2. Siempre se trata de él

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—Llegó por quien lloraban —canturrea Julieth, que ingresa minutos más tarde a la cocina ya lista y preciosa con los pómulos bien marcados por el rubor.

Niego con la cabeza. Sigo pensando que para verse de ese modo no necesita maquillaje, pero sé que insistir en recordárselo es perder el tiempo y además, ella es feliz así.

—Nadie llora por ti, Bestia —la molesta Lucas, impasible, usando ese sobrenombre con su hermana como siempre antes de beber un sorbo de su jugo de piña.

Se mantiene alejado de mí, porque sabe que odio esa fruta. O eso quiero creer. En realidad, él ni me mira.

Me percato de que al llevar el vaso a sus labios en un delicado movimiento ágil y descuidado, me deja ver que un nuevo tatuaje que antes no había visto resalta en la superficie posterior del antebrazo derecho, que hasta hace poco más de dos meses que lo vi estaba vacío.

Allí, en una secuencia, se exhibe cada fase de la Luna en un orden determinado por la sucesión del ciclo, en color negro, con destellos plata y dorados bajo la técnica de sombreado, una de sus favoritas.

Me hace sentir un poco de nostalgia caer en cuenta de que esta vez no lo acompañé a hacérselo a diferencia de sus muchos otros, pues en la mayoría de los que ya tiene su hermana y yo servimos de fastidiosas acompañantes.

A Lucas siempre le ha fascinado la pintura y la tinta en cualquier presentación, y desde que cumplió quince años insistió en que su brazo derecho lo cubriría todo con ella haciendo uso únicamente del color negro. Y así lo ha hecho. El año pasado terminó por llenar todo su brazo con una de las cosas que más le gusta, dejándolo repleto como si se tratara de un collage de la simbología mitológica griega dándole a cada uno de los setenta que escogió su espacio.

En la parte inferior del antebrazo, por su parte, decidió plasmar otro de sus emblemas de inspiración: el espacio. En toda la superficie de su piel se expanden en otra secuencia artística cada uno de los planetas que compone el sistema solar partiendo del mismo Sol, y se adjuntan, además, satélites y demás cuerpos celestes que para él, en ese dibujo que elaboró el mismo, completaban el lineado que ideó su imaginación como técnica a utilizar.

Solo le faltaba esa parte del antebrazo que ahora noto ha sido llenada, y que desde el primer momento aseguró dedicar a lo él piensa, es la mejor obra artística existente en la Vía Láctea. Me avergüenza admitir que ignoraba que se trataba de la Luna.

—Papá, ¡Lucas me está fastidiando! —lo acusa Juli, interrumpiendo mi observación.

Maximiliano ni se inmuta; él sostiene su mirada en la última porción de su desayuno que le queda.

—Yo no me meto en problemas familiares —argumenta él luego de tragar, haciéndome reír.

Todos los días dice lo mismo y los chicos pelean por la misma razón. No me quejo, eso me confirma que mi familia no es la única extraña.

—Eres la cabeza de la familia —le recuerda Juliana en vano. Él sostiene su argumento, y no hay nada que ella diga que logre convencerlo de que meta sus manos al fuego.

El hombre bebe de su café un gran trago, se levanta, toma la taza junto al plato que deja en el lavavajillas y se acerca a besar a su esposa, que todavía desayuna en el mesa de comedor.

—Solo cuando no discuten —justifica serio—. Prometo lavar lo que se ensucie en la cena, Margarita, ya voy tarde y Liam me va a matar —asegura, usando su bonito apodo también.

—Claro, cobarde —lo tranquiliza, riéndose del hombre, después retoma su seriedad para seguir—. Que tengas buen día, cielo.

—Te amo —contesta él, besando su frente antes de encaminarse a la salida, no sin antes dejar un beso en la mejilla de mi amiga y yo—. Se portan bien, niños, también los amo.

Tametzona ©Where stories live. Discover now