Tametzona ©

18. Impulso nervioso

Si mis padres me vieran en este momento, tan cómoda en mi pupitre con la mirada perdida hacia el exterior a través del ventanal mientras me sostengo la mejilla izquierda con la mano empuñada, se preguntarían el uno al otro por qué motivo pagan mi colegiatura, porque justo ahora que mi interés debería estar contumaz en la clase de biología que dicta el profesor con entusiasmo, mis pensamientos se mantienen lejos de secreciones, moléculas y de lo que esperan ellos que yo dé aquí. Esta cátedra es una de mis favoritas y la manera en la que el señor Coleman se entrega a expedirla hace que mi enamoramiento por ella sea irremediable, pero ahora no logro reparar en nada de lo que dice, solo soy capaz de pensar en que si la alegría de dos únicos seres humanos fuese tan contagiosa como capaz de erradicar la tristeza del resto del mundo, esta mañana ya nadie recordaría, siquiera, la existencia de esta emoción negativa gracias a mi mejor amiga y a mí, aunque se deba a razones diferentes.

Desde que conocí a Julieth supe que era y que quizá toda la vida sería un desastre parlanchín y andante, de esos que hacen bien con su sola existencia, y con el paso de los años ella se ha encargado de confirmármelo. Pero mi amiga no es solo eso. Al mismo tiempo comprendí que ese torbellino de energías imparable sería capaz de provocar tantos debacles como de entregarse con denuedo a sus sentimientos, y me enorgullece bastante haberme dejado arrastrar por ella a ese afecto y que conmigo también se haya entregado. No puedo decir lo mismo del demonio que se hacía llamar su novio.

Cuando hace dos años ella decidió formalizar el vínculo con Gerald, el zopenco que se atrevió a jugar con ella y sus sentimientos y lastimarla, Belle estaba muy ilusionada. Era su primera relación y tenía tanto miedo como solía tenerle al odontólogo, pero jamás permitió que esta emoción la limitara y se aseguró de que, al contrario, mandaran las esperanzas que tenía por ver que aquello funcionara. Siempre se veía muy contenta al principio, ansiosa por saber de aquel sujeto cada día hasta que asumía irreversible el enamoramiento que tenía por él, pero yo jamás pude verlo así.

Desde la distancia atisbaba cosas que ella no podía al estar cegada por los sentimientos, pero desgraciadamente no intervine lo suficiente para ayudarla a darse cuenta a tiempo por más que quise porque comprendí gracias a mi madre que así debía ser. Hice mi esfuerzo y participé como en mi rol de hermana me correspondía, por supuesto, pero luego de intentarlo y no conseguir frutos mamá me aconsejó que debía permitirle a mi amiga comprender y asimilar la perspectiva y la realidad desde sus mismos ojos, y reticente accedí. No estaba contenta ni convencida de haber cedido, pero no había nada más que pudiera hacer con aquella venda que tenía Julieth cegando su percepción que no fuera esperar un poco más.

No obstante, aunque me mantuve al margen, seguía notando que no estaba bien la manera en la que esa relación se desarrollaba pese a que no tenía y nunca había tenido una. Todos en nuestra familia siempre se habían y se han encargado de mostrarnos lo más bonito de cada uno de esos vínculos que por el simple hecho de estar llenos de humanidad jamás llegarán a ser perfectos; por esta razón, no era muy complicado entonces entender que así, aun cuando cada sistema se desarrollaba diferente y tenía tantos problemas como defectos y males a los cuales enfrentarse, nos sugerían una idea de cómo debía ser el funcionamiento de estas basándonos siempre en el compañerismo y el respeto, cosa que Julieth jamás pareció notar. Estos valores desde el inicio estuvieron faltantes en ese extraño nexo entre mi amiga y su novio. Allí no eran ellos juntos o él y ella por separado, siempre era él.