Capítulo diez.

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La premier asechó, en el club campestre de las colinas de bello monte. 

El barullo del sitio, salía por las ventanas abiertas de la recepción, aunque era un evento privado, mantenían la puerta abierta para dejar entrar los reporteros de diferentes televisoras.

Cada personaje, debía vestir como en la película.

Virginia traía un top color negro, y encima una camisa anudada al ombligo, de rayas azules con blanco. Una falda a juego con la camisa y unos tacones combinados con el top.

Carlos llevaba una camisa azul marino, con una chaqueta negra, un jean color gris y unas botas a juego.

Pasaron a dar algunas entrevistas, comentando matices de sus personajes y lanzando uno que otro spoiler al público.

Martín estuvo toda la tarde ocupado, salía de un micrófono, a fin de entrometerse en otra nota televisiva. Al lado de su mujer, como siempre.

 Entre ellos y la multitud, compartían la estancia intercambiando ideas e informándose en que otras actividades y proyectos entrarían después de culminar ese.

―Ya, quita esa cara, te van a descubrir ―riñó Gisela a su hermana mayor. Cargaba un humor de perros, porque Carlos asistió con su esposa a la premier―. Sabías que eso iba a pasar, es natural.

― ¡Sí, maldita sea, lo sé! ―espetó, apretando la mandíbula―. No es justo, ni para mí, ni para Augusto.

―Hasta que te acordaste, que él está aquí. Anda y comparte con tu novio, es lo mejor que puedes hacer ―recomendó, palmeándole el hombro y dejándola sola.

La actriz dio rumbo a su mesa, y le sonrió afable a su pareja. Se tomaron de las manos, por encima del cristal. Ella un poco incómoda, pero supo disimularlo con una caricia seca en su mejilla.

―Felicidades, cielo ―celebró Augusto, dedicándole una mirada acaramelada―. No sabes cuánto te admiro por lo que haces.

―Muchas gracias por tu apoyo, cariño ―el agradecimiento fue sincero. El "cariño" lo agregó, así no sonar tan vacía―. Y, por estar aquí a mi lado.

―Te quiero tanto... ―La cogió por los cachetes, y la besó frente a mil cámaras que apenas determinaron el encuentro romántico, casi todos los veían y fotografiaban con ternura.

Sin embargo, desde una mesa en particular había una persona que los observaba con decepción y coraje.

― ¿Estás bien? ―inquirió Viviana, frunciendo el ceño.

―Como nunca ―siseó, enarcando una ceja, sin despegar la vista de la pareja que compartían caricias escuálidas.

―Me gustó esta presentación, estuvo buenísima ―le respondió, no muy convencida.

―Sí, gracias ―espetó, alternando la mirada entre su esposa y Virginia, que ahora solo hacía arrumacos con su pareja.

 Quiso creer que no era más que una broma pesada, con ese humor tan negro que se carga. Sin embargo, ya tuvo una prueba con suficiente base, para cancelar que seguía soltera.

¿Lo peor?

No había nada que reclamar.

―El brandy está delicioso ―mencionó Augusto, guiñándole un ojo.

―No me gusta tanto ―agregó ella, sintiendo la penetrante mirada de Carlos a la lejanía―. Prefiero algo más fuerte, no sé.

―No creo que sirvan tequila aquí ―dijo, buscando a algún mesero―. Pero, puedo preguntar.

H I D D E N ©✔Where stories live. Discover now