Sun & Moon XLII

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    Ryan y yo volvimos junto a mis hermanos que se encontraban en el salón. Queríamos analizar lo más rápido posible lo que tenía que ver con esa parte del libro. Les dejé ahí con él porque no vi a mi padre junto a ellos, había estado tan inmersa en lo del libro y lo de la maldición que me había olvidado completamente de él y de todo lo que nos habían dicho.
   
    Subí hasta su habitación y toqué la puerta escuchando su "Adelante" para luego entrar. Cuando le vi no supe qué decir exactamente, y más porque estaba con un portaretratos en su mano, uno en el que salían mamá y él de jóvenes.
   
    —Papá, yo...
   
    —No quería que se enterasen de nada de esto, ¿sabes, West? —me interrumpió y me acerqué a paso lento hasta poder sentarme a su lado en la cama—. No entiendo por qué para tu madre jamás fui suficiente, por qué me hizo esto tantas veces.
   
    Mordí mi labio al oír esas palabras y ver como una lágrima caía sobre el cristal del retrato. —Papá, no tienes que sentirte mal, nosotros te amamos.
   
    —Y yo a ustedes, Westley, aunque sé que no he sido el mejor padre. —Me miró—. Perdón por haberte colocado en esa situación con los Anderson, en serio no quise que tuvieras que pasar por todo esto.
   
    —Está bien, papá, la jugada fue tan sucia que hasta el mismo Ryan se vio envuelto en ello sin querer, pero todo salió bien y ahora estoy aquí. —Coloqué mi mano sobre la suya—. Todo saldrá bien.
   
    —No estamos seguros de eso, solo quedan unas horas para la luna y todos ellos deben estarse preparando para la cacería, no te dejarán en paz, West, y si logramos que sobrevivas al eclipse... No sé qué sucederá después de ello.
   
    —Yo tampoco, pero he decidido confiar en que luego de esta noche, ya no habrá maldición para nosotros. Papá —Le rodeé con mis brazos en un abrazo—, perdón por haberte tratado así estos últimos días, me decepcionó mucho lo que sucedió con las empresas y todo lo demás, pero... Te amo, y siempre vas a ser mi padre a pesar de todo.
   
    —Y tú mi hija, West. —Papá me correspondió como hacía años no lo hacía y entonces me di cuenta que necesitaba ese abrazo desde hacía mucho, necesitaba el amor de mi padre más de lo que siquiera imaginé.
   
    —¡Westley, encontramos algo! —la exclamación de uno de mis hermanos por todo el pasillo hizo que nos separásemos y luego les vi entrar a todos a trompicones por la puerta.
   
    —Tus hermanos dicen que vieron algo —di un salto cuando Ryan apareció de la nada detrás de mí y él me sonrió—. Aún no te acostumbras.
   
    —No creo que lo haga nunca. —Le miré mal y luego llevé los ojos a mis siete hermanos, que se habían sentado en el suelo alrededor de la cama como si fuéramos a dar un taller.
   
    —Aquí hay un mensaje oculto, tu hermano Thomas, que dice ser un experto en ello, fue quien lo vio. —Me señaló Ryan entregándome el libro y una hoja de papel con algo escrito. Los analicé y noté que era un trozo del texto perteneciente a lo que supusimos, era la maldición—. "Una maldición que nos limpie quiero, No es por venganza, justicia deseo. Concédeme esta petición, Oh, gran estrella de fuego, Redímenos y dame el poder para hacerlo. Ahora y para siempre, seré guardiana de ello. Zarandea a la hija de la luna, que inocente sangre derramó en sagrado suelo, Oh, gran estrella de fuego, y que solo los ojos que Nos vean, puedan romperlo" —leí en voz alta y miré a mi hermano Thomas—. ¿Qué es lo que dices que tiene de diferente?
   
    —Fíjate en las mayúsculas, date cuenta de que hay incluso algunas que están mal colocadas y es a propósito. Creo que es un anagrama —me explicó poniéndose en pie y viniendo hasta mí. Con un lápiz que ellos mismos habían traído, comenzó a señalar las letras sobre la hoja que habían transcrito, todas las mayúsculas.
   
    —UN CORAZON— leí yo y le miré.
   
