Capítulo veintitrés.

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― ¿¡Qué hiciste ?! ―Exclamó incrédula, Gisela. Exhaló el aire que contuvo, mientras Virginia le contaba con detalles sobre la premier de su película―. Tú no puedes estar hablando en serio.

―Me dio lástima, y ​​accedí ―confesó, encogiéndose de hombros―. Hemos estado intentando, pero nada que ver.

―Es el destino que no quiere ―concluyó Gisela, sacando un cigarrillo de un cajón junto a un mechero. Puso el tabaco en medio de sus labios, y le dio fuego con el yesquero―. ¿Y Carlos? ―Una sonrisa se plantó en el rostro de Virginia―. ¿Cómo vas con él?

―Ahora que estamos juntos, me siento como en las nubes ―expresó con voz cálida, cerrando los ojos al recordar las formas en las que se aman, como se muestra cariño sin necesidad de tocarse y decir algo, sintiendo un vacío en el estómago y las piernas temblarle―. Lo amo, Gisela, lo amo tanto. Mi corazón salta cuando lo ve, mi vuelvo loca si está lejos de mí por tanto tiempo, y me... ―suspiró―, me revienta que sea casado.

― ¿Por qué, simplemente no se divorcian? ―Inquirió, con hastío mientras expulsaba el humo del cigarro―. Ya su niña está grande, bueno; no tan grande, pero perfectamente puede comprender que ya sus padres no necesitan estar juntos, si no se aman, si no hay cariño. Y tú, mi querida hermana; no estás obligado a estar atada a un hombre al cual no amas, ¿bien?

Virginia suspiró, cerrando los ojos con un cansancio mental abrumante. Le quitó el cigarrillo a Gisela, y le dio una fuerte calada.

―Verás, cuando me casé con Augusto, pasé a ser la primera dama del Estado apenas él ganó las elecciones ―explicó, haciendo ademanes nerviosos―, la cosa es que firmé un contrato donde me comprometí a permanecer a su lado hasta que se hagan las reelecciones. ―Gisela, explayó los ojos con absoluta sorpresa y se cubrió la boca con ambas manos―. Sí, no te lo había contado; pero hasta que no se culmine el periodo de la gobernatura, estoy atada a Augusto Fuenmayor.

―Eso les pasa a todas las que actúan por impulso ―espetó con desdén, apagando el ya gastado tabaco―. En serio, estás como mensa, Virginia. Y, las dos sabemos que eres de todo, menos una estúpida. ¿Y ahora?

―En el 2006, se termina ―aclaró, tosiendo un poco―. En todo ese lapso de tiempo, mientras él quiera relanzarse y la cuestión, podré decidir si seguir a su lado, o separarme.

―Si ya accediste a darle hijos, creo que no te vas a divorciar nunca ―concluyó Gisela, lanzándole una mirada reprobadora.

―No sé ni cómo desistir ―agregó, en un hilo de voz. Cuando su mente no estaba ocupada, su conciencia se encargaba de reprocharle lo mala esposa que era, lo infiel y lo que destruía a su paso―. Siento que le he hecho demasiado daño, él no lo merece y yo ni siquiera tengo las agallas para decirle todo.

―Toda acción, tiene su consecuencia, ten esto en cuenta para lo que resta de tu vida, mi hermana ―aconsejó, enseñándole una sonrisa sincera.

―Gracias, hermana, te amo ―contestó Virginia, más tranquila por puesto confesado con Gisela. Estuvieron de pie, una frente a la otra y se abrazaron con cariño.

Pasaron de ese tema tan delicado, a otro con el que ambas empezaron a divertirse un tanto. Virginia le contó con lujo de detalles el encontronazo que tuvo con Viviana, lo que le dijo, que posiblemente esté en lo cierto, pues el karma es patético y muy real. No pudo no alertarse, no asustarse con la idea de perder al hombre que ama, ya ella tenía en claro que Viviana conocía la infidelidad de Carlos, y por un momento se timbró. Ellos dos eran figuras públicas y por cualquier locura, que Viviana en un arranque de celos, dolor y desespero, podrían causar una gran fisura entre los cuatro, afectando y destruyendo la reputación de ella y él.

H I D D E N ©✔Where stories live. Discover now