita en la abertura. El bosque era oscuro y callado, no había ruido; los animales se movían con sigilo y temor entre los árboles, los búhos no se atrevían a hacer ningún tipo de ruido. Los grillos ocultos entre la hierba y las hojas eran los únicos que se mantenían lo suficientemente valientes o inconscientes de todo y formaban una suave melodía que ayudaba a que la situación no fuera tan terrible.

KyungSoo salió finalmente de su escondite y silenciosamente comenzó a caminar, en busca de alguna cosa que pudiera comer. Debido a que tanto su lado espiritual como el humano se habían complementado perfectamente con el transcurrir de los años, KyungSoo podía comer frutas y bayas en su figura animal así como carnes crudas y pequeños animales espirituales en su forma humana. No era su situación preferida, pero había dejado de ser tan horrible como lo fue en un inicio.

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