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Liam.




Se había marchado hacía un par de semanas y no había dejado de pensar en el. Hice lo posible por olvidarla, pero se negaba a abandonar mi cabeza.

Me daba igual.

Si no podía estar con el, al menos me quedarían los recuerdos.

Una noche fría de septiembre, recibí la llamada que llevaba años temiendo. Una llamada que puso mi mundo patas arriba y me dejó aturdido y confuso.

—Liam, soy Alex. Tu padre está en la UCI.

En cuando lo dijo, me quise morir.

Corrí al hospital y, cuando llegué a la recepción, entré en pánico.

—Hola, han traído a mi padre. Está en la UCI y… —Tartamudeé y la recepcionista me miró.

Autumn.

—Geoff Payne, sí. Déjame mirar en qué habitación está. —Tecleó algo en el ordenador—. Es la 234, en la segunda planta. Los ascensores están al final del pasillo a la izquierda.

Empecé a moverme antes de que terminase de hablar. Eché a correr y, en vez de coger el ascensor, subí por las escaleras. Tenía el corazón en un puño mientras me apresuraba hacia la habitación 234. Cuando por fin llegué, Alex estaba en el pasillo hablando con un médico.

—¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado? —La rabia que sentí al ver a Louis me puso todavía más histérico—. ¿Eres su médico?

—Sí y…

—No. Queremos a otra persona.

—¿Qué? Lo siento, pero soy el único que está de guardia esta noche.

—Me importa una mierda. Llama a alguien más —ordené. No quería que ese gilipollas se encargase de cuidar a mi padre.

—Liam, sé que hemos tenido nuestros problemas, pero, de verdad, mis pacientes son mi prioridad —dijo Louis—. Nuestra vida personal no afectará al tratamiento de tu padre.

—Y una mierda. Consigue otro médico —ordené con los dientes apretados. Me ardía la sangre y no había tenido ocasión de calmarme desde la llamada de Alex.

—Liam —intervino Alex—, escúchalo. Me estaba poniendo al día sobre el estado de Geoff.

Hice una mueca, pero no dije nada más. Me crucé de brazos y lo fulminé con la mirada. No confiaba en él, pero en aquel momento no me quedaba otra.

—Tu padre ha sufrido una intoxicación etílica grave. Tu tío lo encontró inconsciente con vómito en la boca y llamó a la ambulancia de inmediato. Todavía no se ha despertado, pero nos esforzamos por estabilizarlo. Le estamos vigilando las vías respiratorias y controlando la circulación. Ahora solo queda esperar a que despierte.

—¿Ya está? ¿Lo único que me ofreces es esperar? ¿Me tomas el pelo?

Louis frunció el ceño y me entraron ganas de darle un puñetazo.

—Ojalá pudiera decirte más, pero es lo que tenemos ahora mismo.

Quise insultarlo, pero no lo hice.

Entré en la habitación y lo encontré conectado a un montón de máquinas. Se me volvió a parar el corazón.

—Joder —exhalé, acerqué una silla a la cama y sollocé en silencio.

Estaba hecho un desastre. Se lo veía muy delgado y débil, daba la sensación de que aquellas máquinas eran lo único que lo mantenían con vida.

Notas (ZIAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora