Capítulo 1

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Williston, Dakota del norte
Tres meses atrás

Viernes, 18 de octubre de 2017

Salía del restaurante cuando contemplé a los lejos a nuestro restaurante vecino cerrando sus puertas. Era otoño. Esa época donde las hojas verdes se tiñen de tonos amarillo y naranja y caen al suelo. No había mucho qué mirar para reconocer la estación y decir «Oh, es otoño», a excepción del parque que quedaba un poco lejos de mi apartamento donde habían muchos árboles y podías presenciar su cambio de hojas. Pero yo nunca iba.

Yo nunca salía de casa, en realidad.

—¡Caramba! Estoy exhausta —Allie se estiró a mi lado. Luego me miró con la cabeza ladeada—. ¿Ya te vas?

—Sí —subí la patilla de mi bicicleta—. Debo desempacar todo. Debería aprovechar ahora que salimos temprano.

Me había mudado a Williston hacia unos cuantos días para estar más cerca del restaurante en el que trabajaba desde hacía tiempo. Cuando vivía del otro lado, viajaba en autobús o en taxi y era tan sólo un gasto que estaba demás en mi cuenta. Ahora tenía una bicicleta, me la había comprado con mis ahorros, y ahora también tenía un nuevo hogar.

—Te veo mañana —me despedí.

—¡Te cuidas!

Williston era una pequeña ciudad de Dakota del norte. Llevaba en Dakota desde la muerte de mis padres. Me había tenido que mudar el año pasado de Bucarest a Stanley a casa de una tía materna para que se hiciera cargo de mí, mientras nadie más podía hacerlo. Al cumplir los dieciocho, había decidido trabajar para ayudar en casa y poder irme y así, había dado con el restaurante. Luego de haber ahorrado por meses, había decidido independizarme y ahí estaba, en Williston, construyéndome una vida e intentando seguir adelante, después de todo.

No había sido nada fácil. De hecho, vivir en Stanley no era tan malo, pero tampoco lograba encajar. No lo sentí mi hogar nunca, así que quería tener uno propio; uno donde poder llorar sin pena a que alguien me viera, uno donde simplemente pudiese tener privacidad, sólo eso. La renta del departamento que había conseguido, gracias a Allie, no era tan alta y además, el salario del restaurante no era malo. Viviría bien.

Al menos eso quería en el fondo.

La noche estaba fresca y las calles algo solitarias como para ser las nueve, pasadas, de la noche. Giré a la derecha para entrar al callejón que daba al edificio de mi departamento. Daba un poco de miedo. No vivía del lado céntrico, donde todo estaba en perfecto estado, pero estaba conforme.

Dejé de pedalear para movilizarme con la velocidad que ya llevaba la bicicleta por sí sola, pero entrecerré los ojos y me hice hacia el frente para comprobar que no estaba alucinando. Había un sujeto justo en medio de mi camino, con las manos metidas en los bolsillos, mirándome, fijamente.

—¡A un lado! —grité, pero todo pasó muy rápido.

Estaba en el suelo, húmedo y frío, con una rodilla chollada y las manos punzando de dolor. Me giré, apoyándome con mis palmas lastimadas para sentarme sobre la calle y revisarme mejor. Las cosas en el canasto de la bicicleta estaban esparcidas por toda la calle y yo tan sólo podía pensar en qué exactamente pasaba por la cabeza de aquél tipo antes que preocuparme del todo por mí.

Lo que no nos dicen del amorحيث تعيش القصص. اكتشف الآن