Capítulo 5

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Pasaron dos días y él no volvió, me dejó sin respuestas, sin pistas, sin nada.

Me levanto y miro alrededor de la tan conocida habitación, los primeros rayos del sol entran por la única ventana disponible. Hago mi rutina como cada día y al terminar espero pacientemente a que la señora que me lo ha estado trayendo el desayuno entre.

El familiar sonido de pasos se escucha, las llaves tintinean al conectar con la cerradura y el clic al abrirse me indica la presencia de la otra persona.

- Buenos días amor mío -  me saluda la voz de Brayden

- Pensé que te habías olvidado de mí – digo comenzando a desayunar.

- ¿Me extrañaste? – sonríe juguetón.

- No lo sé, depende, ¿me extrañaste tú a mí?  - hoy está de buen humor.

- Te tuve presente en cada minuto, sentía que no respiraba si no estaba a tu lado.

- ¿Me vas a seguir manteniendo encerrada o tu nivel de amor por mí ya te permite dejarme salir? – su rostro cambia y todo el aire juguetón que teníamos hace unos minutos se esfuma.

- Norah – suspira – sabes perfectamente que todo lo que hago es por tu propio bien, no quiero que te lastimen – no de nuevo por favor.

- Bray – digo levantándome de la cama y yendo donde está él, lo agarro de las manos mirándolo fijamente para que mis palabras tengan un mayor efecto. – Entiendo tu preocupación por mí, si a ti te hubiese ocurrido lo mismo estaría igual de sobreprotectora que tú, pero amor esta no es la solución a todos los problemas. No puedes encerrarme y pretender que esté bien con esa decisión porque no es así, por favor me conoces desde hace años, tú más que yo sabes como soy. Aquí no corro peligro, siempre y cuando esté cerca de ti estoy a salvo. No me vas a perder – comienza a vacilar, veo como los engranajes de su cerebro comienzan a dar vueltas analizando cada palabra que he dicho.

- ¿Me lo puedo pensar? – al menos no es un no.

- Por supuesto que lo puedes pensar – le acaricio el brazo y me acerco más a él. Acerca su boca a la mía rozándola lentamente, me mira a los ojos como pidiendo permiso, coloco mi mano en la parte baja de su cabeza y junto nuestros labios.

Al principio es suave, cuidadoso, su lengua se introduce tímidamente en mi boca y se entrelaza con la mía en un baile lento y sensual del cual no puedo salir. Es como una droga, no me quisiera separar de él, pero la falta de oxígeno nos obliga a hacerlo. Juntamos nuestras frentes, él sonríe, me coloca un mechón rebelde detrás de la oreja y se deleita mirando mis ojos.

- ¿Quieres dar un paseo? – pregunta rompiendo el silencio de la habitación.

- Me encantaría – nos separamos y él me agarra de la mano para irnos.

Bajamos por las escaleras y salimos por la puerta de atrás como la última vez.

- ¿Te apetece caminar o prefieres las bicicletas? – miro las bicicletas tiradas en el suelo, parece que nadie las ha usado en un buen tiempo.

- Bicicleta mejor – nos subimos cada uno a su respectiva bici y comenzamos a pedalear.

Al principio todo es tranquilo, escucho los ruidos característicos del bosque y me deleito con ellos. No sé cuándo será la próxima vez que Brayden decida sacarme de casa así que me centro en la calma que me rodea y cierro los ojos por un momento para sentir el aire.

- Date prisa – se mofa Thomas de mí – eres más lenta que una tortuga, mi abuela te podría ganar incluso en su silla de ruedas – trato de pedalear más rápido, pero mis piernas no me dejan, estoy cansada.

- Te voy a ganar – intento sobrepasarlo, pero él avanza un poco más cuando casi lo estaba alcanzando.

- Sabes que esto no es justo verdad, apenas me enseñaste ayer como montar bicicleta, eso es trampa – me quejo agitada por todo el esfuerzo.

