Capítulo 10: El cáliz de fuego

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Al día siguiente (que era sábado), Harry se levantó a las cinco de la mañana, como lo usual y bajó a la cámara.

"Bien, chico, hazlo" - insistió Merlín y Harry, con el ceño fruncido, se convirtió en un enorme león, lenta y dolorosamente - "Te sigue doliendo la transformación, ¿Verdad?"

"Sí" - gimió Harry en su mente antes de rugir de dolor.

"Creo que sabes por qué es" - dijo Merlín.

"Lo sé, pero es difícil" - contestó Harry.

"Entonces deja de resistirte, deja de aferrarte" - repuso Merlín.

A Harry eso le pareció increíblemente parecido a lo que el Voldemort de su sueño le había dicho. Merlín pareció haber leído sus pensamientos, pues volvió a hablar.

"No es lo mismo, Harry. Él quiere que no te aferres a tu humanidad y quiere que pienses que eres mejor que ellos, que debes estar a su lado destruyendo todo. Yo no quiero eso, quiero que dejes de aferrarte a la idea de que resistiéndote a la transformación y a tus poderes en general serás normal de nuevo, porque de cualquier forma no lo serás. Aunque lo niegues, Harry, no te aceptas como eres y tratas de reprimirte, piensas que puedes convertirte en él si te embriagas con tu poder. Lo único que lograrás con eso al final es convertirte en un Obscurial"

"Bien" - habló resignado Harry - "Solo me parece que tener demasiado poder no es bueno, puede corromper a las personas, a mí"

"Escucha, chico, que tú seas un elemental no es ningún accidente. Ese poder es el más grande que hay y te escogió por una razón. La magia no es ciega ni sorda, tampoco deja pasar los detalles y supo qué esperar cuando te dio el poder, supo que tu voluntad era fuerte como tus puños ahora, como el titanio. Ni siquiera me dio el poder a mí, porque no soy remotamente parecido a ti, eres mucho mejor que yo, Harry, aprovecha eso" - si Harry hubiera estado en su forma humana, se habría sonrojado mucho.

Empezó a correr alrededor de la cámara en sus cuatro patas felinas, se sentía extraño, pero tenía una libertad inimaginable, que no sentía ni siquiera cuando corría a la mayor velocidad posible en su forma humana. Y, aunque iba lento, lo disfrutaba como nunca. Se preguntó cómo sería correr así por un safari, por el campo, por el bosque, por cualquier lugar fuera de esas paredes subterráneas.

Salió de la cámara antes que lo normal, quería estar temprano en el Gran Comedor para ver quienes ponían su nombre en el cáliz. Se juntó con Ron y Hermione en el vestíbulo y vieron a unas veinte personas agrupadas allí, algunas comiendo tostadas, y todas contemplando el cáliz de fuego. Lo habían colocado en el centro del vestíbulo, encima del taburete sobre el que se ponía el Sombrero Seleccionador. En el suelo, a su alrededor, una fina línea de color dorado formaba un círculo de tres metros de radio.

¿Ya ha dejado alguien su nombre? —le preguntó Ron algo nervioso a una de tercero.

Todos los de Durmstrang — contestó ella—. Pero de momento no he visto a ninguno de Hogwarts.

Seguro que lo hicieron ayer después de que los demás nos acostamos —dijo Harry—. Yo lo habría hecho así si me fuera a presentar: preferiría que no me viera nadie. ¿Y si el cáliz te manda a freír espárragos?

Alguien se reía detrás de Harry. Al volverse, vio a Fred, George y Lee Jordan que bajaban corriendo la escalera. Los tres parecían muy nerviosos.

Ya está —les dijo Fred a Harry, Ron y Hermione en tono triunfal—. Acabamos de tomárnosla.

¿El qué? —preguntó Ron.

La poción envejecedora, cerebro de mosquito —respondió Fred.

Harry Potter y el poder del herederoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora