Jueves 21 de abril de 2011

98 9 11
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Sin terminar de leer la extensa nota del diario Sasuke dobló la hoja y la arrojó sobre la mesa de la cafetería donde había ido a almorzar tal como venía haciendo desde aquel martes

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Sin terminar de leer la extensa nota del diario Sasuke dobló la hoja y la arrojó sobre la mesa de la cafetería donde había ido a almorzar tal como venía haciendo desde aquel martes. Casi terminaba la semana y el espectáculo que los medios habían estado montando le resultaba fastidioso en exceso.

El País de los Campos de Arroz era pequeño, relativamente nuevo tras haber obtenido la independencia política del País del Fuego y recién empezaba a figurar en las noticias internacionales, desgraciadamente la muerte de Karin les daba la pauta perfecta para darse a conocer, para hacer sonar el nombre de Otogakure para algo más que el lugar de un estudio de grabación que había producido éxitos mundiales en los últimos diez años, pero nadie ubicaba con precisión en un mapa. Estaba incluso seguro de que habría película rodada y la horda de turistas maniáticos del cine sensacionalista no tardarían en abarrotar la tranquila ciudad.

Aceptó que volvieran a llenar su taza con café caliente que sin duda dejaría enfriar mientras seguía pensando qué había podido haber hecho Karin como para que Sakura la quisiera muerta, simplemente no encajaba, Sakura podía ser demasiado explosiva, de poca paciencia, pero jamás había demostrado el invariable signo del desquicio por un amor no correspondido.

Había llorado por él, cierto.

Le había rogado que volviera Konoha, era verdad.

Pero, ¿matar a Karin?

Solo de imaginar la batalla que debieron llevar a cabo las dos mujeres lo llenaba de más frustración, las dos eran en demasía escandalosas, especialmente Karin, por lo que le pareció ridículo que nadie la escuchara ya fuera pidiendo ayuda o maldiciendo e insultando, siendo que una vez que encontró un ratón en la cocina, cuatro vecinos acudieron ante el grito pensando que él la trataba de matar.

No, nada tenía sentido.

Pero, en general, nada lo tenía, la monotonía de interrogatorios de policías y periodistas no mitigaban la sensación de vacío que lo llenaba al regresar al departamento que había rentado temporalmente mientras su casa dejaba de ser escena del crimen. El silencio lo sobrecogía tanto como en los años que pasó solo tras la muerte de sus padres, y la comparación dolía, incluso en algún momento llegó a pensar que era él quien causaba la muerte a su alrededor.

El asesino de la señora UchihaWhere stories live. Discover now