- Está bien tortuga tú ganas por esta vez – me sonríe y yo le saco la legua como la niña tan madura que soy.

Abro los ojos asustada, es esa niña de nuevo, la que constantemente viene a mis pensamientos.

No me doy cuenta de que estoy pedaleando rápido hasta que siento a Brayden gritando, miro hacia atrás tratando de encontrar su voz, pero no le veo, giro mi cabeza hacia delante de nuevo y cuando veo el árbol que está frente a mí es demasiado tarde.

Me estrello contra él dándome fuerte en la cabeza al impactar contra el suelo. Siento pasos apresurados corriendo hacia mí, me levanto con cuidado y veo que tengo un raspón en la rodilla izquierda y me sale sangre de la frente, genial otra herida más para agregar en el libro de heridas de Norah. Sacudo mis shorts para sacarle todo el polvo y las hojas secas. Brayden me limpia la sangre de la frente y da pequeños toques con un pañuelo en el raspón de la rodilla.

- Cariño tienes que tener más cuidado, no puedes seguir agregando golpes a tu cuerpo – dice, pero no le hago caso porque la vista que hay detrás de él me perturba.

Creo que me golpeé demasiado fuerte la cabeza, me restriego bien los ojos para asegurarme de que lo que estoy viendo no es fruto de mi imaginación, pero al abrirlos siguen ahí. Justo en el medio del bosque rodeada de hojas secas y mugre hay dos tumbas bien escondidas a la vista de todos.

Me separo de él y camino directo a ellas para inspeccionarlas.

- Amor, ¿a dónde vas? – le ignoro y continúo caminando hacia las tumbas, siento pasos detrás de mí y sé que me está siguiendo.
Llego al lugar y quito un poco de las hojas que le han caído de los árboles, hay flores recientemente puestas en ella, alguien debe venir mucho por aquí.

Sacudo un poco el polvo para ver los nombres, en una dice N.C.L 9/10/1990 – 10/02/2016, en la otra solo dice James. Todo este asunto me da escalofríos, mi piel se eriza y me asusto cuando siento la mano de Brayden en mi hombro.

- ¿Eran de tu familia? – mi voz tiembla cuando hago la pregunta.

- James era mi perro cuando tenía 12 años – dice y su semblante representa la tristeza en todo su esplendor.

- ¿La otra tumba de quién es? – me mira por unos segundos que se me hacen interminables, luego mira la tumba y frunce el ceño, es la misma reacción que hizo cuando le pregunté por el cepillo.

Da media vuelta y se va, lo sigo para no quedarme atrás, doy un último vistazo y corro para ponerme al lado de él.

Regresamos a la casa en un silencio pesado, ya no queda nada del buen ánimo de esta mañana. Me lleva a mi habitación y me encierra de nuevo en ella.

¿Quién es N.C.L?, ¿Qué significó en la vida de Brayden?, ¿Por qué no quiso hablar?

Otra vez no tengo respuestas a ninguna de mis preguntas y en esta habitación es obvio que no las voy a encontrar. Necesito convencerlo de que me deje salir de aquí, pero cómo.

Siento el sonido de las cerraduras y me siento en la cama automáticamente.

Es él, entra en silencio y se sienta a mi lado en la cama.

- Me temo que tengo que irme por unos días – esta es mi oportunidad – te vas a quedar con la señora Petróva, no te molestes en hablar con ella porque no habla español. Te voy a dar un voto de confianza y voy a dejar que salgas cuando quieras, estarás a prueba, cualquier mínima cosa que hagas que no me guste volverás a estar encerrada en tu habitación. ¿He sido claro? – me dirige una mirada dura, no puedo cagarla, mi libertad depende de mi actitud.

- Como el agua – digo dirigiéndole la misma mirada seria a él.

- Entonces me voy tranquilo, por hoy te mantendrás igual que los demás días, mañana es cuando puedes comenzar a salir – dice y me da un corto beso en los labios.

Cierra la puerta detrás de él y sonrío para mí misma.

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