Capítulo 49 (breve)

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Con toda la familia reunida, una debería estar contenta y, como mínimo, arropada. Sin embargo, la pieza que le faltaba, aún se resistía a abrir los ojos manteniéndola en un vaivén de desosiego. El agotamiento tanto mental como físico le estaban haciendo mella. Por más que intentaba en asistirle, su cuerpo estaba empezando a gritarle que se rendiera. No lo hizo, porque tenía un miedo desgarrador en cuanto lo hiciera, probablemente él se fuera para siempre. No podía permitírselo; después de tantos malentendidos entre ellos no podía permitir en desistir. Aguantando lo más indecible, se mantuvo despierta en esa quinta noche que parecía no haber mejora, lo que le creaba desesperación y rabia contra el mundo.

— No puede ser que te vayas de mis brazos — tenía los ojos irritados, de haber llorado y de contener las lágrimas que venían. No paraba desde que se pelearon —. Ya te había perdonado, lo había hecho antes de que llegáramos a Londres — inspiró hondo —. Creo que podría ser este tu castigo hacia a mí, por no haber querido hablarte. No te lo negaré; me hiciste daño cuando confesaste tu retorcida acción, pero más fue el dolor al saber que no me amabas y te movías más por la venganza y el afán de tu tío. Oh, Rhett, vive, por favor. Te necesito tanto...

Se levantó de la cama para coger un paño húmedo para pasarle por sus labios resecos. Los tocó con la extrema suavidad. Volvió a su posición, casi resignada, a lado de él y rodeó su mano con la suya. 

— En un principio, me caíste mal — esbozó una sonrisa pese a que no tenía fuerzas para hacerlo —. ¿Te acuerdas de nuestro primer encuentro?  — negó con la cabeza —.  No utilizaste tus mejores modales para conquistarme; me diste una mala impresión de ti. Me pareciste un presuntuoso, impertinente, arrogante sin un gramo de vergüenza. Ahora que lo estoy pensando, nunca me devolviste mi carta. ¿Te das cuenta? Tienes aún cuentas pendientes conmigo, así que no te puedes ir. 

Sin más consuelo alguno, no lo evitó, lágrimas amargas desfilaron por sus mejillas pálidas. 

 — No me dejes; no le permitas a tu tío que gane esta partida y el pasado venza. 

Un segundo después, añadió con la voz trémula, dominada por las emociones hechas trizas:

— No puedes irte sin escuchar una vez más que te amo porque lo estoy haciendo con cada parte de mi alma. 

Alzó su mano y le dio un beso, queriendo que este le llegara. No se movió; había dejado de hacerlo desde que le dio un poco de láudano para calmarle. Guardó un suspiro y trató de no desmoronarse. Sin poderlo evitar, sus párpados bajaron y, sin resistirse más, fue cayendo en el sueño poblado de sombras inquietas. Una de ellas lo estaba alejando de él.

¡No!!! 

Con la respiración agitada, se irguió y su mirada voló hacia su esposo. Su corazón le dio un vuelco cuando él la miraba con evidente cansancio.

— ¿Rhett?

No le respondió de inmediato, sino que con apenas fuerzas, intentaba tocarla con sus dedos. Con un grito de júbilo, se acercó más, prodigándole besos por su rostro. Pasó una mano por sus cabellos, despejando su frente. Su mirada clara brilló.

— ¿Estoy muerto? — su voz era tan roca que daba la sensación de que estaba rota. 

Negó llorosa y sonriente. Le ayudó a beber un vaso de agua, imaginándose que estaba sediento.

— No lo estás — no se lo creía, estaba tan feliz que temía que fuera un sueño. Quería pellizcarse para demostrárselo —. Estás despierto y vivo. 

Al parecía ser sus palabras fueron un bálsamo para él porque cerró los ojos, una lágrima rebelde se deslizó por su mejilla rasposa que ella limpió con reverencia.

— Voy a llamar al médico para que te vea — le dijo un rato después, preocupada por un posible empeoramiento.

Su mano la agarró, deteniendo su ademán de irse.

— ¿No te irás? 

Se agachó sobre él y con el alma en su corazón, le susurró:

— Nunca, mi amor. 

Deséame  #8 Saga MatrimoniosWhere stories live. Discover now