Otro trozo

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Tantos años había soñado con sus besos.

Tantos años había guardado ese sueño.

Tantos años... que ahora se desvanecían en un momento que apenas pudo disfrutar, solo sentir la presión de sus labios sobre los suyos. Una presión cálida y suave que le era agradable, no le hacía encogerse, ni le hacía saltar por un precipicio, ni sentir la sangre apabullante por todas las venas. Se apartó con la respiración agitada y no lo miró, aún no, porque era traicionarse así misma, a la Bonnie que había esperado tanto por ese beso. Estaba tan ensimismada que no se fijó en que Adam se tensaba, no porque estaba cohibida con su beso, sino porque había visita. Extrañada por su comportamiento, se percató de que su mirada no estaba puesta en ella, sino por encima de su hombro. Más allá de esa dirección.

Se quedó desencajada al verlo; el color desapareció por su rostro y un nudo se instaló en su estómago. Indiferente a ello, su corazón aleteó como las alas de un colibrí.

Era Jeckins que seguía fielmente en su rol, haciendo su buen trabajo, eficiente. De ahí, todo bien, cualquier cosa transcurría en una perfecta normalidad. Sin embargo, algo no estaba en su lugar. No venía solo; iba acompañado, sin esperarse tanto él como la visita el espectáculo que se habían topado por accidente. No pudo articular palabra, incapaz de usarla, mas sus ojos parecían pegados a él. A su rostro pétreo, como si este fuera esculpido de hielo. En vez de echarse para atrás, rezagada en la vergüenza, continuó mirándolo. Su mirada se deslizó hacia abajo, a su mano apretada que agarraba sin sutileza un bonito ramo que caía boca abajo.

- Señorita, no pretendía interrumpir. Lord Rhett dijo que quería verla.

Pero dicho señor se giró hacia el otro lado, no hacia el interior de la estancia donde estaban los enamorados, sino más lejos de ellos, presumiendo de una descortesía por su parte, que no alteró al mayordomo tras su salida. No tanto como a Bonnie que se levantó. Sin embargo, Adam que no estaba comprendiendo de lo que pasaba, imitó el ejemplo de la joven, hasta la agarró de la mano, impidiendo su salida.

- ¿Me puedes explicar por qué vas detrás de él?

- No lo entiendes - intentó zafarse de su agarre, no se le iba de la cabeza que él había venido, sin saber de su intención y con un ramo; no paraba que la imagen le diera vueltas y más vueltas -. ¿Puedes soltarme, por favor?

- No hasta que me expliques qué está ocurriendo.

- ¡No lo sé! - gritó desesperada - Ando tanto perdida como tú.

- Pero no te es indiferente. ¿Él tienes buenas intenciones contigo?

Bonnie se quería reír y, sin querer, se rio. Estaba siendo muy surrealista la situación.

- Me acabas de besar y me preguntas si tiene buenas intenciones conmigo - no pudo soltarse -. Adam suéltame.

El aludido no se amedrantó con su tono.

- Él es el ahijado de lord Bottoms, no es precisamente amigo de tu padre.

- ¿Y?- no se pensó en la vida que lo estaría defendiendo -. Adam, puedo entender que te preocupes por mí, que quieres saber si él es un honorable caballero, si tiene buenas intenciones... pero déjame que vaya a ver por qué ha venido.

- No confió en él - declaró -. No me transmite buenas vibraciones.

- Bien, lo hablaremos más tarde - se zafó de su mano y giró sobre sus pasos, para irse de allí.

Abrió la boca ante su impredecible comportamiento, que no se había tomado seriamente sus palabras.

- Jeckins, ¿se ha ido el señor?

Lo único que le pudo responder era con un movimiento de cabeza y el nudo se agudizó. Abrió la puerta y enfrente de la entrada no había nadie. Salió, yendo hasta la acera. No lo vio, incluso no había un carruaje. Frustrada dio un zapatazo contra el suelo.

¿Por qué había tenido que aparecer justo en ese momento?

Cuando iba a volverse, rindiéndose, atisbó algo familiar. Se agachó a recogerlo. Con cuidado, levantó las rosas, que estaban magulladas por haber sido tiradas al suelo, rechazadas por su dueño. Tal rechazo alcanzó sus carnes.

- Se ha ido, bien. No tenía nada que hacer aquí.

Bonnie puso los ojos en blanco y lo miró de malas formas.

- ¿Qué? ¿No irás detrás de él?

- ¿Quién me lo va impedir? No eres mi hermano, ni mi esposo y mucho menos mi prometido.

- No permitiré que destroces tu reputación porque sientas pena por él, que seguramente lo hace aposta para destruirte.

Una garra de miedo comenzó a dibujarse en su estómago, pero la rechazó de inmediato.

- No lo conoces - como niña pequeña que le gustaba su juguete, insistió.

- No me digas que tú sí - perspicaz, la miró con gravedad -. Bonnie no habrás sido capaz...

Apartó a un lado el rostro sin llegar a confirmarle.

- No voy a perder mi tiempo discutiendo, Adam. A diferencia de ti, él se fijó en mí. Se dio cuenta de mi presencia, cosa que tú nunca hiciste desde que éramos unos críos.

- No es cierto, eres la hermana de mi amigo.

- Por eso mismo, no me viste.

Dejándolo sin saber qué replicar, se alejó de él, decidida más que nunca a tomar las riendas de su vida.

Deséame  #8 Saga MatrimoniosWhere stories live. Discover now