Capítulo 8

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Miércoles, 21 de febrero de 2018

Era mediodía del miércoles. El viento fresco de la ciudad me daba en el rostro, tirando mi corto cabello hacia atrás. Podía sentir el sudor deslizándose por mi espalda y en medio de mis pechos mientras pedaleaba hacia el departamento.

Le había pedido el día libre a Lynn para hacer compras y otras cosas de las cuales no había tenido el tiempo. Llevaba el canasto de la bicicleta completamente ocupado y una bolsa de tela color crema en mi hombro. Giré hacia el callejón que daba al portón del edificio y me apeé de la bicicleta.

Había pasado una semana ya desde el San Valentín. Cada hora del día me convencía de que Jasper era para mí, al igual que cada una de ellas recordaba el reloj de arena que tanto miedo me daba, porque ese no se podía girar. Y no habíamos avanzado nada desde entonces, no había mucho que pudiese saber de él si construía aquél muro gigante en medio de nosotros. Pero ya me había dicho a mí misma que, cuando Jasper estuviese decidido a contarme, lo terminaría por entender.

Todo a su tiempo.

Tomé o al menos intenté, cargar las tres bolsas que estaban en el canasto. Solté un gruñido de frustración.

—¡Jules!

—Hola, señora Anna —le sonreí a como pude.

—Tenía tanto de no verte, linda. ¿Qué te has hecho?

—Yo... —intenté hablar, pero solté un quejido por la fuerza que estaba haciendo—, siempre estoy en el restaurante. Entro temprano y salgo tarde —moví los hombros.

—Trabajas tanto —negó con la cabeza, como si aquello sonara muy mal.

Detrás de Anna había un tipo, uno medio corpulento y muy guapo. Llevaba el cabello peinado hacia un lado y ropa fresca para lo caluroso que estaba el clima. No tenía ni una gota de sudor. Le envidiaba.

—¡Ah, Jules! Él es mi nieto. Se ha venido a visitarme al fin. Viene de Londres.

—Hola —saludé, pero él tan sólo me regaló una sonrisa amistosa.

—Cariño, deja que él te ayude con eso. Mira cómo estás —me corrió el cabello detrás de la oreja—. ¡Este clima está como el mismísimo infierno!

Estuve a punto de negarme, pero realmente necesitaba ayuda con las compras. El rubio tomó las dos bolsas en mis manos y se acercó al canasto por la faltante. Le sonreí de pena, pero no parecía estar molesto por ofrecerme su ayuda.

—Iré preparando el almuerzo —le palmeó la espalda antes de subir.

Sentí sus ojos clavados en mí una vez nos quedamos solos, pero no me giré a comprobarlo. Comencé a caminar hacia el departamento, y en todo el camino hasta la puerta no dijo ni media palabra.

Me quedé de pie en el umbral un segundo antes de recordar que estaba estorbando para que pasara con mis compras. Jasper estaba de brazos cruzados recostado en una de las paredes, mirando la escena con las cejas ligeramente arrugadas y los ojos entrecerrados.

Iba a pedirle que no se alarmara porque no parecía contento, pero recordé que no habría pelea porque sólo yo podía verle.

—¿Vives sola? —me preguntó, mirando el departamento poco decorado. Era la primera vez que le escuchaba hablar. Tenía un timbre agradable.

—Dile que no —me pidió Jasper, todavía de brazos cruzados.

—Yo, eh... —miré a Jasper un segundo—, no —titubeé—. Vivo con mi novio.

—Es un tipo afortunado.

—Lo sé —respondió Jasper, lanzándose al sofá con los brazos en el respaldar, todavía demasiado serio.

Lo que no nos dicen del amorWhere stories live. Discover now