Capítulo 13

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Martes, 03 de abril de 2018

Por la madrugada no había conseguido dormir un segundo y desconocía si Jasper realmente había estado dormido tan plácidamente o había fingido estarlo para no tener que hablar conmigo. De cualquier forma, yo tampoco quería hablar.

En la mañana me había quedado sola en el departamento. Jasper quería estar solo para pensar y no pude impedírselo, porque ciertamente yo también lo quería y lo necesitaba, porque, aunque me pareció haberme controlado después de tanta información, quizás solo eran sentimientos retenidos y necesitaba estallar. Estando sola.

Me había dedicado a pensar e investigar más sobre mí, sobre el porqué podía verle o si había algo realmente preocupante conmigo, pero no había obtenido una respuesta concreta. A pesar de todos los artículos que leí, todos me llevaban a los mismo.

Un médium o clarividente es un individuo de cualquier edad, género, educación o cultura del que se asegura le es posible establecer contacto con porciones de su inconsciente, y que le permiten desde allí acceder a realidades no ordinarias y eventualmente comunicarlas. No está muy claro que sea una actividad extrasensorial, sino probablemente mediada por el "sensorio" hacia zonas poco conocidas de la actividad psíquica.

De aquél mismo artículo, se adjuntaba una fotografía, algo deteriorada.

Dos controladores comprueban como una médium hace levitar una mesa a finales del siglo XIX.

Me quedé mirando la imagen un momento, pero comprendí que para nada era mi situación. En lo único que podía confiar era que tenía un don que no me gustaba nada, pero que, gracias a él, irónicamente, había conocido junto a Jasper lo que era sentirse vivo.

Giré el rostro hacia el marco de la puerta, aún sentada a la orilla de la cama. al escuchar un golpe y luego la llave de la pileta en la cocina haciendo correr el agua. Jasper estaba en casa. Al fin. Caminé hasta dar con él.

—Hola —murmuré—. ¿Estás bien? —asintió, con las mejillas infladas de agua.

—¿Tú? —asentí inmediatamente, pero tan pronto como respondí, así también murió la conversación. Luego de anoche todo parecía volver a los días pasados— ¿Sabes qué es lo que me atormenta tanto desde esa noche? —me preguntó de repente, sin mirarme, luego de varios segundos— Que no pude despedirme de él.

—Jas...

—No pude decirle que, en realidad, fue un buen padre —habló, interrumpiéndome y se recostó a uno de los muebles— Mi padre fue el mejor del mundo y nunca pude notarlo, nunca pude decírselo.

Le estaba doliendo pronunciar cada una de aquellas palabras y a pesar de que abrí un par de veces la boca para decir algo, no pude pronunciar nada.

—Nunca le pedí perdón por todos los dolores de cabeza que le di o por mi comportamiento —se quedó pensativo—. Tampoco nunca llegué a decirle cuanto lo amaba. Yo lo tenía todo gracias a él y simplemente nunca le agradecí por ello—el labio le temblabaligeramente y miró hacia otro lado, evitando el contacto visual conmigo.

Di pasos temerosos hacia él, tanteando el terreno, pero no me detuvo. Le apreté el hombro una vez conseguí estar junto a él.

—Jasper, todavía podemos hacer algo al respecto.

—Jules... —negó con la cabeza y tomó mi muñeca con su mano.

—Oye, escúchame —le dije—. Quizás sea toda esa culpa lo que no te deja estar en paz contigo mismo—comenté—. Si sigues aquí, al menos deberías aprovecharlo.

—¿Y qué podría hacer? —me cuestionó, pero me lo pensé unos segundos, porque realmente no había planeado algo.

—Escríbele una carta —propuse—. Viajaré y se la daré cuando sea el momento o cuando tú me lo pidas.

—¿Una carta? —asentí.

—¿Realmente quieres decirle todo eso que tienes atorado?

—Quiero, pero no sé sí...

—Entonces basta —lo interrumpí—. Es lo único que se me ocurre, Jasper. Hazlo, no seas terco —le acuné el rostro—. Quiero hacer eso por ti.

—No sé si sea buena idea.

Tenía un tono de voz desconfiado, como si fuese una muy mala idea. No había muchas opciones y en ese momento no había mucho que se me pudiese ocurrir, pero la carta me parecía lo mejor.

—Por supuesto que lo es, ¿Por qué no lo sería? Tu padre la leerá y yo le hablaré de ti, te lo prometo —su mano fue a dar a mi nuca para acercarme a él y besar mi frente—. Sabrá lo mucho que lo amaste, te lo aseguro. Confía en mí.

—Gracias —susurró, con la barbilla puesta en mi coronilla. Sonreí.

—¿Lo harás? —lo miré.

—Lo haré, Jules.

Regresé mi rostro a su pecho, satisfecha.

—He estado pensando... —comenté en voz baja—, y creo que quizás podríamos viajar a Minot en estos días —sugerí, temerosa de que no le agradara la idea—. Quisiera conocer tu vida antes de mí, tus lugares favoritos, los que frecuentabas, antes de que... te vayas.

Hubo un silencio prolongado que hizo que la piel se me erizara. Desesperadamente quise no haberle propuesto aquello, pero ya lo había soltado.

—Si eso quieres —fue su respuesta, sin parecer disgustado o fascinado de la idea y lo miré.

—No hay que hacerlo si no te parece. Quizás debí pensarlo mejor antes de sugerirlo —besó mi frente antes de regresarme a su pecho.

—Iremos a Minot, Jules —sentenció y apreté el abrazo mientras suspiraba contra su pecho.

Así que, iríamos a Minot.

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Lo que no nos dicen del amorWhere stories live. Discover now