    —No creo que sea coincidencia que se forme esta frase cuando aquí todos sabemos que ustedes dos comparten un solo corazón —aclaró mi hermano y asentí medio desconcertada—. También encontramos otros mensajes ocultos con otros tipos de cifrados, tu esposo escribe bastante rápido y se nos hizo fácil verlos luego de transcritos. —Me entregó otro papel que miré con detenimiento.
   
    —Roja como la sangre, oculta entre las rosas, los secretos han de revelarse, cuando en la luna la sangre corra —Mi piel se erizó de solo leer eso y me quedé aún más en shock.
   
    —Tenemos que ir para mi casa en las montañas —dijo Ryan, llamando mi antención—, si como el Sr. Moon contó, allá es donde empezó todo, creo que es a donde podremos acabar con todo esto. Además...—Tomó el papel entre sus manos—. Roja como la sangre, oculta entre las rosas... —Releyó la frase—. Donde único conozco que florecen las rosas tan rojas como la sangre, es en mi jardín personal, allí creo que es a lo que se refiere con esto.
   
    —¿Estás seguro?
   
    —No lo sé, pero aún así, mi casa es la más segura. Llevaré a Westley, la dirección es esta, lo mejor es que salgan ahora, porque serán varias horas hasta que lleguen allá.
   
    Ryan apuntó la dirección en un papel con su tan perfecta caligrafía y luego me tomó de la mano haciéndonos desaparecer. Aparecimos varias veces en muchos lugares distintos hasta que al fin aparecimos en medio del jardín de rosas. El aire frío de la tarde me hizo temblar en mi sitio y él me abrazó acurrucándome en sus brazos.
   
    —Te amo —susurró en mi oído y giré mi rostro para alcanzar sus labios y besarlos.
   
    —Yo también —asentí y nos separamos, él desapareció y en menos de nada apareció con un abrigo para colocarlo sobre mis hombros. Le di una sonrisa en agradecimiento y observé alrededor, tratando de descifrar alguna cosa.
   
    —Iré a ver a Katherina, le diré que se prepare, esta noche será ardua y no dudo que mi familia sea la primera en llegar, espero que tus hermanos no tarden. —dijo y me dejó un beso rápido en los labios antes de desaparecer.
   
    Observé el libro que aún estaba en mis manos y lo abrí con intención de leerlo. Fui hasta la parte donde habíamos encontrado el supuesto anagrama y lo releí varias veces sin encontrar respuesta alguna. Levanté mis ojos para ver las rosas del lugar, lo recorrí siendo más consciente que antes de todo lo que me rodeaba, pero no parecía haber nada sospechoso, nada que delatara que la respuesta estaba allí. Comencé a caminar alrededor del largo pasillo para ver si desde otro ángulo se podía revelar alguna cosa y no reparé en el suelo hasta que tropecé ligeramente con uno de los tallados de este.
   
    Miré hacia él, percatándome al fin de la forma de los tallados, no me había fijado, no es como que en un jardín de ricos no hubieran cosas extrañas. Las líneas que recorrían el suelo del pasillo eran indénticas a las del libro, con una diferencia, de un lado había tallada una luna y del otro un sol. Me agaché llevando mis dedos a una de ellas y todos los recuerdos comenzaron a venir nuevamente a mi mente. La primera vez que hablé con Leyla fue en este lugar y la primera vez que usé mis poderes también, parecía como que todo era coincidencia pero algo en mi interior me decía que no.
   
    —Katherina no está —le escuché decir a Ryan, apareciendo delante de mí y me puse en pie. Creo que notó mi desconcierto porque se acercó a donde estaba y me tomó por los hombros—. ¿Sucede algo?
   
    —Este lugar... ¿Las rosas las plantaste tú, no? —pregunté y asintió—. Entonces este libro lo escribieron después de que nos conociéramos o por lo menos esta última parte —pensé en voz alta, tratando de unir los cabos sueltos.
   
    ¿Por qué habrían escrito eso luego de que yo y Ryan nos conociéramos? ¿Por qué mis hermanos lo habían encontrado y no nosotros? ¿Por qué ese jardín era tan especial? ¿Quién era la guardiana de la maldición?
   
    Esa última pregunta resonó en mi mente y de una forma casi ilógica comencé a rememorar mis días ahí, todo lo que había sucedido, el hecho de las pixies, de Katherina...

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