Capítulo 16

153 87 9
                                    

Viernes, 13 de abril de 2018

Hacía una semana que había vuelto a laborar. Mi recuperación había sido, por supuesto, más rápida que la de Alín, aunque aún tenía alguno que otro moretón en el cuerpo. La había visitado el fin de semana. Necesitaba un ambiente diferente al de mi departamento, pero una vez estuve ahí, no fui capaz de desahogarme ni siquiera cuando preguntó por Jasper.

Ese viernes había pedido libre en el restaurante para acabar con toda la situación al fin. Y estaba nerviosa por ello. Detuve el auto en el mismo lugar de la vez pasada y me desabroché el cinturón.

—¿Listo? —le pregunté, porque, aunque él no diría nada o ni siquiera estaría presente en sí, sería un momento difícil. Asintió.

De camino a Minot, nos habíamos dispuesto a repasar la historia para no arruinarlo. Yo no mencionaría nada con respecto al accidente, por supuesto. Entregarle la carta de Jasper meritaba ser una mentirosa y no estaba segura de qué tan bien me iría en el papel.

Mis nudillos tocaron la puerta de madera y con Jasper pegado a mi espalda, no me preocupé por disimular mis nervios. Me moví de un lado a otro, pasando el peso de mi cuerpo de un pie a otro, apretando la carta en mis manos, nerviosa, mientras esperaba que su padre me abriera la puerta. Hasta que lo hizo.

—¿Sí? —sus cejas estaban arrugadas mientras me miraba confundido.

Mis ojos lo escanearon un instante, en lo que buscaba mi voz. Era la réplica envejecida de Jasper. Me obligué a sonreír para parecer agradable y no terriblemente nerviosa, como realmente estaba.

—¿E-es usted el señor Haist, el padre de Jasper?

Me miró de arriba abajo. —Sí, soy yo.

—Yo... —me quedé sin qué decir por unos segundos—, disculpe que venga así, pero ¿Podría dejarme pasar? Quisiera hablar con usted —mencioné cada palabra con nervios, temiendo de verme exigente o no brindar la suficiente confianza para dejarme pasar, pero cuando se hizo a un lado, la sonrisa que tiró de mis comisuras fue de honesto alivio en el cuerpo.

Miré a Jasper por encima de mi hombro antes de entrar.

—Le ha pasado algo a mi hijo, ¿Verdad?

—¿Qué? No —titubeé—. Yo... ¿Por qué lo cree?

—Por nada... —guardó silencio, pensativo—. ¿Qué relación tienes con mi hijo? ¿Cómo sabes que soy su padre y dónde vivimos?

Vivimos, me repetí mentalmente. Ese seguía siendo el hogar de los dos a pesar del tiempo.

—Soy su novia.

—¿Novia? —repitió, algo incrédulo— No recuerdo a ninguna novia. ¿Todo este tiempo ha estado contigo?

Sacudí la cabeza. —Precisamente por eso he venido a buscarle, señor Haist —mentí, jugando con el sobre en mis manos—. No sé de Jasper desde hace tiempo, esperaba que usted tuviera alguna noticia de él —apretó los labios meneando la cabeza, como si estuviese lamentando el hecho de no poder ayudarme.

—Siento que hayas venido hasta aquí...

—Jules —le atajé—. Mi nombre es Jules.

—Jules —repitió—. Lamento que hayas venido en vano, Jules. No tengo noticias de mi hijo desde hace meses.

—¿Hace cuánto exactamente?

—No lo sé, quizás unos seis o siete meses. Se fue una noche y nunca más regresó —me dijo—. Sus cosas siguen en su habitación tal y como las dejó, no se llevó nada. Tan sólo el auto.

Lo que no nos dicen del amorOnde as histórias ganham vida. Descobre agora