Capítulo veinte.

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Todas las producciones que se llevaban a cabo en aquella cadena televisiva, se unieron para realizar una fiesta de Halloween, ya que faltaba un día para el treinta y uno de octubre.

Cada vez, faltaba menos para acabar las grabaciones en La Mujer del Retrato, Martín Alonso anunció que, para el mes de febrero del año 2005, estarían cerrando el set.

Le habían avisado a todo el elenco, que pronto culminarían su labor en esa producción, trayendo consigo sentimientos encontrados. La mayoría, estaban acostumbrados a las emociones que se desataban al final del trabajo. Sin embargo, les resultaba imposible no despecharse un poco con la noticia.

―Corte ―exclamó el director, ordenando apagar las cámaras. Habían terminado por ese día―. Nos vemos mañana, muchachos.

Chantal, junto con Virginia, Carlos y otros actores más, terminaban de filmar una escena que consistía en una cena familiar bastante incómoda dentro de la película.

Todos se retiraron a sus respectivos camerinos, a fin de cambiarse la ropa y retirarse.

Al día siguiente, debían seguir grabando hasta la tarde, porque a partir de las siete empezaría la fiesta de Halloween.

Virginia y Carlos, quienes se ignoraron la mayor parte de los descansos entre las escenas; se despidieron por mera cortesía y cada uno cogió a su camerino.

Augusto le marcó a su esposa, soltándole que la estaba esperando abajo en el coche, junto al chofer y los guardaespaldas.

La idea de que ella no usara escoltas, lo timbraba, pero Virginia le dejó en claro que prefiere su privacidad, y las fans se portaban lindas con su persona, hasta ahora no había sufrido algún altercado que requiera la presencia de hombres cuidándola todo el tiempo.

―Hola, cariño ―le saludó dentro del auto como si nada, como si él fuera el centro de su vida. Lo besó brevemente―. ¿Qué haces aquí? ―preguntó desilusionada, mientras se cambiaba el vestuario en su camerino pensó en hablar con Carlos, la situación de su alejamiento la tenía consternada. Sin embargo, ya no lo haría, no con su esposo allí. Además, llevaban rato en carretera. Su casa, quedaba un poco aislada de la ciudad.

―Pareciera que no te agradara verme ―expresó, con el ceño fruncido.

―No es eso, claro que sí, me encantó ―fingió una sonrisa, usando sus dotes histriónicos―. Estoy cansada, es todo.

Augusto, no muy convencido le cambió el tema hasta que llegaron a la mansión. Cada uno cogió un rumbo, ella al sanitario y él al despacho a continuar con su trabajo pendiente. Debía viajar dentro de dos días, y todavía le faltaba revisar el discurso que su agente le estaba preparando.

Virginia encendió la televisión, después de colocarse el pijama. El cabello le goteaba en las puntas, que recién cortó en el salón de belleza. Ya la servidumbre preparaba la cena, lo adivinaba por el olor a verduras sancochándose. Ella no tenía apetito, se dedicaba a morder un lapicero, es una mala maña que adquirió a los doce años de edad.

Con la otra mano, sujetaba el mando a distancia e iba pasando de canales, a su vez que los ojos se le cerraban solos, sentía un peso incontrolable en el cuerpo. Continuó cambiando la programación, hasta que decidió sintonizar en donde transmitían una película que de seguro ella había visto antes. Se acomodó mejor en la almohada, y no supo cuando dejó que el sueño la arrastrara.

La empleada de servicio, subió y le llevó la bandeja con la cena servida. Tocó varias veces, pero al no tener una respuesta entró sin más. Dejó la bandeja en la mesita de noche y se marchó.

Dos horas después, Augusto acabó y se metió a la ducha un rato, se colocó un pantalón de chándal y se acostó junto a su esposa. Apagó el televisor, y trató de descansar.

H I D D E N ©✔Where stories live. Discover now