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Liam.



El domingo por la mañana, Trisha Malik me sorprendió al llamar a mi puerta. Cuando abrí, me la encontré lista para ir a la iglesia, con un gran sombrero y un vestido suelto.

Cómo odiaba que se pareciera a su hijo. Me hacía más difícil despreciarla.

—¿No deberías estar rezándole a tu querido Dios? —pregunté y me apoyé en el marco de la puerta con los brazos cruzados.

No desprendía la misma rabia que el día que entró hecha una furia en el taller. No gritaba exigencias ni daba órdenes. Estaba muy tranquila y sosegada.

Me puso nervioso.

—Hace días que no hablo con mi hijo, y la última vez que lo vi, le dije cosas que lamento.

—Deberías haber pensado antes de hablar. Ahora, si me disculpas, tengo cosas que hacer. —Intenté cerrar la puerta, pero la bloqueó con el brazo.

Arqueé una ceja y lo bajó de inmediato.

—Lo siento, pero… —Suspiró y negó con la cabeza—. Lo he visto por el pueblo y parece perdido. Lleva el pelo azul y tatuajes, ya no sé quién es. Ni siquiera viene a la iglesia.

—Yo tampoco iría si la gente hablase de mí como lo hacen de el.

—¿Crees que disfruto con ello? ¿Que me gusta oír lo que dicen?

—No. —Negué con la cabeza—. No lo creo, pero tampoco haces nada para evitarlo.

Abrió la boca, pero no dijo nada. Metió la mano en el bolso y sacó un cheque.

—Te dije que no quería tu dinero.

—Tal vez te lo pienses cuando veas la cifra. Es bastante para que tu padre y tú tengáis una buena vida. Podréis empezar de cero en cualquier parte del mundo.

Cogí el cheque y lo partí por la mitad.

—Me da igual el dinero que me ofrezcas. No vas a echarnos de nuestras tierras. Además, ¿qué importa? Zayn volverá al trabajo en pocas semanas.

—Sí, pero vendrá por vacaciones y tú seguirás aquí. Luego vendrá los fines de semana y después encontrará un trabajo que esté más cerca. ¿No lo ves? Te has metido en su cabeza y la has convencido de que algún día podría enamorarse de ti. ¿No te das cuenta de cómo te mira?

¿Cómo?

¿Cómo me miraba?

—No quiero problemas. Deberías irte.

—Por favor, Liam, sé realista. Zayn ya ha pasado por mucho y necesita encontrar el camino correcto, no necesita distracciones que lo desvíen. Sé que intentas ayudarlo, pero le estás haciendo daño, y a ti también. Te escribiré otro cheque —dijo y metió la mano en el bolso.

—Repito: no quiero tu dinero. Zayn es adulto. Dejaré que sea el quien decida si quiere dejar de verme. —

Fui a cerrar la puerta, pero gritó y me paré de golpe.

—¡Fue Yaser!

Arqueé una ceja.

—¿Qué?

—Fue Yaser. —Se aclaró la garganta y se le cayeron algunas lágrimas. Le temblaba el cuerpo—. El hombre del que se enamoró tu madre era mi marido. Aquella noche se marchó para estar con él.

Cerré los puños y se me secó la boca.

—¿Qué cojones te pasa? ¿Por qué mientes sobre algo así?

Notas (ZIAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora