Moonlight XV

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    Cuando estuve a un paso de Ryan, le di vuelta para que estuviese de frente a mí. Él se tapó el rostro con una mano para que no le viera. Aquello me pareció ilógico y hasta tierno ¿Qué más daba que viera su rostro si al final le había visto con esa forma bestial?
   
    —Hace unos días querías que te viera ¿Por qué ahora te cubres el rostro?
   
    —Nunca quise que me vieras, Westley —respondió y acerqué mi mano a la suya, que me obstruía la visión.
   
    —Pero yo quiero verte. —Retiré su mano y él giró a un lado su cabeza. Solté un suspiro y tomé con ambas manos su rostro para ponerlo de frente a mí.
   
    Sentí como se me cortó la respiración en ese mismo instante y mi corazón latió fuera de control. Él era el hombre más apuesto que hubiese visto nunca,  James se quedaba corto delante suyo. Ni siquiera había podido visualizar la mitad de su faz con mi tacto, pero verlo, saber que era así... Me costaba mucho imaginarlo como una bestia horrible, pero sabía por qué no dejaba que nadie le viera, era evidente. Sus ojos estaban completamente en blanco, como si fuera una persona ciega; a duras penas podía divisar la aureola de su pupila, que era algo borrosa.
   
    Sentía su mirada sobre mí mientras le escudriñaba por completo, aquellas marcas negras le cubrían desde el cuello hasta el pecho, abdomen y brazos, creo que incluso las piernas aunque no las hubiese visto. También noté como tenía una cicatriz monstruosa en la parte izquierda de su pecho, era parecida a la mía pero mucho más irregular. Llevé una de mis manos a ella, quería saber qué era lo que le había hecho semejante herida, pero él la sujetó haciéndo que me sobresaltara un poco. Volví mis ojos a los suyos bastante nerviosa.
   
    —¿Te asusto? —preguntó y negué con la cabeza— ¿No te asusta que de veras sea un monstruo como los que casi te matan, Westley?
   
    —No —respondí y se alejó, caminado hacia otro lado. No me creía—. No diré que es fácil de asimilar, Ryan. —Me giré para verle—. Pero no estoy asustada.
   
    Él me miró por encima del hombro y yo bajé la vista algo nerviosa, no sabía por qué me sentía así.
   
    —Deberías descansar, volveré en un momento —me dijo y le vi salir por la puerta, dejándome sola allí dentro.
   
    Suspiré pesadamente y observé alrededor, había una especie de repisa llena de mantas que tomé para preparar ese colchón. Estaba segura de que alguien limpiaba el lugar, era imposible que todo estuviera tan limpio así. Tendí el colchón y luego noté que cerca de allí había un grifo. Me acerqué tomando un paño y como pude me limpié toda aquella suciedad del cuerpo. Cuando iba de regreso para sentarme junto a la chimenea, le vi entrar nuevamente por la puerta. Se sentía extraño que nuestras miradas coincidieran, pero en ese momento sentí un ligero cosquilleo recorrer mi cuerpo al notar sus ojos sobre mí.
   
    Desvié la vista de su rostro y  me percaté de que estaba más lleno de sangre que antes. Parecía haber querido limpiarse pero no funcionó mucho por lo visto.
   
    —¿Qué sucedió? —pregunté nerviosa por verle así. Ya le había visto destrozar algo, así que no me sorprendía que lo hubiese hecho de nuevo.
   
    —No es nada. —Acabó de entrar y le vi caminar hasta el grifo para lavarse. Era un completo troglodita, ni siquiera sabía donde tenía la sangre que debía quitar, supongo que era por el dolor; tenía muchas heridas, que parecían haber estado sangrando, pero ya no; en especial esa del costado en la que antes había metido mi mano, seguía abierta y por su tamaño él ni siquiera debería estarse moviendo.
   
    —Ven, déjame a mí. —Fui hasta él y le puse de frente a mí. Con el paño de antes le ayudé a retirar la sangre de su cuerpo y con otro limpié sus heridas. Luego le quité toda la sangre de alrededor de su boca, había destrozado algo, estaba segura—. ¿A quién mataste? —pregunté levantando la vista a sus ojos.
   
    —A una bestia que se estaba acercando aquí —respondió sin más y bajé el paño para sacarle la sangre. Luego volví a mojarlo y seguí limpiándole—. ¿Por qué haces esto?
   
    —¿El qué? —dije sin inmutarme mientras seguía limpiándole. Ryan detuvo mi mano y le miré a los ojos— ¿Qué pasa?
   
    —¿Por qué me ayudas, Westley? ¿Por qué te preocupa?
   
    —No veo problema con ello. —Alejé mi mano y le ayudé a sacarse la sangre de la espalda, acabando con mi faena.
   
    Dejé a un lado el último paño que usé e iba a ir para el colchón, porque estaba helando y esa agua no estaba muy caliente que digamos, pero él me lo impidió tirando de mi brazo y acercándonos. Me tenía sujeta por la parte superior del brazo completamente pegada a él y con su frente junto a la mía. Sus ojos estaban cerrados y solo podía escucharle respirar pesadamente. Esa actitud era nueva y algo rara, y me ponía de los nervios.
   
    —Ryan...
   
    —¿Sabes, Westley? —dijo interrumpiendo cualquier cosa que iba a decir—. Vas a ser mi perdición —sonrió como si se burlara de sí mismo, aspiró el olor de mi cabello, acelerándome el corazón—. No, creo que ya lo eres.
   
    Se separó de mí y fue hasta la chimenea. Yo me quedé algo salida de onda con sus palabras ¿Su perdición? ¡Pero si yo no había hecho nada! Estaba loco, definitivamente estaba mal de la cabeza.
   
    —Moon, ven para acá, está helando.

Moon Where stories live. Discover now